Cuanto más se busca, más interrogantes se abren. Lejos de aquietar el pensamiento, se estimula y, de fondo, se despierta un molesto rumor. Siendo conocedor del enorme ego que posee este tipo de personalidad, la constante puesta en tela de juicio sirve para prevenir y contrarrestar la firmeza de las convicciones, que podrían estar equivocadas. ¿Y si hubiera otro punto de vista?
Con esta pregunta vuelven las dudas, es la llamada a filas del pensamiento y del ruido mental. Se pone en marcha la máquina de guerra, acción. «Hay que encontrar la mejor solución, LA respuesta última, precisa, fiable, LA verdad absoluta, etc.
Entonces uno trata de remontarse al origen del principio del inicio del punto de partida. Todo empieza con el descubrimiento del eneagrama como herramienta de autoconocimiento que arroja luz sobre aquella parte del mapa mental que todavía está en la sombra. El tipo y subtipo de personalidad que rigen nuestras vidas, los resortes automáticos que saltan en cuanto nos sentimos amenazados, las reacciones que se disparan en determinados momentos y la sensación que las acompaña. La toma de conciencia de todo aquello que nos ha acompañado a lo largo de nuestra existencia, aquello que nos es familiar pero que creemos que es diferente en función de las situaciones. La coyuntura puede ser diferente, pero no dejan de ser los mismos perros con diferentes collares. La belleza y el coraje de intentar mirarse al espejo y obtener una visión lo más objetiva posible es una ardua tarea pues nos pasamos la vida intentando tapar nuestras deficiencias, nuestras debilidades o aquellas partes que nos parecen menos atractivas. Los socavones han sido estratégicamente tapados y algunos están tan profundamente enterrados que hay que ir decapando la cebolla paulatinamente.
El hecho de indagar tan sólo nos ayuda a tener una mayor conciencia de esos puntos oscuros, no hay que hacer nada con ellos, sólo saber que existen y aceptar que somos así, que tenemos esos fallos y que en vez de lanzarnos automáticamente en empresas imposibles, un momento de reflexión nunca está de más. El ser conocedor de los factores que motivan nuestros actos es fundamental para dejar de reaccionar y empezar a accionar. Dejar la reactividad y pasar a la proactividad.
A veces ocurre incluso que lo que pensábamos que era acción, resultó ser reacción, una reacción perpetrada por la estructura de la personalidad ella misma. El ego se hace cada vez más fino y desenmascararlo se vuelve una tarea complicada que requiere de una atención plena porque la motivación que subyace bajo la superficie de una acción puede hallar arraigo en el miedo o el deseo inicial. Por ejemplo, el cultivo de la austeridad y el desapego eran dos de los axiomas fundamentales para tener una vida feliz, siendo la felicidad la ausencia de sufrimiento. Ambas máximas eran fruto del empirismo, la experimentación y comprobación solidificada a través no solo de la propia vivencia, sino a través de las palabras milenarias de los grandes maestros.
Es tan obvio que la falta de necesidad conduce a la libertad que ponerlo en entredicho resulta mentalmente ofensivo. Y ¿No es la libertad el fin último de los humanos? ¿No es la libertad lo que conduce a la felicidad? ¿No es la libertad lo que nos permite de amar, valga la redundancia, libremente?
De repente esta «libertad» que produce el desapego, se vuelve compulsiva. De la austeridad neceseria se pasa a la austeridad obsesiva, la virtud pasa por prescindir incluso de lo básico. «Cuanto menos, mejor». Se niegan, incluso se reprimen, las necesidades del cuerpo, también las más elementales por ser indecentes: comer, dormir, excretar, reproducirse, necesitar afecto. La balanza se desequilibra y nos pasamos de rosca, cada uno con sus rasgos característicos y profundamente anclados. En el caso del que escribe, la represión bajo la forma más básica y despiadada. Los grandes filósofos (las doctrinas milenarias) gritaron «desapego» y ¡Todos a buscar el desapego! ¿Será que los grandes filósofos, Buda, Krishnamurti, Epicteto, Ghandi, etc, también fueron grandes eneatipos 1 reprimidos, compulsivamente controladores y completamente incomunicados con las necesidades de su cuerpo?
Degeneración obsesiva, trastorno compulsivo, buscar y buscar hasta perder la pista de lo que se busca. Manuales de autoayuda dejan paso a los de psicología. A medida que se ahonda en las verdaderas motivaciones llegan los manuales de psiquiatría, todo se vuelve más complejo y desaparecen incluso los pilares fundamentales de aquello que creímos que eran las bases incontestables para la propia vida. En estos casos, por experiencia, es mejor dejar de bucear momentaneamente porque la puesta en duda de todo induce a la equivocación.
El control aprendido para paliar el compulsivo carácter. Adoptar una disciplina y un autocontrol inflexibles para no caer en la necesidad apremiante. De la gran seca a la gran mojada, algunas veces mucho y otras veces nada. No obstante esta manera de proceder hace caer en el extremo opuesto. Tras el ayuno de todo, una bulimia enfermiza. Tras la anorexia extrema, la frenética avidez. Y así sucesivamente. La extrema austeridad, la tacañería en todos los ámbitos y el despilfarro más acuciante.
Dejar de necesitar es el pensamiento que dirige. «Dejar de necesitar» afecto especialmente y tan estricta es la dieta afectiva que se convierte en hambruna. Para evitar cualquier disparate compulsivo, alejamiento.
