Agradezco las explicaciones, pero ya no las necesito. Cada uno hace lo que siente cuando le nace y, de ello, se derivan los hechos que nos unen o nos separan. Hostigar a las personas desemboca en frustración y, desde esta lucha incesante por materializar lo imposible bajo la (im)presión mediática de que «impossible is nothing», me he pasado toda la vida persiguiendo sueños que, como las mariposas que metía en un bote, terminaron con las alas quebradas y muriendo al cabo de poco.
Sueños y deseos que rebosan de una mente que cree, que piensa, que imagina, que no sabe aguardar su turno, que desespera, que indaga, que necesita, que importuna impertinentemente. Obtusa e insistente, tenaz dirían algunos, encegada y arribista decimos otros. No sabe lo que es bueno para ella, nació en blanco, sin definir, vino a aprender y aprendió todo lo que no necesitaba. Le dijeron que había que tomar decisiones desde la reflexión y desde la objetividad. Ese aprendizaje fracturó al ser. El cuerpo habla, la mente no calla y en esta verborrea incesante de ambos, el que está más cerca de los oídos gana el debate. Ella impera, él se aleja cada vez más y solo se percibe el eco de un berreo que una vez fue el que nos salvó la vida.
La sordera es tal que las conjeturas mentales bloquean los oídos del cuerpo. Pienso luego existo, ¡Qué gilipollez! Descartes podría haberse descartado naturalmente y caer abortado en el olvido. En cambio no, perduraron sus indagaciones como relfejo de aquello que atañe al ser humano. «Aaaah, si pienso existo dijo un filósofo, un sabio», «si lo dijo un sabio… será verdad». En la escuela se adoran estas palabras, se transmite este «saber», lo adquirimos sin protestar porque ¿Qué cojones sabe un adolescente de todo esto? Es más, ¿Qué cojones le importa a un adolescente todo esto cuando le van las hormonas a mil? Y así, se nos mete en la cabeza que «ellos», los eruditos, los sabios, los detentores de la verdad saben y nosotros no.
«Tengo que pensar para existir». Pues no, precisamente si piensas dejas de existir como unidad. Se impone tu mente y sus razones. Se ponen de manifiesto, sus deseos y su voluntad, pero ellos no son tú. Eso que tanto crees anhelar es un recopilatorio de aquello que te han dicho que debes buscar y que enmascara algo mucho más profundo: la verdadera y última razón que no es otra que la de sentirse amado por lo que uno es. Y lo que uno es realmente, no es lo que piensa ser, sino lo que el cuerpo le dice que es.
Parece un juego de palabras de vuelta sobre sí mismo, un ejercicio literario o un mero onanismo mental. En absoluto.
Me pasé los cuarenta primeros años de mi vida acosando, invadiendo, persiguiendo, haciendo, haciendo, haciendo una y otra vez lo mismo, lo mío es la repetición porque es así como aprendo. No es el caso de todo el mundo, no. La piedra en el camino se convirtió en roca y esta en montaña. Me impidió el paso el mismo patrón repetitivo.
Quería, deseé, he ansiado tantas cosas y ninguna de ellas provenía de mi ser, sino de mi «no ser». Quería triunfar para ser reconocida, querida, amada porque siempre pensé que no merecía serlo a menos que realizara algo extraordinario. Ese es el mensaje que se percibe de fuera hacia dentro y no sé si es porque todos vivimos enfrascados en nosotros mismos que nos olvidamos de ver al otro: futuro alimento para que la mente se masturbe a su antojo.
Hoy me doy cuenta de que lo realmente impresionante es la diferenciación misma que habita en cada uno de nosotros y que lo excepcional es responder a lo que soy. Todo lo demás proviene de fuera, es condicionamiento y nos aleja de nuestra verdadera esencia, cada uno tiene la suya, su impronta natural, aquella con la que vino al mundo. Lo llaman temperamento. No nacemos en blanco, como solía pensar, sino que emergemos con unas características definidas que, con el tiempo y el pulso de la educación social, se van acallando. Así nos desviamos como reza la estadística: estándar y normalmente. Somos previsibles, no por naturaleza, sino por cincelado y martillazo.
Y ahora… toca desandar todo lo andado, escuchar lo silenciado, priorizar el cuerpo interno, los órganos que ya no se desgañitan a menos que corran peligro de extinción. Toca ser como una planta que existe aunque no piense.
Hay un poema de Goethe que me gusta mucho, me lo has recordado, en uno de sus versos habla de la mariposa como símbolo del alma. «Selige Sehnsuch», se titula, «Ninguna distancia te complica; / llegas volando y hechizada, /y al final, ávida de luz, /te has quemado mariposa.» Lo más curioso es que quizás no seamos y estemos continuamente deviniendo pero ese devenir ocurre no en la separación cartesiana de mente y cuerpo sino precisamente en la conjunción de ambos. He pensado mucho sobre este tema, anoche mismo en relación a eso que llamamos «identidad» y que el pensamiento moderno entiende (o entendía, ya no sé, porque no estoy al día) como algo fragmentario. En cierta manera todo lo que producimos, la misma escritura, como despojo del ser solo puede ser fragmentaria y aún así, la palabra también trasporta algo de la esencia del ser. ¿Pero qué somos? O más bien estamos. A mí me gusta el Quijote cuando dice «Yo sé quien soy», ¡claro que sí! Si en cualquier caso somos un constructo, lo mejor es vaciarnos, quemarnos como esa mariposa en busca de la luz, para que llenarnos de nuevo, «muere y llega a ser» 😉 Un placer leerte. Abrazo grande
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Gracias Esther por aportar siempre tu granito de arena. Me parece interesante lo que dices de que en la escritura es un despojo del ser y por lo tanto fragmentaria. Tiene todo el sentido del mundo y solo puede ser fragmentaria porque de ser holística, no sería. Solo podemos materializar la parte en la cual nuestra mente está centrada. «muere y llega a ser»… entonces te digo: «que se espere un poco el ser» no vayamos tan rápido!
Un abrazo enorme!
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¡Bravo! Magnífica reflexión y gracias por abrirnos los ojos a nuevas formas de interpretar nuestra realidad y nuestro equipaje emocional. Me he descubierto asintiendo durante cada frase que leía. Quizá la frase clave con la que me quedo para meditar y reflexionar sea: «Somos previsibles, no por naturaleza, sino por cincelado y martillazo». Aunque, sinceramente, me parece brutal tu reflexión y con todo el sentido del mundo. Gracias por compartir. Un abrazo inmenso, farolillo.
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Gracias Tania. Solo comparto lo que voy descubriendo y si resuena con vosotras, yo que me alegro, como siempre. Me encanta ser «farolillo»! Un besito preciosa.
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💯 Nice Post.
Feliz jueves.
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