Derribando una creencia del inconsciente colectivo: Necesito un testigo de mi felicidad porque si no, es inexistente. Frase matadora de «Into de the wild», «La felicidad solo es real cuando se comparte».

Me cago en todo este rintintín de mierda que vamos arrastrando desde que al hombre le pareció que había perdido algo por el camino. Una de mis películas favoritas «Hacia rutas salvajes» esconde también uno de los problemas nucleares de mi neurosis y sospecho que de la neurosis colectiva. No digo que la película sea tóxica, ni mucho menos. Solo observo que la frase, sacada de contexto viene a fortalecer uno de los preceptos que sirven a la compulsión colectiva. Y de nuevo, fuera de encuadre, cualquier cosa puede parecer una locura.

Toda mi vida me he obsesionado con tener pareja y naturalmente LO HE NEGADO porque nos dicen que las mujeres somos super independientes y tenía que alimentar la autoimagen de fortaleza e imperturbabilidad porque eso es lo que me ha ayudado a sobrevivir hasta ahora. Como suele pasar con cualquier negación de la evidencia y rescato una esclarecedora frase de Jung «lo que niegas te somete, lo que aceptas te transforma», no tengo pareja y las que he tenido han sido elegidas desde la carencia y la creencia limitante de que «yo sola no soy suficiente» y que me falta alguien para estar completa.

Como vengo exponiendo desde hace algunos meses, hay una sensación de carencia en lo profundo del ser que tratamos de parchear por todos los medios disponibles. Una sociedad donde la distracción está asegurada a golpe de click, donde mirar hacia dentro es profanar al Dios del consumo compulsivo, nos pone en bandeja de plata la pastilla azul (¿o era la roja?) para que sigamos el desenfrenado «tirar pa lante» sin reflexión.

Hacemos las cosas por hacer o porque se nos ha dicho que eso es lo «lógico» y «lo que debe ser». Nos juntamos en relaciones desde la carencia, desde esta sensación de que «sola no soy suficiente o no valgo o no merezco amor» y el primero que nos «acepta» o nos mira o nos da la sensación de que nos acepta y nos mira, le tenemos en mayor estima y nos forzamos a verle las gracias. Años después, al revisar la lista de supuestos apuestos, no comprendo el encanto que me encandiló. Obviamente, lo que sea que me llevara hasta esa persona, ya está trabajado y por eso ya no despierta nada en mí.

Pero en su momento el taladro mental invocaba a la desgracia propia ¿Quién me va a querer a mí, si secretamente, soy bla bla bla? El mirar no es ver, cuidado. Son dos verbos completamente diferentes. Mirar es no poner atención a lo que se cruza en nuestro campo visual. Ver, en cambio, es poner la atención, la profundidad y la indagación al servicio de la mirada. Y otra cosa importantísima: NO ME PUEDEN VER SI YO NO ME MUESTRO y no me puedo mostrar si antes no he hecho un trabajo de autoexamen introspectivo.

Los que nos aventuramos en las catacumbas de nuestra propia oscuridad sencillamente porque llega el momento en que se hace IMPOSIBLE seguir viviendo con uno mismo y no quedan más que la espada o la pared, con voluntad y testarudez capricornianas llegamos al núcleo del agujero negro que es la sensación de «Falta», «carencia», «insuficiencia» del ser propio. Repito y repetiré hasta el final de mi existencia que el descubrimiento de uno mismo no es cuestión de un par de días, cuatro retiros de meditación y siete gilipolleces mainstream. Es un proceso lento y doloroso de DESTRUCCIÓN y RECONSTRUCCIÓN no apto para pusilánimes, perezosos o acomodados. No, no todo el mundo tiene que pasar por la caza y evaluación de la propia sombra. Cada cual tiene su propósito de vida e, igual que hay caniches y pit bulls, hay humanos y humanos. Cada alma resuena con una frecuencia determinada y aprender a escucharse es elegir la senda por la cual caminamos.
Si has llegado hasta aquí es probable que compartas alguno de mis dolores, si no, ya habrías cerrado la página y pasado a alguna otra actividad más lucrativa para tu ego.

