Escribir un sueño

Siempre he querido escribir. He empezado un sinfin de libros, guiones, poemas… de todo. He soñado con llegar a ser escritora, ganar un premio y consagrarme como una de las jóvenes promesas de este siglo. Una gilipollez como cualquier otra supongo. Nada es ya sagrado. Me da la sensación que cualquiera puede escribir, cantar, componer porque lo único que importa es estar en el preciso momento en el lugar idóneo. Cada vez que veo o leo lo que hacen/escriben los demás me digo que el mundo se va a la mierda y encima aplaudimos. Lo mire por donde lo mire, el mundo me parece cada vez más vacío, vulgar y barato. Cada vez la suciedad, la polución, la provocación, las palabras inexistente o inventadas, la mala ortografía, los cuerpos y mentes flácidas parecen ganar terreno. Lo realmente auténtico se desvanece, pierde fuerza y se licua en favor de unos conceptos más vagos y desinflados que nos erigen más dóciles. Aceptamos con agrado hacer lo que se nos manda, somos fácilmente educables y maleducadamente obedientes. 

Se tiñen de rebeldía actos que no llevan a ninguna parte, se les da bombo y platillo para desviar nuestra atención de los asuntos que deberían importarnos, precisamente porque son el futuro de una nación que está perdida de antemano en la chuminada popular. Y sin embargo, el pueblo está ávido de trascendencia. A la más mínima se sale a la calle a protestar. ¿Protestar por qué? Por cualquier cosa. Por los derechos de los homosexuales que reclaman la igualdad. Si quieren la igualdad, cosa que me parece justa, que no reclamen por ser homosexuales, eso es discriminación positiva ergo no es igualdad. Que reclamen los derechos por ser sencillamente humanos. Las mujeres siempre están a la defensiva por si hay un comentario machista y de repente, todo el colectivo feminista (no voy a hacer comentario alguno sobre dicho colectivo) se viste de morado y, empuñando algún símbolo fascisto-feminista, sale a la calle a luchar por los derechos de la mujer.  Agenda de actividades gratis hoy en Barcelona: «A las 20.00 horas manifestación por los derechos de las plantas.»  En noticias relacionadas encontramos un artículo sobre el impulso de la economía de proximidad. Es la nueva moda: es más green, de proximidad, Km cero, bio, earth friendly. Es la nueva etiqueta del que está más «inn». Compro productos bio de proximidad, km 0, tan 0 que los cultivan en el techo de mi edificio porque así no llevan pesticidas. No, no llevan pesticidas, sencillamente se nutren del aire de la ciudad que por todos es sabido lo limpio que está. Vivo en una casita fuera de Barcelona porque las grandes urbes están demasiado contaminadas. Nos estamos cargando el planeta. Cada mañana cojo el coche y me dirijo, desde mi casita en las afueras,  al despacho/empresa que, ¡oh sorpresa!, está en el núcleo urbano de Barcelona. Conclusión: contribuyo a seguir contaminando el ambiente. Cerramos los ojos ante esta evidencia pero es como todo. El reciclaje nos deja la conciencia más tranquila y más limpia aunque no tracemos un recorrido sobre nuestros residuos. No importa, yo lo he llevado a reciclar, luego que hagan lo que quieran con eso. Yo ya me quedo más tranquila. Joder, yo también lo hago, es una autocrítica. Dejé mi trabajo calienta sillas en la ciudad, abrí un negocio en el mismo sitio en donde vivo. Dejé la comodidad de mi casa con piscina para mudarme a un zulo de mierda que se cae a pedazos movida por la rebeldía de la juventus y las ganas de contribuir activamente a la mejora del planeta pero visto desde la perspectiva siniestro-oscura que me acecha… es una mierda. Nada va a cambiar sólo porque haga el sacrificio de estar en un zulo y no utilizar el coche para nada, de comprarle verdura al payés de la zona. El mundo se va a la mierda y yo me voy detrás. Todos estamos condenados por el hecho de que la mayoría arrastra a la hecatombre. Ante esto, no hay solución. Y si la hubiera, el mundo entero está demasiado pendiente de las gilipolleces como para dar un giro de 180 grados y dirijirse hacia el lado opuesto precisamente porque dependemos demasiado de las opiniones del resto.

No tengo la solución ni pretendo teorizar al respecto porque las teorías son maravillosas sobre el papel pero a la práctica resultan un desastre decepcionante. Podemos pasar horas debatiendo sobre el fin del mundo pero sólo cuando éste llegue sabremos realmente cómo ocurrirá. Nos pasamos demasiado tiempo recreando escenarios imaginarios futuros, pasados o presentes y olvidamos de apreciar lo que es, lo que hay o lo que tenemos. «¿Y si hubiera hecho o dicho?», nunca lo sabrás porque no lo hiciste/dijiste así que… ¿para qué perder el tiempo en eso?. «¿Y si hago o digo?». Bueno, hasta que no lo hagas o digas no lo sabrás así que HAZLO. «Y si…» Y si nada, easy nada. No digo que no haya que pensar las cosas, sólo digo que hay que intentarlo.

Da igual, me voy por las ramas. Lo que quería decir es que soy una escritora frustrada. Siempre he querido ser pero nunca lo he sido precisamente por esta falta de constacia, compromiso con la causa, falta de arduo trabajo. A la que demanda demasiado tiempo o esfuerzo mental, abandono la causa. Me licuo. La razón principal, no obstante, es porque todo lo que escribo me parece una gilipollez absoluta. ¿Escribir un libro? ¿Para qué? Hay millones de libros escritos, ¿A quién le puede importar una historia más? Releo las líneas que, párrafo tras párrafo, me parecen más vacuas y superficiales y ridículas. Así, abandono lo empezado. Me empeño de nuevo en emprender unos pensamientos a presente-futuro con el objetivo de tener un algo real. What the fuck? Algo y real. Algo irreal, Algo e-real. Y aquí estoy con mi realidad virtual, escribiendo por la pura necesidad de vaciarme. Ya no por nadie, ni para que sea leído ni releído sino porque llevo 3 semanas sin dormir. A mi vida le falta fuelle porque ando perdida por un presente que no es el mío pero que he elegido yo olvidando lo que realmente me hace vivir y ser yo.

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