Asimetría cacofónica: El toro, la musaraña y las 4 leyes del universo.

De la sombra del temor a las tinieblas de nuestra razón tan poco respetuosa con el prójimo. Pocas luces alumbran cuando ataca el monstruo interior o nos parte el rayo de humanidad con cegadora intensidad.
De nada sirve leer libros si, llegado el momento, nos volatilizamos y escapamos por nuestras propias porosidades.

Etéreo, siempre has sido de endeble consistencia, poco afianzado, de falsa docilidad. Un lobo con piel de cordero degollado cuyas lágrimas de cocodrilo reptan al igual que tú. Pidiendo clemencia no te has visto perla rara, una perla, en efecto. Sólo se puede realmente llegar a conocer a las personas cuando se ha tenido una buena pelea con ellas. Es entonces cuando salen a relucir sus verdaderas miserias.

Dura y áspera me he vuelto aunque no siempre haya sido. Obtusa cuando inflexible, de falsa contumacia porque al final, sabes bien que el fuelle se pierde. Por si las moscas, bravucona como el toro que arremete contra todo, no sea caso que se cuelen las serpientes por las madrigueras. Aun así, las musarañas logran acceder por los puntos ciegos. Un telón de acero que solía proteger una fragilidad ya inexistente quedó entre bastidores. Ahora más refinadamente basta, el teatro se bastó del tiempo para cesar.

Y tú que parecías de papel te eriges acicalado del desprecio más orgulloso. Ninguna sorpresa, el perro apaleado se aleja del humano a pesar de que este humano por lo menos te escupió en la cara. Así son las cosas. Solo me queda la rabia de que seas incapaz de darte cuenta. Sin embargo sé que es puro ego, porque siempre tengo que tener razón y la última palabra.

Quise. Voluntad. Con voluntad todo se puede en este mundo, hasta aguantar la miseria, la basura, las condiciones de vida infrahumanas. Es lo que hay pero no es lo que quiero. Quería otra cosa y pensaba que… de nuevo, yo yo yo, mi idea era la que tenía que prevaler. Debía poner en práctica lo que dicen los libros sobre el amor. Es posible amar a cualquiera, el amor universal y todas esas cosas que no se pueden llevar a cabo materialmente porque tenemos nuestros pequeños personajes con sus pequeños dolores y su cortísima vista. Yo también, yo también me quedé corta porque de nuevo quise que mi idea triunfara. Pero nada, fue un más de lo mismo.

1. Llegaste porque tenías que llegar, me tocaba volver a pasar por un más de lo mismo, bien, todavía no he aprendido la lección. Mismo perro, distinto collar. Misma reacción en cadena

2. Lo que sucedió es lo único que podía haber ocurrido, supongo que ambos tenemos deberes pendientes por hacer. Así tuvo que ser para que aprendiéramos de una vez por todas, tú lo tuyo y yo lo mío.

3. Pasó cuando tenía que pasar, estábamos de sobra preparados para comprender la situación.

4. Se terminó para nuestra evolución personal. Aprendimos lo que se pudo, exprimimos la experiencia al máximo de nuestras capacidades, y seguimos avanzando con ese saber a nuestras espaldas. Por mi parte espero que sea la última vez que me pasa algo similar, pero siempre es la última hasta la siguiente.

Hay cosas con las que ya no quiero lidiar, peleas innecesarias y repetitivas que en el fondo se generan siempre por lo mismo. Estancamiento e incomodidad.
Tampoco estoy en el momento propicio, si es que alguna vez lo estuve, de aguantar a personas, incluida yo misma, que no se preocupan por aprender de ellos mismos ni siquiera por hacer el esfuerzo de superar sus enganches mentales. Mi compromiso con este punto es esencial, por ello todos los escritos que tratan de aportar luz y conciencia a mis propias limitaciones.
No quiero jugar un rol que no elegí y no tengo la menor intención de hacerle de madre a nadie. O caminan junto a mí o yo no remolco a nadie.
Aprendí a dejar ir aquellas cosas que me disminuían y que, una vez aprendida la lección, solo le sirven a la memoria para crear su quiste permanente de pus. Para nada sirven los recuerdos.


¿Desilusionada? Por supuesto, conmigo misma, que es lo único que importa. Cada uno debe hacer balance de lo suyo. Más de un año leyendo, absorbiendo información, escuchando, respetando, observando y todas esas cosas que pregona la filosofía del desarrollo personal y a la hora de la verdad, sigo confundida. Sigo cayendo en la trampa mental, sigo persiguiendo mariposas ideales, sigo creyendo que todo es posible. Sigo viviendo en la idea.


Vale, a ver si ahora ya he comprendido que no hay que buscar nada. Viene lo que tiene que venir cuando uno está preparado para que venga. Me voy a sentar en el sofá y voy a seguir haciendo lo que suelo hacer, ni más ni menos y que sea lo que tenga que ser. ¿Salir a buscar situaciones extraordinarias? No gracias, ya no más.

Próximo artículo la pasividad activa, la observación plena y el ahorro de energía.

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