Quemando etapas: Dejé de saber enamorarme, aprendí a aceptarme y por lo tanto a amar al prójimo.

Me di cuenta de que ya no sabía enamorarme. Era imposible volver a caer presa de la ceguera, del dolor en la tripa, de las mariposas. Tampoco podía sentir la vertiginosa caída libre cuando se me acercaba. Su aliento era un bálsamo reparador más que un catalizador del nerviosismo. A mi cuerpo le sentaba bien el suyo, no sabía por qué, tampoco me importaba. Estaba tranquila en su presencia, era callado, dulce y suave. Le gustaban los abrazos, los besos y las caricias casi tanto como a mí. Al contrario que yo, él vivía despacio, se sentaba a la mesa para comer, cocinaba ligero y se tomaba muy en serio su salud. Era un mar que ahogaba mi tempestad.

¿Qué me había pasado? Ya no existía el desasosiego, en cambio, se había instalado un bienestar perenne que parecía no querer abandonar mi corazón. Era como una onda electromagnética que se extendía por los cuatro rincones de mi cuerpo. Un suave masaje energético me recorría subcutáneamente.

En el mismo instante en que fui consciente de mi tranquilidad, también supe que había perdido la capacidad de enamorarme como solía hacerlo. Aquella parte de mí estaba aunque aletargada por haberla sorprendido maniobrando en las sombras. La cacé moviendo mis hilos y metiendo los dedos en las llagas. Tan fuerte fue el cabreo que me entregué a la ira y ardí. En aquella hoguera dejé que se incendiara el mismísimo infierno y las penumbras se encendieron consumiéndose toda la oscuridad. Si existe realmente el despertar de la consciencia, aquel fue el día.

Quizás nunca más podría caer presa de la estupidez que confiere el «amor» a su huésped. Como si de una enfermedad se tratara, la infección ya no me afectaba. Era inmune al veneno de las flechas de cupido. Lejos de sentir pena, sentí alivio. Todo se estaba transformando, la llama violeta arrasaba lo viejo y dejaba sitio a esta nueva identidad, más adulta, más independiente y, paradojícamente, más amorosa.

En vez de enamoramiento (en amor miento), aquello era Amor de verdad. El amor de verdad no se viste de gala, ni se recibe con bombo y platillo, está porque es el cemento del Universo y se pone de manifiesto al tomar consciencia de que siempre estuvo presente y no ausente. Comencé a comprender la realidad desde la abundancia y no desde la carencia. Empecé a conocerme desde la sombra y no desde la apariencia y así entré en contacto con mis propias limitaciones, aceptándolas, mimándome, cuidándome y alejando todo aquello que no me convenía.

Desarrollé una compasión hacia mí misma y, desde aquella novedosa manera de comprenderme y de escucharme, nació la aceptación y con esa misma aceptación recibía al otro, sin expectativas. Aprendí a no juzgarme, a no torturarme y a aceptar que no quería estar sola el resto de mi vida pero que tampoco quería estar con cualquiera a cualquier precio.

Mi vida me gustaba muchísimo. Era tranquilamente intranquila, siempre había necesitado un factor de crecimiento personal. El estancamiento era una muerte lenta, segura y también una neurosis mía así que, una vez al mes, removía la mierda del pasado. Cada vez apestaba menos. Cuando aquello ocurría, los días posteriores solían teñirse de miedo, de rabia y finalmente de tristeza. Los efectos colaterales de la coctelera emocional se prolongaban hasta pasados siete días. Luego se digerían y, finalmente, se iban integrando ciertas partes de mí, otras se iban por el desagüe. Me fui completando cada vez más y comprobé que ni estaba loca, ni me faltaba nada ni siquera un tornillo. Era tan solo una persona más en este vasto mundo que había elegido sanar mis heridas, estar muy presente en el aquí y el ahora y madurar de una vez por todas.

Y es que los que se consideran a sí mismos completos, no exigen nada. Dejé de necesitar, también dejé de necesitar comprender y remover compulsivamente. En los días más oscuros, vuelven ciertas pulsiones, supongo que uno no puede estar limpio de uno mismo porque entonces sería solo consciencia y estaría en otro plano.

