La emancipación emocional de la mujer: Seguiremos en pañales hasta que no nos demos cuenta de nuestro sentimiento de abandono, la negación de la vulnerabilidad y la alimentación del ego a base de la aceptación de mantras en la redes sociales.

Las mujeres que me rodean son fuertes, implacables y determinadas. Se diría que emancipadas e independientes a simple vista. Profesionales que disfrutan de su trabajo, carreras brillantes, deslumbrantes, centelleantes. Inteligentes e íntegras, no hay en ellas ni un ápice de mosquita muerta.

Mas Dulcinea quedó atrapada entre las líneas del Quijote y, sobre ella, se cerraron los duros lomos del libro de la vida. La cara vista siempre es de acero, como la mía. La cara oculta tiene otra melodía, melancolía. Nada es lo que parece, sino lo que no parece ni perece y padece en un aullido silenciado.

«Dime de qué presumes y te diré de qué careces». «La penitencia se lleva por dentro» o no se lleva, se nos lleva. Entre las cuatro paredes de sus hogares, mora la demora y el drama. Cada una, aguarda que llegue el día en que sus sueños se harán realidad. Pese a los destellos cegadores, hay una espera. No sé a qué responde, pero amaga algo indefinible cuando una ha cavado lo suficiente para ver la caja de Pandora.

Una ausencia de padre desprende su aroma en todos los relatos que me llegan. Asoma la carencia por el quicio de la puerta de entrada. Aroma de falta que se huele y que duele tanto como lo que se trata de enmascarar. Ni perfume, ni maquillaje son capaces de desviar la atención porque ahí está la penuria desgañitándose sin necesidad. Con una simple mirada basta y, como dicen, a buen entendedor…

Las vidas adultas de estas mujeres se tornaron de acero. La emancipación femenina es un «sí» pero no, todavía no. Se hace patente la falta de figura masculina en todas sus elecciones vitales porque ellas aprendieron, nosotras aprendimos, a ser mujer y hombre a la vez. Aprendimos a no depender, a proveer para y por nosotras mismas. Creímos aplicar el «si nadie me lo da, me lo doy yo» y, de nuevo, sí pero no, todavía no. Ya no dependemos económicamente de ellos, eso quedó en un pretérito remoto de remate (demos gracias), pero siento que queda un remanente de necesidad en el fondo del vaso. Una necesidad que nos empecinamos en negar fruto de la ceguera o del no querer remover las aguas pantanosas porque apestan.

¿Por qué seguimos persiguiendo relaciones como el que caza mariposas de fantasía? ¿Por qué continuamos perdonando lo imperdonable, tolerando lo intolerable como lo son las flagrantes faltas de respeto, los malos tratos, la mentira u omisión? ¿Por qué nos empecinamos en cambiar al que no cambia por interés personal, en atrapar al menos adecuado de todos, al emocionalmente indisponible, al que se interesa intermitentemente, al que viene, toca y se va? ¿Por qué le cantamos a la luna sonetos de un dolor que no son correspondidos o suspiramos por los veinte poemas de amor y una canción desesperada?

Habría que haber conocido al tal Neruda porque andan las redes llenas de lo que llamo pornografía emocional que son esos personajes que escriben directos al TÚ apelando CLARISIMAMENTE a esa enfermedad del alma de transmisión sexual. Hace tiempo que dejé de leerlos porque me provocan vómito y diarrea al mismo tiempo y solo tengo un váter y me da asco meter la cabeza donde antes posé el culo.

Vendría a ser algo así como:
«Me provoca tu piel, sigue tu aroma clavado en mis sábanas y tu recuerdo me persigue. La punta de mi pene llora y se vierte su reclamo en esos abrazos en los que nos fundimos. Se resguardan del frío en la morada que lleva tu nombre, bla bla bla, te quiero, te amo, mi diosa, mi reina, mi todo, eres un sueño y más bla bla bla»

A mí me ponían estas cosas, ahora que veo de dónde sale todo esto, me siguen poniendo, pero enferma.

¿Por qué, si fuerzo un poco, negamos la evidencia de nuestra necesidad?

Por protección, obvio, y por orgullo y por ego y porque aprendimos un mantra que cayó como una manta arropando el dolor: «Yo no necesito nada de nadie». Creedme que fui de la liga anti-necesidad, la más emancipada de todas y la más sumisa por mucha vergüenza que me dé admitirlo. Humillación pública da fe de ello.

