Mi niña, mi vida y mi amor, adoro degustarte cuando el día apaga la luz y el silencio se adueña de lo circundante. Disfruto de tu verbo, de tu creatividad y de la hermosa manera en la que te expresas. Dejo que me deleite tu compañía aún lejana y te mezo entre mis brazos de los que se desprende una ternura genuina. Caminas junto a mí. Tú eres yo por eso te voy a venerar y a amar tanto como lo hago conmigo misma.
Sé que te sientes devastada por los recientes acontecimientos de tu vida, no son más que la repetición de los sucesos pasados. No permitas que la confusión en la forma te nuble el juicio. No es plato del gusto de nadie sentir la decepción y ver que las palabras en realidad se las llevó el viento. No existe tal decepción, es todo producto de tus expectativas. No fue nadie, fuiste tú. Te desatendiste a ti misma en el momento en que te sentiste lo suficientemente cómoda para seguir lidiando con el día a día. Pensaste que elegías, dime ahora ¿Realmente elegiste ser tú o fue más seductora la comodidad de la trinchera?
¿Tienes miedo? Todos lo tenemos, en eso no estás sola. El miedo es un gran aliado, si me permites la osadía, pues te vuelve humilde y receptiva cuando te lo adueñas. Hay que saber acariciarlo y crear alianzas. Él te recuerda que estás viva, tenle pues respeto, pero no permitas que te bloquee.
Sé cuánto duele sentirse perdida, sola y no tener fuerzas ni para ser una misma. «Ser una misma», también sé que no sabes ni siquiera quién eres. Mi amor, mi vida, lo sé. No te pido que olvides aquello que te duele, solo hazte a un lado del camino y obsérvate a ti misma. ¿Qué sientes tú? Los demás no importamos.
Perdona, no olvides. No por caridad cristiana, sino porque el rencor y el odio te duelen a ti y mancillan tu hermosa alma. Deja ir la idea que tienes de ti misma, suéltala y agárrate a ti como esencia, la única que está contigo. Sigue el camino de baldosas amarillas que te llevará al tesoro que tienes en tu interior. Tú eres la tierra prometida.
Eres tú la persona a la que más deberías escuchar, querer y respetar. Los demás estamos momentáneamente. Puede ser tan fugaz como efímero nuestro paso por tu vida. No nos hagas caso, somos importantes en tanto en cuanto sirvamos para hacerte fuerte y bella. Servir no es una mala palabra, no existe lo malo ni lo bueno. Yo te sirvo a ti porque me sirvo a mí misma. Me arrodillo y te digo: «tómame entera y aprovecha lo que tengo para darte, hasta donde lleguemos» y yo haré lo mismo contigo porque esa es la finalidad de la vida.
Necesitamos crecer en conciencia, úsame para tales menesteres y, si quieres, podemos tomarnos una limonada, alcohol no porque dejé de beber.
Me despido de ti hasta la próxima misiva.