Cuando nada ni nadie satisface o acalla ese malestar interno, la metamorfosis se impone. Me remito a tan solo unos años atrás en los que podía suscribir las siguientes palabras:
«Lo que en otro momento me hubiera llenado de júbilo ahora se siente desleído. No hay de dónde agarrarse y tengo la sensación de que mi vida es una caída libre constante. Todo me produce hastío, asco, tedio. Estoy mal en cualquier lugar, entonces me aislo del mundo y no soluciono nada. Con los lagrimales enjutos, no logro conectar con nada ni con nadie. Estoy desvinculada d emí misma. No siento dolor, ni pena, ni alegría. Soy como un muerto viviente errante, una máquina de respirar encadenada a la condena de la repetición. Comprendo a Sísifo y, por muchas respuestas que busque en los libros, las explicaciones no me sirven. Entiendo y, a la vez, por dentro sigue habiendo una desconexión. Hay una lucha entre la mente y el cuerpo a la cual no puedo dar tregua.»
Este fue el discurso que me acompañó casi por más de treinta y siete años. La psicología clásica no ayudaba porque era un «más de lo mismo». Hablar, hablar y revivir el cuento que me contaba sobre lo que había sido mi vida. Probé un psiquiatra, pues llegué a pensar que realmente tenía un problema mental. Tampoco encontré una acogida que me satisfizo. Me di por vencida y seguí respirando y reaccionando hasta que… cuando estuve preparada y toqué fondo, apareció la luz. En aquel momento no me di cuenta y ahora puedo afirmar que me echaron un cable desde «arriba» como siempre había pasado cuando me veía muy apurada.
Empecé a descubrir el eneagrama lo que me condujo a Claudio Naranjo, a Fritz Perls, a la psicología transpersonal y, finalmente, a la Gestalt. Inicié una terapia gestáltica y, si bien las cosas mejoraron ligeramente, sentía que no era suficiente, que para cambiar había que estar en inmersión en uno mismo.
Así, decidí formarme como terapeuta gestalt. Primero para mí misma, para seguir indagando en las emociones que había racionalizado. Me di cuenta de que había vivido desde la mente toda la vida, que había aprendido a pensar las emociones pero que me daba mucho miedo sentir. Estaba emocionalmente indisponible para mí y «como es adentro es afuera», eso se materializaba en el mundo exterior por la sencilla razón de que mi lectura de la realidad pasaba por mi filtro limitado. Esta web tenía como objetivo el de seguir pensando las emociones en vez de atreverme a vivirlas.
En segundo lugar, cuando el panorama vital se calmó y empezó a abrirse el corazón, sentí que todo era posible. Que si una persona con mis luchas internas había logrado calmarse, cualquiera podría hacerlo y así, obtuve la certeza de que quería acompañar a otros a descubrir el portal sagrado del cuarto chakra y ser testigo del florecimiento de una nueva humanidad, más conectada con ella misma, con lo divino y sacral que yace dormido en cada uno de nosotros.
Sorprendentemente, cuanto más cambio iba viendo, más rápido cambiaba. El poder de manifestación se hizo fehaciente cada vez con mayor celeridad. Aprendí que primero hay que creer para poder ver. Entrar en un proceso Gestáltico me dio fe en que existe un campo de posibilidades desconocido aunque intuido cuando todavía la inocencia no ha sido interrumpida. Volver a uno mismo implica regresar a la cuna de la esencia, conectar con la tripa, con el instinto y saber con la certeza visceral (a pesar de no comprender con la lógica) de que el que transitamos es el camino correcto.
Quería hablar de la vulnerabilidad, de la fragilidad, de la esencia, del sentir amor desde la plenitud del que no necesita del otro para completarse. Quería hablar de la responsabilidad en clave de que «nada ni nadie» tiene poder sobre nosotros a menos que nosotros lo permitamos. Algo, que asumía como cierto desde, de nuevo, la mente lógica pero que he tenido la ocasión de experimentar de verdad y, ciertamente, nunca nadie me quiso mal, permití las experiencias que me sirvieron de espejo para darme cuenta de aquello que no quería aceptar de mí. En aquel momento y con mi bajísimo nivel de consciencia, no comprendí lo que ahora sí.
Profundamente agradecida por el trayecto y no dejo de dar gracias a todas aquellas personas con las que tuve los mayores conflictos de mi vida. Ahora que lo sé, el enfoque es muy diferente y compasivo. Cada vez que me siento descentrada primero hago un repaso interno de aquello que esa experiencia me está dando la oportunidad de alumbrar.
Parece mentira cómo un pequeño cambio de enfoque interno marca la tónica de un giro de ciento ochenta grados en la vida.
Ahora, desde el amor, vuelvo a la casilla de salida. Estoy igual que cuatro años atrás y, no obstante, no soy la misma.
Un comentario en “El cambio empieza dentro y se materializa fuera: La crisis existencial es cíclica, recurrente y aparece cuando necesitamos romper el molde que nos ha contenido.”
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