Y RESULTÓ SER UN 6…mental, sin conexión con el cuerpo, fraccionado, pasivo-agresivo.

Pues por extraño que parezca el eneatipo 1 no resultó ser mi diagnóstico. La ira no es estructural, era ira acumulada contra mí por mi inseguridad. Es verdad que he tenido una falta de autoridad interna, nunca me he permitido dejarme guiar por mi propia brújula interior. La duda es el imán que me hace perder el norte. Pero no es una duda clara y limpia, sino que se levanta como una niebla. Cuando llega, no se siente porque la mente está ocupada con su diálogo interno y cuando uno se quiere dar cuenta todo está rodeado de incertidumbre.

No me domina el miedo, pero sí que es cierto que la necesidad de seguridad siempre ha imperado. Cuando veo algo que no está muy claro, me alejo. Llevo un control exhaustivo de las cosas «por si acaso», especialmente de la parte económica y de salud. A veces puedo ser cobarde, sí, como cualquiera. Sigo siendo hipervigilante, sí, especialmente cuando duermo con alguien. Me cuesta dormir en casa ajena, aunque sea en casa de alguien muy cercano. No me fío de nadie excepto de mi familia y de alguna persona que lleva tiempo en mi vida y aún así, según cómo, me sorprendo desconfiando de sus motivaciones. Realmente el problema es que no confío en mí y por lo tanto no puedo confiar en nadie. Hoy las cosas son así, pero si no lo veo demasiado claro, mañana será de otra manera y punto. Soy reactiva al caos, lo odio porque lo llevo en la sangre.

Si percibo un ínfimo detalle, una omisión, una mentira, un gesto extraño, desconfío directamente y todo empieza a torcerse. Con el tiempo y el trabajo, la vida te va demostrando que hay que confiar más en ella, pero un eco retumba siempre de fondo «Seguro que se quieren aprovechar de ti… aléjate», «uf… demasiados problemas… aléjate», «Esto no me parece normal… aléjate», «Tiene una mirada extraña, ha utilizado una palabra equivocada, … ¡Aléjate ya!», «Te dijo que te quería pero siempre está él en el centro de todo.», «Te dijo que te quería pero a la semana ya estaba buscando a otra porque se sentía solo mientras tú seguías dolida…»

Por otra parte interviene el banquillo de los acusados e intento justificar y comprender el porqué y la mente se cuestiona a sí misma… «Uf… pero ¿Realmente crees que significa lo que tú crees que significa?», «¿No estás malinterpretando la realidad?», «Estás siendo exagerada»,»No todo el mundo siente las cosas del mismo modo que tú…»

Siempre me quedo parada sin moverme, me quedo un ratito más ahí, para asegurarme que no estoy equivocada porque me da miedo equivocarme y pegar uno de los bandazos que siempre pego. Sé que siempre me arrepiento con el tiempo porque se me olvidan las descalificaciones, la angustia y los gritos. Me siento sola y triste por la huida y por poco que se me conozca el otro sabe que volveré a caer en la desesperación porque es así como funciona mi mente.

Una vez me dijeron «no sabes el desorden que dejas en la vida de la gente, no sabes el daño que causas con tu inseguridad…» y entonces yo redoblaba en esfuerzos por ser más rígida, más fiable, más consistente, pero por dentro seguía el vaivén tormentoso. Entonces buscaba fuera de mí un guía consistente, alguien en quien pudiera confiar, alguien que fuese fiable, que me protegiera. Pero nunca me dejo proteger, nunca me hago vulnerable porque cuando lo he hecho me he topado con mosquitas muertas que aprovechan las confidencias para atestar algún golpe bajo mientras, irónicamente, me tachan de cobarde. Me encontré con patrones abusivos y manipuladores de pacotilla que daban más pena que otra cosa, atracción de los débiles. También me encontré a gente maravillosa con la que no pude seguir porque no era el momento vital y a mí todo me olía a chamusquina. Las leyes del universo.