El «Yo no soy suficiente» adquiere modalidades diferentes en función del tipo de carácter de la persona y ya vimos que el carácter se va forjando a lo largo de los primeros 6 años de vida. Otras modalidades: «No soy normal», «Hay algo roto en mí», etc.
Quiero dejar claro, y por eso es tan difícil ver la carencia, que no se trata de un pensamiento que aflore de manera tan clara y obvia sino que es un pensamiento que se esconde tras toda una serie de comportamientos automáticos que se llevan a cabo para precisamente no llegar al dolor de darse cuenta de que lo que nos pasa es que nos sentimos insuficientes.

Algunas conductas asociadas, por poner unos ejemplos básicos y manidos, pueden ser:
1. El intento de agradar constantemente a los demás y, por ende, no saber lo que uno siente. ¿Qué pasa si no me aceptan porque «no soy suficientemente…»
2. El consumo compulsivo de cualquier sustancia así sea adictiva o no. La bebida o bien la comida incluso Internet. Cuando uno no sabe qué hacer, echa mano del móvil y se pone a revisar sus redes… ¿Desde cuándo esperar en la fila del súper se volvió tan insoportable que tenemos que ausentarnos de la incomodidad que ello representa?
3. Juraría incluso que el hecho de tener mascota sirve para proyectar en ella la compañía que no sabemos hacernos a nosotros mismos.
4. Actividades vacías como quedar para tomar algo con los colegas que no son amigos pero sirven para distraerse un poco de nosotros mismos.
5. Ni qué decir tiene que Netflix y compañía cumplen maravillosamente bien el propósito de enajenarnos a la par que van reforzando las creencias de fondo ya presentes y sembrando, si cabe, más desgracia y soledad para seguir alimentando al sistema capitalista a base de «deseo».

Para darse cuenta de lo que hacemos automáticamente, hay que tener la voluntad de PARAR por un instante y sentir el ahogo que produce el «no hacer nada». Hay un nerviosismo que se expande por el cuerpo.
«Necesito hacer algo», «Necesito moverme» y si no puedo moverme porque estoy determinado a mirar dentro, entonces la mente nos asalta con cualquier pensamiento. La centrifugadora está servida. Lo jodido es darse cuenta de que se está pensando en bucle. La rumiación también es neurosis. ¿Cuál es el contenido de esos pensamientos? ¿Hacia adónde se dirigen? ¿Trabajo? ¿Pareja? ¿Hipoteca? ¿Familia? Da igual, lo que sea, todo está bien porque todo es indicativo de la siguiente capa de profundidad y así, sucesivamente, observar la calidad de los pensamientos es también observar el diálogo interno. Podría apostar a que termina siendo despectivo y atroz con uno mismo.

Y los que repliquen que ellos se hablan muy bien y son gentiles con ellos mismos, que observen cómo realmente se sienten. Cuando el pensamiento, el sentimiento y las acciones no están alineadas es que algo no es real. Hay una incoherencia interna, por eso no es importante decir o callar. El pensamiento emite una vibración a pesar de lo que articule la boca.

EJEMPLO CLÁSICO
No puedo decir que me trato bien solo porque me cuido y hago deporte cuando, sin ganas de ir al gimnasio, me someto de manera atroz a la cantinela de que «Es disciplina y es buena», «es sacrificio». Sí, sí, si eso lo veo, pero la cuestión real es: ¿Cómo eres tú en tu vida? ¿Siempre haces las cosas por disciplina y sacrificio? Entonces tu disciplina y tu sacrificio son neuróticos, son aprendidos, son embutidos y, por ende, no provienen de la esencia sino del ego. Probablemente lo hagas por miedo a explorar lo que ocurriría si no sucumbes al pálpito neurótico. En algún momento aprendiste que no es suficiente con respirar y no hacer nada.
Por otra parte está el extremo opuesto. «No tengo ganas de ir al gimnasio y por lo tanto me respeto y me cuido porque soy complaciente con mi niña interna». Ya, ¿Cómo eres en tu vida? ¿Siempre haces lo que a tu niña interna se le antoja? Entonces tu susodicho respeto es neurótico y una manera de excusar tu falta de voluntad.
Al final lo miremos por donde lo miremos, todo lo que obedezca a un patrón repetitivo es neurosis y compulsión hasta que no nos demos cuenta de la misma y podamos ELEGIR, como ya apuntó el post anterior.

