Para los amantes del amor este escrito será motivo de aversión. Para mà misma, yonki de la intensidad, perseguidora de sensaciones fuertes y trovadora de corazones remendados, fue una gran decepción a la vez que una liberación darme cuenta de que el enamoramiento, ese subidón hormonal de feniletilamina del cual hablé hará algo más de un par de años, no es más que un cóctel tóxico para el cerebro.
A dÃa de hoy y habiendo pasado (y sigo en ello) por un doloroso proceso de iluminación de partes soterradas de mÃ, A.K.A la sombra, puedo atestiguar de que, una vez somos conscientes de nuestros puntos oscuros, una vez digeridos, llorados, asimilados e integrados tanto vertical como horizontalmente (en teorÃa y en práctica), dejamos de enamorarnos. Se sueltan los hilos, se corta en seco la energÃa que nos une al otro.
No sé cómo funciona en realidad, pero desde una perspectiva vivencial sà puedo asegurar que nos atrae la misma vibración que la que llevamos inconscientemente dentro. Ahà es donde se despiertan los demonios que deben ser todavÃa alumbrados para recordarnos que somos seres completos y que, en el prójimo, hallamos todo cuanto no somos capaces o no queremos ver en nosotros. Técnicamente nos enamoramos de una proyección de nosotros mismos (lo cual podrÃamos decir que es el colmo del narcisismo), mas en cuanto vemos que esas cualidades o defectos no son únicamente del otro y nos hacemos responsables de ellos, se encienden las luces, cae el telón y la función llega a su fin. No queda ni rastro de las mariposas estomacales.
Por lo tanto, ese frenético y vertiginoso aleteo de los lepidópteros tan conocido por los defensores del Amor, no es más que un velo que disipa la realidad, un meloso entretenimiento atencional más agradable que otros, pero distracción al fin y al cabo. Y recordemos que al sistema le interesa que tengamos la atención ocupada en divertimentos varios, pues asà logramos pasar por alto lo que realmente importa: nuestro bienestar y la capacidad de hallar dentro aquello que sentimos que falta (origen de la neurosis).
Retomar el poder de uno mismo implica adueñarse de la responsabilidad de lo que sentimos y, asÃ, poder elegir entre ceder el mando de nuestras acciones y culpar de las mismas a nuestros semejantes, a Dios, al destino, al Universo o a cualquier ente o fuerza externa, o bien asumir la plena potestad desde la figura del observador capaz de separarse del avatar que encarna.
Desde esta última posición de poder y autorÃa, uno se da cuenta de que «nada ni nadie tiene realmente poder sobre nadie» a menos que la voluntad legitime al otro para tenerlo. A mà me explota la cabeza cada vez que tengo una realización de estas. En realidad nosotros mismos somos los que ofrecemos los hilos intangibles de nuestros avatares permitiendo que otros los manejen.
No hay proceso de sanación, es una ilusión. Los bloqueos energéticos que tenemos y que achacamos a papá o a mamá, al abandono, al rechazo, a hostias en vinagre, no son más que elecciones desde la inconsciencia del adormecimiento. Porque solo creemos en lo que vemos y porque asà nos han educado, con lógica, con rigidez cientificista a base de demostraciones que nos han vendido como avaladas por la ciencia pero que nadie comprende y todos tomamos como axiomas.
Entre creer en Dios y creer en el Big Bang no hay diferencia alguna. Ambas teorÃas son eso. La primera no está demostrada y la segunda supuestamente sà aunque si nos presentaran las conclusiones de tales demostraciones, el común de los mortales que no sabe siquiera mantener un hilo argumental por más de un minuto seguido sin echar mano de creencias erigidas sobre bases falsas que no han pasado por tamiz alguno, no comprenderÃa absolutamente nada y asumirÃa la demostración como válida. No hay diferencia entre la fe en Dios y la fe en la ciencia.
Y ¿Cuál es ese tamiz que sirve de baremo para la realidad y la falsedad?
Por años estuve preguntándome lo mismo y hasta que no descubrà la conexión con el cuerpo, no comprendà que las respuestas están en nosotros. La mente pensante puede demostrar, creerse y programarse para comprender cualquier estupidez sea del calibre que sea. No obstante, el cuerpo fÃsico… es harina de otro costal. Cuando uno sabe, sabe y no hay vuelta de hoja. Lo llaman intuición. Es esa patada que uno siente en milésimas de segundo. Es una liberación corporal que se siente y no se puede explicar.
No existe una verdad para todos, cada uno tiene la suya en función de sus bloqueos, léase heridas. Esos bloqueos son los que hemos venido a trascender y resonamos con las frecuencias que son semejantes. Hasta que no desbloqueamos ese lÃmite, seguimos tropezando con la misma piedra. No hay nada que sanar sino traer a la parte consciente. A veces son bloqueos transgeneracionales cuyo origen esté más allá de lo que podamos imaginar. No importa el qué o el cuándo, sà importa el «aquà y el ahora». ¿Qué te pasa cuando te pasa algo? Y con eso es con lo que se trabaja.
En realidad, y volviendo al origen de este post, el enamoramiento es un subidón hormonal que probablemente en otro contexto podrÃamos calificar de miedo, susto, pavor pues nos nubla la visión de la realidad, nos transporta a otra dimensión, nos ralentiza, nos aletarga, en otras palabras nos idiotiza.
Me falta por experimentar una relación amorosa desde el desapego y por lo tanto todas las lÃneas anteriores son una inferencia de lo que he experimentado con las relaciones de amistad de las que hoy en dÃa disfruto en plenitud y desde la libertad y el respeto del otro. Habiendo hallado mi manera de relacionarme, soy capaz de expresar lo que necesito y respetar mis propios requisitos sin traicionarme o «pasar por el tubo» para ser querida. No, las personas que llegan a mi vida lo hacen desde la misma vibración de libertad y tolerancia porque quien no resuena con nuestra manera de hacer, termina yéndose o alquimizándose.
El dÃa que aparezca el hombre consciente, masculino equilibrado y con mirada introspectiva, confrontativo y disponible, podré verificar lo que hoy dÃa queda suspendido de una teorÃa: Las personas completas, no se enamoran.
PD: Joder, cómo me gusta mi vida. Noche en blanco, silencio, café, un canal abierto y receptivo. Seguramente se puede ser más feliz aunque ahora mismo, no sabrÃa cómo mejorar lo presente. Respiro el momento y lo disfruto. Me enamoro de mÃ.
2 comentarios en “Un ser completo no se enamora: Ya no tiran de las heridas.”
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