El concurso llegaba a su fin. Más de tres meses habían pasado los concursantes conviviendo y el público observando. La última noche se divisaba con guirnaldas de algodón y luces de neón. La habitación del pánico encerraba «EL CATRE». Aquella era la prueba más dolorosa y la última del sinfín de demostraciones por las que habían tenido que pasar. En aquel catre solo cabían dos. Había que elegir quién se acostaría con quién. El público tenía que votar. ¿Quién sería el vencedor? y es más ¿Qué se llevaría el ganador? El maravilloso polvo de ángel que aguardaba encerrado en una cajita bajo llave. Ese polvo daba acceso a todos los misterios de la galaxia así como al misterio último y primigenio. Una sola pregunta eterna, un lugar común a todos los mortales reservado solo para inmortales.
Los concursantes que quedaban vivos se dividían entre dos mujeres, dos hombres y dos ellos.
- Él, número 1, un señor de cabo a rabo, sabía mantener la rigidez erguida. Ejemplar en el uso del lenguaje, caballero ahí donde los hubiera de impolutos modales, tenía por costumbre la lectura compulsiva lo cual le dotaba de un halo enigmático que el público admiraba
- Ella, número 2, una mujer en su veintena y cuya edad se doblaba a sí misma, de fino paladar y exquisita mano para las tartas de manzana. Sabía lo que eran dos buenos limones y el público apreciaba su saber estar en todo momento y lugar. Una educación sin duda alguna ejemplar, una muestra de independencia económica, emocional y espiritual muy en boga en este siglo XXI.
- Él, número 3, un hombre solitario, soez y marrano hasta la extenuación. Una necesidad explícita de reverenciar las bragas usadas de jóvenes y no tanto. Solía fantasear con las partes reservadas a menesteres íntimos tanto de entrada como de salida. No podía impedir echarse una mano por doquier, esa tierra que queda en ninguna parte. La frutera y sus clientas siempre quedaban petrificadas por la frenopatía del solitario que agarraba el palo mayor y donde quiera que estuviera hacíase un homenaje sin pudor.
- Ella, número 4, risueña, alegre y liviana. Quedando extasiada por la nada, llenaba su concavidad de contemplación. El viento la enamoraba así como los renglones torcidos de una poesía retorcida. Toda ella rezumaba armonía y bienestar hasta que, de repente, sin venir a cuento, era presa de una rabia infinita que nadie comprendía, ni siquiera ella misma. Se convertía en abeja y aguijoneaba cual posesa todo cuanto hubiera en derredor.
- Unx ello, número 5, sustancia indefinida, sin forma, sin género. Asexual. Aséptico. Anestesiado. Anormal, suponemos que de ano, normal o quizás sin anomalías de tipo alguno.
- Unx ello, número 6, esencia y presencia. Categóricamente nada y todo a la vez. Preguntas sin respuesta y respuestas sin preguntas.
¿Quiénes serían los que yacerían en la habitación del pánico durante toda la noche?
¿Cómo se definiría al vencedor?
¿Quién se llevaría el preciado polvo de ángel revelandose el hombre o la mujer más sabio/a del mundo?
Continuará…