Sea como fuere, comparto algo que probablemente le pase a más de uno y seguro a mucho más de una y cuya conclusión es una razón en sí misma que no depende de nada. Diría que he llegado a experimentar EL AXIOMA original que no se basa en ninguna idea sino en la experimentación.

Me obsesionaba por demás, el hecho de tener pareja. Como soy una tía dura, o esa es una parte de mi ego construído a base de refuerzo positivo, negaba la evidencia que gritaban mis actos.
Encuentro aquí la ilustración de la disonancia entre lo que hago, lo que pienso y lo que siento.
Mis actos atestiguaban de la necesidad movidos por unas emociones profundas de «amor» y necesidad. Sin embargo, la mente dictaba un mantra apoyado por todo lo que nos envuelve: ¿Qué vas a necesitar tú? ¡Tú sola puedes con todo!
Sí y no, lucha entre la razón y el corazón. Nadie me veía dependiente porque esta polaridad estaba completamente negada. El ego alimentado, la sombra alargada y mis actos de incomprensible sumisión iban haciéndome caer más bajo en la decadencia, en la humillación, en la falta de respeto hacia mí misma. En detrimento de la autoestima real, el ego se iba hinchando hasta que el personaje reventó. No había por donde coger las historias.

Mi mente sabe que no me hace falta nada que no tenga ya. Lo básico está cubierto: salud, trabajo, techo, amistades, familia. No obstante una voz seguía quejumbrosa su cántico. Algo me dolía en la boca del estómago. Una sensación desagradable pulsaba y me impulsaba a hacer, a pensar cosas para evitar sentir, como ya comenté en su día.

Con paciencia y horas, HORAS, de terapia y meditación llegué al doloroso origen de la neurosis: LA DICHOSA CARENCIA y ese impulso automático que inconscientemente me hace «hacer sin desfallecer». Me muevo en piloto automático hasta que me doy cuenta de que estoy en la compulsión para no encontrarme con el vacío, con la herida más profunda, con esa que comparten todos los neuróticos: LA FALTA, el «yo solo no soy suficiente porque…» y aquí todo Hollywood y todo el engranaje capitalista alimentando la creencia de que «nos falta algo» asegurando el consumo de masas, el consumo de fármacos antidepresivos para enmascarar los síntomas de algo tan falaz como la propia carencia. Al sistema le interesa tenernos drogados sin jamás llegar al verdadero origen de la compulsión y neuróticos unidos porque sin nuestra sensación de carencia, ellos no podrían vivir.

Pasé por las hercúleas pruebas del camino del jodido héroe y me di cuenta de que cuando «dejaba de hacer» entonces mi mente se ponía en marcha y empezaba la rumiación.
Mi cerebro cambiaba de droga en función del momento del día en el que se hallaba. En vez de comer, follar, beber, fumar, hacer deporte como si no hubiera un mañana, rumiaba. Mi cabeza era como una centrifugadora con un mismo recorrido y las mismas 4 prendas de ropa que ciertamente cambiaban de color, pero nunca de forma. Cada mente tiene sus preferencias en la creación de problemas de diversa índole: la hipoteca, las vacaciones, la pareja, los niños, el trabajo… todo vale en la rueda de hámster. Nada evoluciona. La neurosis no tiene evolución. Entramos en un bucle ya conocido que termina con el agotamiento del más pintado. Para romper con el círculo vicioso del pez que se muerde la cola, pasamos a otra cosa. Reemplazamos el opio por heroína, pero necesitamos la dosis que nos saque de nosotros mismos.

Decidí observar los pensamientos, especialmente por las noches en la cama, antes de no dormir… ¿En qué pienso cuando pienso? ¿Qué sabor tienen los pensamientos supuestamente reconfortantes?

