Os presento a los que fueron mis gatitos. De izquierda a derecha: Botero, Cacatwix y la señorita Trixie. Falta Pompón que murió por capullo y por ser un ochazo de libro.
Me parece increíble. La ansiedad está en boca de todos, pero cuando pregunto nadie sabe decirme exactamente lo que es. Solo se conocen sus manifestaciones. Busco información, leo mucho, muchísimo, pero nada es concluyente. Así que me dispongo a indagar en mi propio cuerpo, es la única solución, experimentarlo y dejar que sea lo que es.
De mis pesquisas se derivan observaciones que comparto por aquí, por si a alguien le pueden servir. Está siendo un camino lento en el que me veo forzada a cultivar esa paciencia que no tengo. De la chistera salen también la compasión, el amor, la comprensión. Al final resulta que amarse a sí mismo es mirarse con cariño, muy dentro, estar con uno mismo sin querer salir corriendo a la más mínima incomodidad. Están siendo unas semanas infernales, terriblemente molestas, pero estoy dispuesta a encontrar respuesta a esta sensación de… Picazón, quemazón, necesidad en la boca del estómago.
Así es para mí la ansiedad. Un ligero aunque constante estorbo en la zona del estómago. Es como un boquete, lo reconozco porque siempre ha estado ahí. A veces no le presto atención porque me distraigo e intento aplacarlo con cualquier mierda que haya sido inventada por otro ansioso incapaz de sentarse consigo mismo. Veo a la sociedad plagada de «cosas» para huir. Duele, incomoda, pero no mata.
A veces, cuando intento sostenerme sin hacer nada, ni siquiera meditar porque en muchas ocasiones siento que la propia meditación es una actividad más para huir (nótese lo retorcido que llega a ser el cerebro), las piernas se me electrizan y el cuerpo quiere moverse. Tengo ataques de electricidad en las extremidades. Jodidísimo. He descubierto también que entre meditar para huir y meditar conscientemente hay un abismo. Una cosa es escapismo y la otra es indagación. ¿En qué se diferencian? En la consciencia que se le ponga. También esta conclusión forma parte del camino. Meditar porque es lo que dicen que hay que hacer es una gilipollez tan grande como ir al gimnasio, tener hijos, comer o consultar IG. A veces se hace necesaria la huída, pero conscientemente es señal de que se está mejorando.
A veces, sencillamente no puedo sostenerla y entonces cedo conscientemente a la necesidad de «hacer algo». Un día es limpiar, otro es salir corriendo a reventar la pesas con los gymbros y por las noches es comer y colgarme de Instagram mientras estoy consumiendo algún podcast en youtube. Consumir. Consumir mientras hago otra cosa. Todo para no sentir la incomodidad de la boca del estómago.
Miro a mi alrededor y veo una sociedad de colgados. Todos con las cabezas sumergidas en los dispositivos. Me gusta mucho contemplar las personalidades en la sala de deporte, por ejemplo. Entre serie y serie, consulto…¿Qué cojones consultas? ¿La tabla de ejercicios de la app que te dice qué tienes que hacer? ¿Entre serie y serie? Joder, memoria de pez.
Estamos colgados. Me molesta ver a las personas tan pendientes de la galería. ¿Por qué coño me molesta tanto? Porque yo también, #metoo. No puedo criticar, soy parte de ese sistema. ¿Cómo he llegado hasta ahí? ¿A qué responde ese consumismo? Elusión, ilusión. Me piro de eso y para ello solo me queda mirar dentro y sostener la compulsión de abrir IG o de comer o de salir corriendo a la más mínima. Y lo más importante, no quiero a nadie cerca de mí o en mi vida que lo haga. Si yo puedo, todo el mundo puede.
Algunas observaciones:
Me pasa especialmente por las noches. En realidad está presente todo el día pero como ya comenté en otro post (POST en cuestión sobre la compulsión), es por las noches cuando se hace más palpable porque los inputs de fuera disminuyen. De repente el sistema nervioso empieza a sentirse acorralado.
La sensación es de nerviosismo y hay una «cosa» en el cuerpo, en la boca del estómago, que me provoca malestar. Es eso, un pequeño nerviosismo. Ahora sé que para no estar conmigo y con él, me pongo a «hacer cosas», siendo comer la más fácil, pero puede ser mirar IG mientras consumo youtube a la par que hago una tercera actividad (no sé cual). Necesito una sobreestimulación de la atención para evitar sentir eso de fondo.
