Se hicieron pareja como quien se hace un traje

La pareja se conoció un año y medio antes de los acontecimientos que nos ocupan. Él era italiano, ella americana. Él apenas chapurreaba el inglés y a ella no se le imprimía el italiano ni a hostiazos. La letra ni con sangre entraba.

Se vieron en un bar durante algún evento de esos que se acostumbran a celebrar en las grandes multinacionales. Se gustaron, hicieron lo que pudieron para comunicarse y él no tuvo más remedio que aprender inglés. Se hicieron pareja, como quien se hace un traje nuevo, a desmedida. Desconozco los pormayores. Las motivaciones tan solo puedo inferirlas y seguro que serán erróneas y fruto de mi propia lectura así que invito a la reflexión y que cada cual se explique el porqué del cómo.

Se mudaron a España por una oferta de trabajo de ella y, no habiendo aprendido más que unas pocas palabras de italiano, se lanzó con el español. Ni qué decir tiene que aquello fue una calamitosa sopa de letras, que ni chicha ni limoná. Como colofón, para coronar el magnífico castillo de naipes, ella parecía tener la sesera agujereada. Sutilmente se lo subrayé y me confesó que había sido diagnosticada con TDA. ¡Hombre, chica, esto se avisa!

Una vez en España sobrevino la anunciada crisis de pareja. Todo el día trabajando ella, sin encontrar trabajo él. Las reiteradas visitas de familiares que iban y venían como Pedro por su casa sin respeto alguno por los que allí vivían. Una independencia de pacotilla, de pendiente en caída libre. La falta de emancipación de ambos no supo poner límites a nada ni a nadie. Tras cada visita se montaba un pollo entre ellos y, como la cosa no iba bien, se compraron un perro. Les tomé mucho cariño a los tres.

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