El valor de mis «Te quiero»: Hasta donde lleguen, llegamos.

Mis «te quiero» no brillan ni gritan proclamando su entrada. Ya no vienen con hambre atrasada, sino más bien desganados, arrastrando los pies y con los bolsillos agujereados, remendados de tanto usarlos sin cuidado.
Mis «te quiero» se bajaron del piso del orgullo al de la humildad. No se imponen, no implican demasiado, pero si los llamas se implican hasta la médula. Quieren que sepas que están aquí, que no te atosigarán con sus demandas, pues aprenderon a verse el plumero y el plumaje. No son poetas ni profetas, tampoco escritores ni políticos. No vomitan prosa en verso, ni verte es ya su color favorito. No prometen ni proclaman, sino que pasan en un suspiro. Si los detienes porque los ves se entretienen contigo un ratito. Te preguntan, te retienen pero no te presionan ni aprisionan.

Mis «te quiero» son pequeños, recogidos y redondos no laxos, incondicionales e infinitos: «estoy si me llamas, estoy si me necesitas, estoy si quieres compartirte. Estoy hasta que vea que tú no estás, que somos una obligación, un miedo, una elusión de la confrontación, una ilusión, un sueño».

Mis «te quiero» se han quitinizado, endurecido y resultan ásperos si se miran desde el exterior. Son ermitaños a tiempo completo e imparciales porque son pensados, muy elementales y mentales, conceptuales aunque tiernos, como Platero vuelto del revés. De frío acero por fuera de algodón de azúcar por dentro:

«Platero es pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón, que no lleva huesos. Sólo los espejos de azabache de sus ojos son duros cual dos escarabajos de cristal negro. 
Lo dejo suelto y se va al prado, y acaricia tibiamente con su hocico, rozándolas apenas, las florecillas rosas, celestes y gualdas… Lo llamo dulcemente: «¿Platero?», y viene a mí con un trotecillo alegre que parece que se ríe en no sé qué cascabeleo ideal… 
Come cuanto le doy. Le gustan las naranjas mandarinas, las uvas moscateles, todas de ámbar; los higos morados, con su cristalina gotita de miel… 
Es tierno y mimoso igual que un niño, que una niña…; pero fuerte y seco por dentro como de piedra. Cuando paso sobre él, los domingos, por las últimas callejas del pueblo, los hombres del campo, vestidos de limpio y despaciosos, se quedan mirándolo:
—Tien’ asero…
Tiene acero. Acero y plata de luna, al mismo tiempo.«

Te abrazan y te besan aunque sea desde lejos. Te piensan. Sobre todo te piensan sin imaginarte porque eso es lo que se les da mejor: pensar a las personas. También cuidan de ellas. Son dadivosos, benevolentes y comprendedores. A veces tan considerados y detallistas que, como los pormenores, pasan desapercibidos.

Mis «te quiero» no quieren a todo el mundo porque en otra vida fueron mendigos y aprendieron a reconocer a sus semejantes sin asemejarse. Ya no andan confundidos, pues parten de la premisa de que se construyen a base de voluntad, un ladrillo tras otro.

Se alejan de los que prometen, pero no de los que se comprometen. Se tapan los oídos con tapones de cera y algodón observando los hechos. No se bañan en aguas turbias, ni retozan en el lodo. Son precavidos, cóncavos y vacíos como lo son los recién nacidos.

Mis «te quiero» solo acuden si los llamas. No esperes que piquen a tu puerta, ni que insistan en hacerse un hueco en tu corazón, aprendieron a mantenerse pasivos y distantes, reactivos a tu llamada, no a tu llamarada, ni al encendido y apagado intermitente.

Mis «te quiero» no arrollan, pero arrullan. Están cuando sienten que se les alimenta, cuando crecen, se desarrollan y se enraízan. Son responsables, adultos y respetan los límites propios y ajenos. Dejaron de ser un espejismo fantástico sin contraste real. Aprendieron a estar solos y a seleccionar aquellos que, como ellos, están hechos de lo mismo.

No te dirán lo que esperas oír, han comprendido (¡Por fin!) que no te necesitan para existir. Son dependientes de los hechos e independientes en su esencia. Existen.

9 comentarios en “El valor de mis «Te quiero»: Hasta donde lleguen, llegamos.

    1. Avatar de elrefugiodelasceta
      elrefugiodelasceta dice:

      Bonita tú, bonitas nosotras. Cuando estamos con las personas adecuadas, nos pulimos, tenemos ganas de mejorar para ellas y para nosotros. Es una magia que nace de la nada, aparecen las casualidades, sincronicidades, los «yo también» no impostados para conseguir crear en el otro un falso espejismo. Todo es real, esta vez, gracias a vosotras y a todas las que vibran en consonancia, sé lo que es querer sin necesitar, sin dolor, sin apelar al recuerdo, a la carencia y desde el respeto y la aceptación. Esto me lo habéis enseñado vosotras solo por ser vosotras.

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  1. Avatar de Esther
    Esther dice:

    Totalmente hermosos tus «te quiero», me quedé totalmente enganchada al hilo de «Ya no andan confundidos, pues parten de la premisa de que se construyen a base de voluntad, un ladrillo tras otro.» que quiero enlazar con una cita que hice en el último comentario, ese «Yo sé quien soy» del Quijote porque está enraizado precisamente con ese acto de voluntad del que hablas; los antiguos héroes lo son por linaje y porque ese es su destino, Alonso Quijano, en un acto de voluntad, decide construirse el suyo y ese es el punto, no importa que falle o desvaríe. Cada alma tiene su camino real e ideal. Creo que una sabe quién es cuando sabe lo que quiere y va se construyendo poco a poco, con ayuda de los demás y con los ideales y materiales que le va ofreciendo la vida. Un abrazo enorme.

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    1. Avatar de elrefugiodelasceta
      elrefugiodelasceta dice:

      Muchas gracias Esther. De hecho cuidado con esa voluntad de acero que pretender construir puentes que no se sostienen. Tiene que ser fácil y suave, salir naturalmente pero al mismo tiempo se trata de cuidado en el tiempo que solo se puede lograr cuando ambas partes están dispuestas a seguir unidas. Los te quiero no se escapan, se mantienen allí, mutando. Un abrazo enorme y siempre agradecida por todo lo que me aportas por aquí y por allá.

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      1. Avatar de Esther
        Esther dice:

        Igualmente, siempre enriquecedor leerte y la verdad es que estoy totalmente de acuerdo contigo, Montse, la voluntad como deseo pero sin la tiranía del ap(ego), y según qué cosa sabiendo ponerle límites, aunque a veces el deseo debe ser de esos de los de estar dispuesta a perder toda una vida en ello, por vocación, por conciencia etc

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    1. Avatar de elrefugiodelasceta
      elrefugiodelasceta dice:

      Beauseant, eran blanditos por dentro pero duros por fuera. Llegar es poner de la parte de uno. Protegerlos es inevitable y creo que forma parte de eso que llamamos «madurar» y bajar al suelo. No todo el mundo es bueno para uno, ni recomendable. ¿Habla el ego? No, habla el cuerpo. No todos los alimentos sientan bien a todo el mundo aunque nos quieran adoctrinar sobre la «dieta mediterránea» y cualquier otra cosa que se haga extensible a tooooooda la población humana. Somos demasiados para creer que a todo el mundo le funciona todo.

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