Al lema «yo no necesito nada de nadie» le seguía una coletilla «pero quiero». La mierda se confunde con las heces, son lo mismo, pero dicho de otro modo. ¿Qué quiero? Compartir, un hombre de verdad (¿Qué significa eso? Todavía no lo sé), vincularme, protección, cuidar y que me cuiden, aprobación externa, que mi vida tenga sentido (algo imposible si eres nihilista), arrumacos, sentir, sentir, SENTIR que la vida son dos días, carpe diem, vamos vamos que se nos hace tarde…

No hay más ciego que el que no quiere ver y estamos tan sometidas a eso del empoderamiento femenino que el mensaje empaña el ruido de fondo. El ego se instala, se alimenta de mensajes futiles que aparecen por doquier y que en sí no significan absolutamente nada. Son la punta del iceberg que, como en el caso del autoconocimiento, esconden un tortuoso camino hacia uno mismo, pero obtenemos en una frase el resultado final de la autoindagación de otros sin pasar por el dolor propio que implica llegar a esas conclusiones. Así es imposible comprender con el cuerpo, hay que vivirlo y no aceptar que «hay que dejar de ser uno mismo para convertirse en el no-ser». Es ridículo pretender estar en vías de desarrollo cuando nos alimentamos de frases prefabricadas por otros, manipuladas en pos de conseguir un brillo personal que nada tiene de luz y mucho de sombra.

Son estas palabras mías y solo mías, de nadie más, cada uno debe buscar las suyas propias y comprobar y vivir y experimentar y procesar todo esto para saber si es válido para su persona.

Cubrimos la herida con creencias fruto del adoctrinamiento: «trabajo, luego soy independiente».
Si te lo crees, pero llegas a casa y tienes a un maromo en chándal rascándose el culo y oliéndose la mano después y no le dices «vete de aquí cerdo apestoso», trabajas luego eres esclava con apariencia de emancipación porque no puedes, sabes o quieres confrontar al marrano. Es gráfico y una metáfora no tan metafórica.

Evitamos la verdad con el teatrillo de femme fatale en busca de folleteo. Un fast-dust para sacar al cuerpo de penas inundándolo de otras penas porque él, el pene, se va y tú permaneces y también el dolor que intentaste tapar a base de arremetida y fogosidad artificial. Naturalmente que hablo para un grupo de mujeres, las que adolecen de lo mismo que yo, que me consta que no son pocas.

Al final, perpetuamos el modelo de roles desde otra perspectiva. No basta con salir a la calle en pelotas a protestar por un lenguaje inclusivo, de hecho eso no sirve para una mierda si sigues anhelando un AMOR que no llegará nunca porque:

1. Has romantizado la idea de amor
2. Buscas a tu padre en otro hombre que te quiera y así sanar la herida original
3. Niegas que buscas a tu padre en otro hombre pero tus relaciones son un fracaso
4. Niegas todo lo anterior

Para llegar a la verdadera emancipación, hay que abrir herida, hay que estar dispuestas a sangrar y hurgar con el dedo en busca de la fuente de dolor. No sé, todavía, cómo repararlo ni si tiene remiendo o quedará allí el recuerdo anquilosado en forma de cicatriz con cierta sensibilidad al tacto. Me temo que será lo segundo porque la estoy sintiendo recordarme lo que no debo hacer si no quiero atizar el fuego de la desesperación. Que sirva entonces para alejarse de todo lo que la provocó.

Mañana la segunda parte, o no. Mañana lo que me dé la gana.

7 comentarios en “La emancipación emocional de la mujer: Seguiremos en pañales hasta que no nos demos cuenta de nuestro sentimiento de abandono, la negación de la vulnerabilidad y la alimentación del ego a base de la aceptación de mantras en la redes sociales.

  1. Avatar de enelmovimiento
    olgahoras dice:

    Vaya, no había leído por la blogosfera algo tan espontáneo y tan «atractivo», si puede decirse así (no se me ocurre calificativo). Me gusta leerte. Te comento una cosa, por alguna razón no me salen tus publicaciones en el lector. Las veo porque me salen notificaciones. Saludos y gracias por compartir:)

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    1. Avatar de elrefugiodelasceta
      elrefugiodelasceta dice:

      Olgahoras, en cuanto a que no te aparecen las publicaciones… a veces pasa, a mí me pasa con algunos blogs que sigo desde fuera. No pasa nada, cuando te apetezca, aquí está el mío. Gracias por tu comentario, espontaneidad… bueno, es mi manera de relatar, el encorsetamiento forma parte de un siglo que ya expiró. Un abrazo y gracias por leer y compartir!

