Me subleva la pusilanimidad. No puedo ver la merma de una persona, la aceptación sin rebelión, la timidez ante las desgracias de la vida. Me resulta corrosiva la falta de valor ante la existencia propia y sobretodo ante la ajena. El no confrontar un problema y dejar que pase de largo pensado que todo se arreglará por voluntad divina me produce indignación. Y me he dado cuenta que, sin querer, tomo parte activa en esta manera de funcionar que no soporto.
El miedo, la angustia y la esperanza hacen que evite el contacto con la realidad y siga luchando por callejones sin salida. Trato de ganar tiempo, una tegua, un respiro, una ilusión renovada. Me gustarÃa ser como antes cuando la conciencia estaba sumida en un profundo letargo. ¡Era todo tan fácil! Tan solo tenÃa que reaccionar ante los elementos en función de como viniesen. Y a la vez me produce repugnancia esta manera de funcionar tan mÃa y de todos. Probablemente lo aprendà en casa o en la calle, quien sabe, son usos y costumbres demasiado expandidos.
¿Cómo lo cambio? Me siento atrapada porque cualquier dirección en la que miro se presenta dolorosa y entonces me da por quedarme quieta y seguir por esta senda con la excusa de luchar por reinventarse. Pero una vez la conciencia se despierta y uno deja de mentirse, resulta muy difÃcil y tarea casi imposible e insoportable sumirse de nuevo en el coma existencial.
Es tan agradable no pensar, no sentir dolor ni desgarro interior. No hace falta que sea liviana toda la vida pero y ¿Por qué no pequeños tramos? Esos senderos de levedad existencial que me gustarÃa tomar y descansar de mi misma. Desviar la atención por un momento y no pensar en nada. ¿Es posible o serÃa traición a uno mismo? ¿Acaso serÃa el primer paso para volver a liarlo de nuevo? La insignificancia me anima de nuevo, me hace sonreir y aplaca el tormento constante. De repente disfruto de las pequeñas trivialidades y de la contemplación.
¿Por qué no puedo mirar al cielo y asombrarme con el vuelo de un pájaro? Hay personas a quienes les resulta maravilloso sentir el calor de los rayos de sol, cerrar los ojos y respirar una bocanada de aire fresco. A mà me amarga. Siento el tiempo que corre inexorablemente hacia la nada y se me escapa la vida. Padezco, sufro y me ahoga ver que no llego. ¿Dónde? No hay salida ni sitio al que dirigirse pero me precipito hacia ese no lugar.