La previsibilidad: Claro que somos manipulables, previsibles, la intuición no falla.

Una señora mayor, detalle que viene al caso, baja la cuesta balanceando sus caderas de izquierda a derecha. Muy recta ella, el médico le dijo que a su edad tenía que salir a caminar treinta minutos al día. Vestida de «sport» con sus gafas de sol, su mochilita, su media melena sin una sola cana despuntando. Observo su vaivén desde mi balcón, estoy también atenta a mi mente. ¿Hay juicio? Sí, lo hay, pero trato de desecharlo, igual me sorprende la mujer y sobre todo me dijeron que no hay que (pre)juzgar a nadie. De repente, se detiene enfrente de la entrada de mi edificio. Hay flores, las mira. Y me digo «ahora las olerá». Cinco segundos más tarde, se inclina acercando su nariz a una de ellas e inhala profundamente. Me parto el culo y me digo «joder, qué previsibles que somos, ¿cómo coño podemos ni siquera llegar a creer que somos nosotros mismos si los automatismos son tan flagrantes?»

Mis amigas me dicen que tengo un don para adivinar. No hombre no, es pura observación y sobre todo, auto observación porque soy tan previsible como la señora que huele la flor. Cuando uno se mantiene al margen de la foto y mira detenidamente sin implicarse en la historia ve que «dos más dos son cuatro».

No tengo dotes de clarividencia, en absoluto, pero sí que llevo muchos años observando la maravillosa creación de Dios: el humano y, a día de hoy, después de tanto hurgar en mí, me doy cuenta que no difiero de la mayoría y que, en siendo consciente (hasta donde uno llega) de uno mismo, se puede calcular la trayectoria de, al menos, el 80 % de los individuos.

Los temas que nos ensucian la mente son relativamente pocos y repetitivos: la frustración, la ira, el resentimiento, la duda, el amor y las vinculaciones. Pueden cambiar de forma y presentarse bajo anécdotas diferentes. En vez de llamarse Rosa, se llama María, Juan, Saturnino. La cantidades son más o menos variables cien o cien mil pero el poso de fondo es el mismo porque todos vivimos sin ser nosotros mismos. Vivimos con una identidad prestada, la del ego o no ser, y por miedo nos suscribimos a ciertos grupos, personas, etc.

Me dijo, le dije, me han dicho o se dice que el amor existe, que si trabajas mucho te promocionarán, que si te sacrificas eres una buena persona y amas desde el fondo de tu corazón, que es un amor puro y limpio, que eres altruista si haces las cosas sin esperar nada a cambio, que eres honesto, que si le aguantas la chapa a Pepe eres un buen amigo… chapa chapa chapa.

Todo es basura mediática embutida a base de bombardeo de gilipolleces constantes que como la gota de agua terminan haciendo mella en nosotros. ¡Si hasta en las servilletas tenemos pensamiento positivo! ¿Cómo cojones esperamos que no nos lo creamos? No digo que no funcione, pero hay que ver qué mierdas es esto del pensamiento positivo desde la fuente del mismo, no desde la deformación marketiniana de segunda, tercera, cuarta o quinta mano.

No obstante, nos gustan los titulares porque estamos demasiado ocupados en estupideces que no tienen más relevancia que seguir bajo el yugo de… yo qué sé. Nos quedamos con el mensaje de impacto sin seguir el hilo que debe llevarnos al origen.

Ocurre lo mismo que en el juego del teléfono al que jugábamos de pequeños (ahora eso ya se perdió también). Estábamos avisados y sin embargo… El primero genera el mensaje de primera mano porque lo experimenta empíricamente, el segudo lo recibe de forma clara y comprensible desde la mente sin que por ello lo haya experimentado. El tercero empieza a deformar el contenido y le mete de su salsa, el cuarto lo mismo que el anterior pero con un toque de arribismo y aprovechamiento para fines personales y así, sucesivamente. Al final de la cadena estamos nosotros, vertederos de mierda de algún iluminado que seguro lo fue, pero que la diarrea por el camino ha empañado la sabiduría inicial. Espera que tiro de la cadena, me he cansado de tanta mierda.