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  2. Avatar de Esther
    Esther dice:

    Lo más gracioso Montse, es que el mismo Don Quijote sabía que Dulcinea era solo una idealización, no una mujer de carne y hueso, que le servía a él, como a los poetas, como escusa, como sujeto de sus versos, o de su enamoramiento. Aldonza Lorezo, la también ficticia real era «moza de chapa, hecha y derecha y pelo en pecho» capaz de «sacar la barba de lobo a cualquier caballero andante o por andar». No por nada fue la madre de Cervantes y sus hermanas, con su trabajo y esfuerzos, consiguieron reunir los dineros para liberar a su hermano y a él del cautiverio en Argel. Fueron mujeres libres y trabajadoras. Lo que quiero decir es que nada tiene que ver Dulcinea con las mujeres «reales» que conoció y defendió Cervantes en su vida y en sus obras. Lo que nos pasa a algunas mujeres hoy en día, me incluyo, es que somos nosotras las Quijotes y nos echamos al mundo en busca de caballeros desvalidos, raros, extraños, rompecabezas o rompecorazones, y una vez idealizados, los queremos salvar a nuestro gusto, a nuestro «ideal» ya sea según padre, abuelo, héroe de versos, de fábula o de circo y ¿cómo no nos vamos a dar de tortas como Don Quijote? Estamos para que nos salven, pero no, ¡qué va! Lo mejor es abrir los ojos a la conciencia, a la herida, y lamérsela. Claro que necesitamos muchas cosas, cariño, apoyo, complicidad, amistad, sexo, alegría, etc, etc, y se puede exigir, no somos islas, cada una lo que crea que necesite. Pero también es importante poder estar satisfecha en lo cotidiano, tener un deleite en la vida con o sin pareja. Quizás me contradiga pero es así como yo lo siento, lo pienso, lo veo. Geniales tu reflexiones, muchísimas gracias por incitarnos a pensar. Un abrazo enorme!!!

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    1. Avatar de elrefugiodelasceta
      elrefugiodelasceta dice:

      Mujeres libres y trabajadoras… un oxímoron graciosísimo. ¿En qué momento nos confundieron?
      Dulcinea es una efigie, un ideal por eso quedó presa entre la líneas de su propia historia. Y sí, necesitamos porque somos seres sociales ante todo. No podemos existir los unos sin los otros, pero podemos llegar a tomar consciencia de la necesidad, aprender a reconocerla y de alguna manera mantener un contacto más real con ella y no disfrazarla de bondad. Quiero sexo, pues no lo llames amor. Quiero cariño, pues no lo llamemos X. Es difícil llegar a hablar sin tapujos, principalmente porque ni siquiera nosotros mismos sabemos exactamente lo que es. Tampoco sé si hay manera de saberlo. De momento la meditación y la honestidad brutal conmigo misma (hasta donde llega mi capacidad de asumir mi egoismo) son lo mejor que he encontrado . Y luego, de aquí, de la aceptación sin juicio, aparecen nuevos hilos de los que tirar.
      Gracias a ti Esther por compartir desde tu vivencia. El valor de la experiencia es inconmensurable.

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      1. Avatar de Esther
        Esther dice:

        Jajaja, a mí no me parece oxímoron; nos venden la libertad como algo totalmente desligado y es todo lo contrario, es la libertad una experiencia totalmente relacional, y entre sus relaciones está la del trabajo pues trabajo cuesta el despegarse, crecer e ir ganando autonomía. Otra cosa es que te quieran vender la moto de lo que yo llamo las tres «bes»: «buena, bonita y billetuda» y nos lo creamos, me refiero a eso de ser la Superwoman. No, ni soy una Superwoman ni nunca quise serlo; trabajo no para tener habitación propia sino para tener la libertad de tener una vida propia que es para mí mucho más importante. Besos ;)))

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      2. Avatar de elrefugiodelasceta
        elrefugiodelasceta dice:

        Pues viéndolo como tú es mucho más aceptable el trabajo! Supongo que, como todo es una cuestión de perspectiva. De superwoman nada lo que pasa que eso de trabajar para tener derecho a respirar, no me acaba de cuadrar, especialmente porque nuestros ancestros milenarios, los recolectores cazadores, trabajaban un par de horas al día y dedicaban el resto al Spass. Lo leí en «Homo Sapiens. De animales a Dioses». Claro, no estuve nunca allí pero me parece lo más lógico. Una vez que terminas de satisfacer las necesidades del cuerpo, ¿Qué más trabajo hay? Eso es que vivimos demasiado tiempo… Un abrazo morena!

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