Una voz susurra «Sin juicio, debería ser sin juicio», es el orgullo del sabio alojado en una parte de la conciencia. «Pero es que no es justo negarse las emociones pero tampoco es justo juzgar al prójimo» sentencia dictada por el juez de la justicia. «Eres verdaderamente una persona asquerosa, egoísta, fría, calculadora, neurótica» se desgañita el juez de la moral. El murmuro del demonio virtuoso exhorta a proseguir las búsquedas desenfrenadas para desenterrar la verdadera y única realidad.
En «Carácter y neurosis», de Claudio Naranjo, se hace un recopilatorio de las diferentes maneras de denominar a este tipo de personalidad:
1- Freud lo llamó «carácter anal» (no es por el carácter de mierda) por la generación de la represión en la etapa anal
2- Tipo Arsenicum según Catherine R. Coulter,
3- Theodore Milton hace referencia a la personalidad compulsiva,
4- Jung lo clasificó como «ESTJ» (extravertido, con predominio de la sensación sobre la intuición, del pensamiento -thinking- sobre el sentimiento, y del juicio sobre la percepción), en tanto en cuanto se tratase de un carácter puro, de «sangre limpia».
Algunos de los rasgos comunes que todos los anteriores hallaron, independientemente de cómo bautizaran a la criatura fueron:
- Perfeccionista cuyo objetivo es la búsqueda de lo mejor. Máxima optimización del tiempo, tendencia enfocada a la acción, sin contemplación de los estados internos.
- La ira: Más que un simple rasgo entre otros, la «ira» puede considerarse como el transfondo emocional generalizado y la raíz original de esta estructura de carácter. La ira está presente en forma de irritación, reproche y odio, que permanecen generalmente inexpresados (represión), porque la destructividad percibida entra en conflicto con la virtuosa autoimagen característica de este eneatipo. Ss la raíz dinámica de impulsos y actitudes que trataremos en relación con las restantes agrupaciones: crítica, exigencia, dominación y asertividad, perfeccionismo, exceso de control, autocrítica y disciplina.
- Represión de la ira: la búsqueda de la perfección impide siquiera sentirla. ¿Se niega? «Eso no está bien», «no es correcto sentir ira, ni necesidad, la necesidad es egoísmo, no es correcto, no se puede necesitar porque el necesitado busca sobrevivir y el superviviente solo atiende a sus necesidades».
- La crítica: Si bien la ira consciente y manifiesta no es siempre una de las características más sobresalientes de esta personalidad, los rasgos más comunes de este eneatipo pueden entenderse como derivados de la ira, expresiones de ira inconsciente o equivalentes a la ira. Uno de éstos es el crítica, que no sólo se manifiesta en un explícito achacar culpas, sino que a veces crea una atmósfera sutil que produce en los otros un sentimiento de desasosiego o culpa. La crítica puede describirse como una ira intelectual más o menos inconsciente de su motivo. Aunque es posible que la crítica aparezca en el contexto de la ira sentida, la cualidad más destacada de esta crítica es un sentido de propósito constructivo, un deseo de mejorar a los otros o a sí mismo. Por tanto, mediante la crítica intelectual no sólo se expresa la ira, sino que se la justifica y racionaliza y, con ello, se niega.
- La exigencia también puede ser entendida como una expresión de ira: una sobreasertividad vengativa en relación a los propios deseos, en respuesta a una frustración temprana. Junto a la exigencia propiamente dicha, podemos agrupar ciertas características que hacen de estos individuos los más displinarios, tanto en el sentido de inhibir en los demás la espontaneidad y la búsqueda del placer como en el de exigir un trabajo duro y un cumplimiento excelente.
- Presencia circunstancial de pensamiento caviloso, indecisión, duda, y desconfianza, ocultos bajo una apariencia de firme reserva y dominio de sí mismo. Resalta lo que podría considerarse como el lado opuesto del autodominio: el bloqueo emocional. «Su predisposición en contra de los afectos viene dada por su extrema inaccesibilidad a ellos. Por lo general, tanto en sus muestras de amor como de odio, se comporta de modo ecuánime y tibio. En algunos casos, esto llega a convertirse en bloqueo afectivo total.»
- Tacañería: La cicatería y la austeridad son rasgos comportamentales, mientras que la ira pertenece fundamentalmente a la esfera de la motivación inconsciente de esta personalidad.
- Intolerante frente a todo tipo de chapucería, se irrita con la menor torpeza, propia o ajena, como romper un plato, volcar una copa, o derramar comida.» Otro aspecto de la perfección que se menciona a propósito del tipo Arsenicum es la meticulosidad -«concienzudo con las nimiedades.»
- Altos niveles de ansiedad que tiene que ver con la anticipación de desastres y con una maniática meticulosidad que contribuye a hacer del paciente una persona exigente y regida ella misma por la obligación.
- Tendencia a la hiperintelectualización, la preocupación por «el significado de cada síntoma», y una necesidad de quedar por encima de los demás «que le hace desconfiar hasta del médico a quien va a pedir ayuda»
Bucle, bucle, bucle… a veces pasa. ¿Aceptación del bucle?
Obsesivo ¿Aceptación de lo obsesivo?
Incongruencia, escisión… bucle nuevamente ¿Aceptación de la incongruencia?
Siempre termina en soledad, ostracismo voluntario, retiro indefinido.
Gracias familia, salvación de uno mismo, compañía sin demanda. Solo estar sin objetivo, estar y punto.