La mujer mayor que huele una flor es la punta del iceberg, lo más visible, lo más obvio. En su época, cuando se veía una flor había que olerla y así ha mantenido ese mantra a lo largo de su vida y aunque la flor no huela, ella seguirá buscando el aroma. Y si huele tampoco estamos en disposición de apreciarlo cuando en nuestras ciudades nos ocluyen las fosas nasales los humos de los coches, cuando nuestras papilas gustativas están adormecidas por la extralimitación de la química con el objetivo de vender más, más y más: «T_Epizza dígame».

Me dijeron en la universidad que siempre tiene que haber crecimiento y por aquellos entonces pensé «es imposible crecer in aeternum». No protesté porque no quería dar la nota y porque me sentí gilipollas al ver a todos asentir, como si me hubiera saltado un capítulo del libro.

Soy una maravilla de persona: por cierto no olvidéis amaros a vosotros mismos y respetaros, es muy importante la autoestima aunque no tengamos ni puta de idea de lo que eso significa. Decídselo a vuestra mejor amiga.

La matriz del pensamiento positivo me ha salido con un menos delante. Álgebra… ¿Para qué te quiero?

6 comentarios en “La previsibilidad: Claro que somos manipulables, previsibles, la intuición no falla.

  1. Avatar de beauseant
    beauseant dice:

    Bueno, hay personas que huelen las flores y otras que las arrancan, casi prefiero a la señora 🙂

    Pero sí, claro que somos previsibles, no tienes más que darte una vuelta por los blogs o por el instagram. Las mismas ideas, las mismas fotos… ojo, no es malo, de vez en cuando alguien mueve un poco la linterna de nuestro pensamiento y crea unas sombras nuevas sobre el viejo escenario, o ilumina una esquina donde asoma un ratoncito y entonces todo es lo mismo, pero diferente…

    Creo que me gusta la fotografía por eso, porque es una excusa para observar el mundo. De alguna forma tu cabeza va buscando fotos todo el rato y eso te hace detenerte a ver las cosas. Me ha pasado muchas veces que le enseño una foto a alguien y me pregunta, ¿dónde has hecho esa foto? y resulta que estaba al lado tuyo mientras hacías la fotografía, simplemente no ha visto ese algo que para ti estaba claro.

    Toda esta parrafada para darte la razón, que somos previsibles hasta el aburrimiento y,aún así únicos y originales 🙂

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    1. Avatar de elrefugiodelasceta
      elrefugiodelasceta dice:

      Pues eso… hay quien las huele y luego las arranca. No sé. El humano es humano. Me gustan tus fotos y la manera que tienes de explicar cómo lo vives. desde el silencio. Me encanta el silencio y adoro a las personas con las que puedes estar en silencio y en bullicio. Tendrían que cambiar los votos matrimoniales por «quieres a menganito tanto en el bullicio como en la solemnidad del silencio, para soportar la incomodidad de las miradas directas al centro de tu alma?». Creo que mucha gente se lo pensaría dos veces porque es directo. No es la enfermedad posible en algún momento del final de la vida. EL silencio está en el aquí y ahora. En fin… somos muy previsibles como bien dices, solo hay que echarle un ojo a los blogs o IG… yes. Pero está bien, hay agrupaciones de momentos por los que pasamos y vibramos en sintonía con otros que pasan por lo mismo. El poeta, el pensador, el incomprendido, el rebelde… huele a lo mismo y está bien. Nos hace sentir menos solos, ¿o no?
      Ale… mañana más.

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      1. Avatar de beauseant
        beauseant dice:

        Me has recordado un curso de esos en el trabajo que buscan hacernos mejores personas, o mejores trabajadores o mejor algo… Nos preguntaron por las cualidades que más nos gustaban de la personas y, en un extraño arranque de sinceridad, dije eso, que supiesen estar calladas, que no tuviesen que llenar cada silencio con palabras por simple pánico… Y sí, logré hacer silencio a mi alrededor 🙂

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  2. Avatar de Moly
    Moly dice:

    Bueno, la terminación con el álgebra es un punto, pero me quedo con eso que has comentado al final y que yo iba pensando según leía y me veía absolutamente reflejada en cada línea (esas enseñanzas que tanto mal han hecho): no hijo no, ámate a ti primero porque sino estás jodido, pero bien.

    Ole, amiga.. ole ole ole

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