Me doy cuenta de que incluso los pensamientos están dirigidos por esa sensación. Gracias a la observación de los pensamientos veo el patrón de los mismos. Sin tener absolutamente nada que ver los unos con los otros todos llevan una misma dirección: Saciar el vacío. ¿Qué vacío? ¿Qué vacío?
Eso que siento en la boca del estómago es el vacío que unos llamaron fértil (y que yo llamo hijo de puta). Me pongo a pensar y ese vacío es el agujero negro del que ya hablaba en mi adolescencia. Ese vacío es la sensación de carencia, de insuficiencia, de necesidad. Ese es el origen de la neurosis que todos tenemos. LA CARENCIA ilusoria que está instalada en el campo energético de todos nosotros. Forma parte del inconsciente colectivo. LA INSUFICIENCIA.
Depende de cómo cada uno interprete esa carencia y cómo trate de rellenarla tendremos el famoso eneatipo.
De momento mi experimentación de semanas ha llegado hasta aquí. Recuerdo que es MI experimentación, no es transferible aunque a alguien le puede resonar.
¿QUÉ HACER?
Precisamente NADA. Nada, no hay que hacer nada. Tomar consciencia, observar muy de cerca los movimientos que tenemos con el ojo puesto dentro. La pregunta clave (y haré post sobre ello) es ¿PARA QUÉ? No por qué, sino para qué hago lo que hago. No hay un porqué, sino un para qué. ¿Qué tratas de conseguir con esa acción? Hay un beneficio asociado a cada uno de nuestros pensamientos y de nuestras acciones así sea alimentar la historia de ser lo que pensamos ser.
Aviso que las razones pueden ser muy inconscientes. Solo la honestidad y la humildad del que realmente quiere cambiar llevarán a materializar un cambio. Si ya te está bien como estás, si no tienes problemas con eso, pues también está bien. Cada uno tiene un propósito. El mío es, desde luego, muerte y transformación. Llegar al fondo del saco de mierda y cambiarlo todo. Mucha oscuridad es la que tengo y, de ahí, mucha luz es la que estoy dispuesta a aportar.
A quien le interese.
Me dice que ‘lo siente, pero el comentario no ha podido ser publicado.
¿A qué puede ser debido?
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No sé, yo sí veo tu comentario y he mirado a ver si alguno se había quedado sin aprobar. No veo ninguno. A veces a wordpress le da por repetir comentarios o bien sencillamente por dejarlos en aprobación. No es este el caso. Gracias.
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Ahora sí. Repito el comentario de antes.
Tienes razón en todo. He tenido ansiedad (siempre la tendré), pero dentro de lo que cabe es llevadera. Para mí la ansiedad es la sensación profunda de ‘que no sirves para nada’ y de que ‘tienes la culpa de todo’.
Paso el artículo a mis nietos (que también la tienen), a ver si tenemos suerte y te leen.
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Ostras! Pues me alegro muchísimo que te haya servido. Tenerla es algo social. Estamos educados para tenerla pues al estar ahí sentimos la insatisfacción perpetua y al final la vía rápida es la del consumismo. Esta sociedad se mantiene gracias a nuestra neurosis. Dicho sea de paso, interesa tenernos subyugados, en la compulsión porque así, no somos libres y nosotros mismos cedemos nuestro poder.
Por no hablar de la industria farmacéutica que se pone las botas a costa de la ansiedad. Una pastillita por aquí y otra por allá. El lobby del azúcar vendiendo futura diabetes a discreción compinchado con el lobby farma para vendernos el próximo milagro anti azúcar. Me parece todo una locura, de verdad. Estamos desquiciados. Y lo único que tenemos que hacer es aprender a vivir desde el amor hacia nosotros mismos. Es necesaria la reeducación emocional y para ello las ganas de vivir de otra manera.
Gracias de nuevo por tu comentario!
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Me ha encantado la foto de familia 🙂 No sé si curan la ansiedad, pero contemplarlos me ha relajado.
La necesidad constante de pensar, de hacer cosas… Sí, a veces es mejor no hacer nada, llenarse de pastillas tampoco ayuda, tapan pero no arreglan.
Un abrazo
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