De momento estamos aquí y ahora, veremos por dónde nos llevan los acontecimientos de la vida que con su arrebatadora sonrisa y su mirada multicolor me susurra que aquí sí es.

10 comentarios en “Quemando etapas: Dejé de saber enamorarme, aprendí a aceptarme y por lo tanto a amar al prójimo.

  1. Avatar de Patricia
    Patricia dice:

    Lo has explicado perfecto.Me veo en tus palabras y en esa idea de que necesitamos estar «sucios» impregnados de nosotros mismos puesto que sino seríamos conciencia pura y estaríamos en otra vibración energética distinta. Un besote 🤗❤❤

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    1. Avatar de elrefugiodelasceta
      elrefugiodelasceta dice:

      Gracias Patricia, la suciedad es hasta cierto punto necesaria, por lo menos tal es mi experiencia en esta dimensión. Yo vine a retozar en el lodo para darme cuenta de todo lo que no soy y echar marcha atrás…
      El que se dice puro está más empanado de mierda que los que saben que son impuros.
      Otro besote para ti! Bonita!

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    1. Avatar de elrefugiodelasceta
      elrefugiodelasceta dice:

      Para mí sin duda el tiempo de calidad y el contacto físico. Luego quizás recibir obsequios pero no materiales por eso lo cuantifico en tiempo de calidad. Me gusta mucho hacer regalos y sorpresas para que los otros tengan una pequeña alegría cotidiana. No son grandes cosas y al mismo tiempo lo son. Y tú?

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  2. Avatar de Sheila Ortiz Terán
    Sheila Ortiz Terán dice:

    Me identifico. Mi historia es otra, pero hace tiempo me cuestiono por qué perdí así la capacidad de enamorarme o de dar con alguien a quién amar. No es cuestión de salir a boliches o hacerse un tinder ni de destino. Yo soy muy consciente de mi sombra y algunas veces entiendo que no todos están dispuestos a quererla y por lo tanto también me alejo. A su vez, mi sombra no quiere querer a cualquiera, mi luz mucho menos.

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    1. Avatar de elrefugiodelasceta
      elrefugiodelasceta dice:

      ¿Por qué perdiste la capacidad de enamorarte? Quizás, en mi caso es así, es que sencillamente tal enamoramiento está provocado por un cóctel químico molotov que destruye la capacidad intelectual de ver más allá que lo inmediato. Como dice Miriam Rojas, hay que ponerle inteligencia a esos momento de enamoramiento, con lo que disminuye la intensidad o, mejor dicho, se equilibra la estupidez. Sigo sintiendo los síntomas del cuelgue pero no me dejo llevar por ellos como antes. Para mí se trata de un avance, poner la mente al servicio del cuerpo y del bienestar futuro.
      Ahora decido a quién amar y antes sencillamente me dejaba arrastrar. Ni tinder, ni tender, ni discotecas. Cuando estás preparada, llega y ves que está ahí desde hace mucho tiempo pero que no lo veías porque no estabas abierta a la experiencia. Es solo mi manera de verlo. Un abrazo y gracias por compartir.

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      1. Avatar de Sheila Ortiz Terán
        Sheila Ortiz Terán dice:

        Me gustó mucho tu respuesta. Je, je, de hecho me ha sucedido eso. Creo que siempre ha estado delante y no lo veo y digo: ¿pero quién es si apenas conozco gente? Perdí esa capacidad cuando destruyeron mis sentimientos desde varios ámbitos, es decir, no hablo de amor de pareja, hablo de amistad, familia, y todo. Cuando sos traicionado y quedas en el abismo, para poder salir solo podes poner como decís «la mente en función del cuerpo» y en esa escalada para salir a la superficie del inmenso pozo, lanfopamina y la tontera se le llenó de realidad y dejé de sentir tanto. Me engatucé demasiado con mi soledad y quizá solo con ella gozo de un amor eterno. Pues en ella aprendí a amarme y ahora toda persona me sabe a poco, además de no tener tanta dicha de conocer gente muy buena y de valores buenos. Así que no me presiono y pienso que esto que vivo es necesario para evolucionar. Un abrazo 🫂

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