He dado desplantes porque me aterroriza no poder decir «no». A veces no sé decir «basta» y me dejo convencer de algo que no me apetece en absoluto. Por qué lo aguanto? Porque me da miedo estar equivocada y me da miedo que «mi ego» me esté volviendo a jugar una mala pasada. Pero cuando las entrañas aprietan y la mente se pone a despotricar contra la sensación corporal que dice «corre», hay que hacer de tripas corazón y salir cagando leches, lo que me ha salvado siempre ha sido el instinto. La mente es la que traiciona a los mentales. La emoción a los emocionales y las vísceras a los viscerales.

Mi miedo se huele, aunque entierre la duda en la decisión. La mirada es el espejo del alma, la mía me traiciona.

Cuando la mente gana la batalla y me siento ahogada, exprimida, traicionada y humillada especialmente cuando una se esfuerza constantemente por aportar soporte psicológico, se enciende la llama interior y entonces ya me da igual a quién me lleve por delante. Cuando la angustia aprieta, que cada palo aguante su vela. Y así me voy, como una ventolera, sin dar explicaciones, sin nunca más nada.

Los años han ido pasando y he conseguido ser consistente en muchos ámbitos, pero los extremismos no han cesado, solo se han paliado. A pesar de los años, me sigue fallando la confianza en mí misma y cualquier comentario que toque la herida interna es susceptible de hacerme cambiar de opinión con tal de rendir pleitesía a mi grupo, mi familia. Siendo consciente de esto, me doy cuenta de que sigo viéndome como una niña menor de edad. Ninguna de mis parejas estará nunca a la altura de mi padre, a pesar de ver que tiene unas características que me ponen del nervio. Y por otra parte esta ambivalencia entre la necesidad de mostrar mi vulnerabilidad y la incapacidad de hacerlo porque solo atraigo a hombres femeninos que siempre necesitan estar protegidos y acaparan toda la energía. Y eso conforma un círculo vicioso. Necesito desplegar mi feminidad pero siento que cada vez tengo que ser más fuerte y grande porque el otro cada vez se hace más pequeño y débil. Y cuánto más crezco, más dura y cuánto más dura, más atracción para la energía femenina. Y cuando me da por llorar entonces soy yo la dramática y dudo de que esa persona sea para mí. La duda, la duda constante hasta llegar a dudar de la duda.

Nunca pensé ser un 6 porque nunca tuve miedo a nada. No es el miedo, es la duda constante. En la juventud, dudar de lo que quería hacer, qué carrera estudiar y dónde hacerlo. Con el tiempo, qué trabajo hacer, qué ser en esta vida. De más mayor, dónde vivir, aquí, allí o más allá. Cambios constantes porque siempre hay algo que no funciona, algo que no convence y el aburrimiento de fondo. Lo mismo con las personas, siempre hay una sombra de algo que huele mal. Muy pocos amigos pero los que están, se quedan para siempre, todos ellos tienen un recorrido de años y tengo garantías. Ninguno de ellos ha fallado, ninguno de ellos ha mentido, ninguno de ellos me hace desconfiar por ser demasiado o demasiado poco.

Tanto tiempo teniéndome como inflexible por 1 y en realidad… ¡chas! Pero si soy un 6, la madre que me parió. Desacreditación de mí misma, por mi misma. Los intentos de manipulación aunque sean inconscientes me hacen desbandar. Los perfiles demasiados densos con altibajos emocionales me hacen desconfiar, el caos me mutila la confianza.

Quiero ser leal, porque lo soy, siempre y cuando todo esté despejado. Un mínimo signo de algo… fuera, fuera, fuera y sin explicaciones. No lo quiero que bastante tengo yo con mi entropía interna. Por eso la rigidez, la rutina, los extremos deben ser controlados. Si doy mi palabra, la cumplo siempre por obligación y aunque no tenga ganas porque da empaque y sensación de seguridad.

Procesando la noticia…

Anuncio publicitario

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s