Escribo con la pluma en la mano y la flor en la piel
desollada, sigo desoyendo, mas sigo escribiendo
describo preñada de sueños de otros, otrora míos
me empujan anhelos que remiendan desilusiones deshilachadas
paro hilos que hilvanan soledades alumbradas en las sombras
nacimos muertos, ciegos, tuertos.
Y con la luz apagada en este funesto entuerto,
surge la refulgencia de una llama casi mortecina
y en este salón que ya a nadie espera
hay un eco que se estrella y sin cortar el aire degüella.
De repente, una sibilancia sibilina serpentea susurrando:
Soledad solitaria
Soledad ajada
Soledad intempestiva
Soledad arrolladora
Soledad oscura
Soledad que cura
Soledad soleada
Soledad arrulladora
Una mano que mece y que no desmerece
un retiro cóncavo que acoge y regoge
este imaginario con pinceladad de realidad,
esta realidad con cincel de imaginario
¿Y qué más da?
solitaria, ajada, intempestiva, arrolladora
oscura, que cura, soleada o arrulladora
Sea cual sea su apellido, su nombre es siempre el mismo…
El audio…
Soledad oscura, soledad que cura.
Soledad pura. La soledad… ¿siempre perdura?
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De alguna manera sí, nacimos vivimos y morimos solos. La experiencia de vida es muy subjetiva.
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