«El próximo tío que venga será el adecuado…», «Este no está mal», «Podría encontrar el amor en cualquier esquina…», bla bla bla…
¡MADRE MÍA! Me di cuenta de que mi neurótico pensar se quedó estancado en la adolescencia. Todavía tenía 15 años emocionalmente en lo que a esto se refería. Ya lo dice el libro «Encuentros con la sombra»: la sombre se queda anclada en un momento de la vida, no evoluciona con nosotros porque no le damos sitio, no la vemos. Por eso, y tiene mucho sentido, podemos observar comportamientos pueriles en adultos cuando aflora la herida negligida, negada, rezada en el inconsciente.
Me di cuenta de la importancia que seguía teniendo aquello de lo que carecía. CARENCIA, siempre la carencia. No importaba cuanto hubiera alcanzado, era incapaz de ver más allá de la escasez porque nunca la había reconocido como parte de mí.
¿Realmente quería un tío en casa? No. La respuesta era un rotundo no. ¿Entonces por qué esta obsesión?

Pues PORQUE ESTÁ INSERTADA EN EL INCONSCIENTE COLECTIVO. Y no es una creencia que dependa de mí o de mi familia. Está expandida por doquier. Es Hollywood, son las multinacionales, es todo cuanto nos rodea, es el sistema entero que nos dice que «la felicidad solo es real si es compartida». ¡Coño! ¿En serio? ¿Qué pasa que mi felicidad y plenitud no vale cuando la siento aquí cada noche?

Según Hollywood no, según mi inconsciente tampoco y os aseguro que es una creencia tan profundamente arraigada que es jodidísima de extirpar. PEROOOOOOOOOOOO tengo el antídoto en contra que ha obrado milagros y no sé exactamente cómo.

ANTÍDOTO PERSONAL, cada cual que encuentre el suyo, el punto cero que no depende de nada.
Mi presencia es suficiente para atestiguar de mi existencia porque mi propósito de vida siempre ha sido (plenamente inconsciente) sacar a relucir lo oculto. Ahora me doy cuenta que no en vano tengo un ascendente escorpio nada desdeñable. Ese es mi camino, siempre lo ha sido. Solo por el trabajo que estoy haciendo aquí y su exposición es suficiente para que mi vida tenga sentido. Solo por el hecho de dar luz a esta parte del inconsciente colectivo mi vida está justificada. No necesito nada más porque estoy en el camino que mi alma eligió.

Desde el punto cero que le da valor a mi existencia, acepto que esto es lo que he venido a hacer y que, de alguna manera, es lo que he hecho desde que a los 8 años decidiera llevar un diario para capturar el momento vital de cada instante de mi existencia. Es una puta locura pero sí, soy suficiente incluso si este escrito no llega a nadie. Soy suficiente y tengo el valor de haber traído luz a las tinieblas y, desde aquí, hacerme responsable de lo mío y de no continuar eligiendo desde la herida, desde la carencia. Solo así se puede cambiar el mundo.

Se cierra la primera mitad de mi vida.
Voy a por la segunda desde la abundancia, la confrontación y el cultivo del valor propio.

5 comentarios en “Derribando una creencia del inconsciente colectivo: Necesito un testigo de mi felicidad porque si no, es inexistente. Frase matadora de «Into de the wild», «La felicidad solo es real cuando se comparte».

    1. Avatar de elrefugiodelasceta
      elrefugiodelasceta dice:

      Gracias Alejandro. Seguro que la vida es más simple, estoy aprendiendo a simplificar pero me cuesta no preguntarme el porqué del cómo, por eso voy a terapia… Un saludo.

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    1. Avatar de elrefugiodelasceta
      elrefugiodelasceta dice:

      Gracias Patricia, lo mismo dicho a Alejandro. Me cuesta simplificar a pesar de saber que la vida puede y de hecho es de lo más sencillo. A ver si la terapia finalmente me lleva a no necesitar justificarlo todo. Un Besote!!!!

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      1. Avatar de Patricia
        Patricia dice:

        La simplificación es un lavado corto,date tiempo,cuando tu mente esté preparada,soltará,no retengas ni te metas en bucle,identifícalo y visualiza que queda a tu espalda…poco a poco 😉

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