La herida del abandono: La profunda sensación de estar en medio de la nada, suspendido en el vacío y a punto de caer.

Ahogo, miseria, explosión de llanto. Desconsuelo, desazón se queda corto. Desamparo. Ayer me sentí abandonada sin miramiento y con una crueldad no merecida. ¡Era esto!

No entendí nada, al principio no comprendí el ensañamiento innecesario. Después, sin procesar, explosión de angustia, sofoco, muerte inminente por asfixia. Mi cerebro no respondía, sólo mi cuerpo estaba mostrándome el camino.

Años. Había pasado una eternidad y algo en mí recordó esta sensación ya vivida en otra vida, en otro siglo, no sé. De un día para otro me quitaron mis sueños, mis alegrías, la razón por la que amanecía, la plenitud. Me quitaron mi esperanza, mi fuerza, mi razón y allí estaba esa niña, sola en medio de un mar de gente. Sola, llorando sola y nadie tuvo la deferencia de pararse a preguntarme nada.

No era rechazo, era abandono. Corren en paralelo y se dan la mano pero una se siente con mayor fuerza. Fue abandono lo mío. No sé desde cuándo está eso anclado en mi corazón, supongo que desde hace un millón de siglos. La herida estaba profundamente enterrada, esta sí que no la había visto venir. Me removió el cuerpo de arriba abajo, una sacudida violenta como pocas. De hecho no recuerdo tanta agresividad.

Atracón, vómitos, una violencia sin igual. Recordé la misma sensación cuando un gran amigo me dejó ir la mano en el 2020, no fue exactamente con la misma impetuosidad, pero el eco se sintió parecido. Quizás yo provocara el abandono porque necesito sentirme abandonada para corroborar que esa condición de vida es mi caldo de cultivo. De alguna forma me es tan familiar que me siento a gusto y me sirve de refuerzo positivo/negativo. Elijo cuidadosamente a las personas que estoy segura que me van a abandonar porque son imposibles o tienen condiciones imposibles o porque ellas mismas son frágiles y terminarán por escapar.Esta es la clave de la temporalidad de mis relaciones. Si no estoy segura de que esto va a ser temporal, no me meto. Es inconsciente pero esta vez, que pensaba que sería un valor seguro, ha vuelto a pasar.

Dice Louise Bourbeau en las cinco heridas del alma que se suele confundir el rechazo con el abandono. La primera es provocada por la repulsión del otro, se sitúa en el plano del «ser» y eso causa el alejamiento. La segunda es el distanciamiento temporal o definitivo sin que medie la repulsión y proviene más del «tener» o del «hacer».

Las personas que sufren de abandono también sufren de rechazo.

Ocurre durante la más tierna infancia en la que la falta de los padres se traduce en la cabeza del niño como un abandono. Luego, con los años, esa herida se tapa. El ego se encarga de vendarla para que no la veamos hasta que llega el día, como ayer, en que explota.

Y explotó porque uno no comprende cómo del día a la mañana, de tenerlo todo, pasa a no tener absolutamente nada. Quizás hubiera habido un exceso de confianza en el prójimo algo que, sin conocer del todo a las personas que nos envuelven, es un error porque todos estamos profundamente rotos. Algunos lo hacemos consciente con el tiempo y porque estamos comprometidos con nosotros mismos pero sobre todo estamos cansados de sufrir desproporcionadamente. El dolor es inevitable pero la sensación de sufrimiento, el enganche, el darle vueltas al porqué se puede evitar. No se trata de frialdad, se trata de comprender que el otro tiene sus demonios particulares y reacciona como tú reaccionas a los tuyos. Aquí no hay esencia ni amor, solo dolor y ego.

El amor y la esencia están detrás de la reacción pero ya no en primer plano. Quedaron en la retaguardia porque se activaron los mecanismos de defensa. Algo dije que molestó. La historia fue demasiado lejos y empecé a hacer preguntas que chocaron con los valores de base poniendo de manifiesto que uno no resultaba tan …. como pensaba. La neura picó a la puerta y «adiós».

Es más fácil salir corriendo, eso lo entiendo a la perfección. Yo ya no quiero escapar más porque si no se perpetúa esta imposibilidad a tener lo que uno siente que merece. Hasta no sanar en profundidad y reparar el desaguisado que nos dejaron nuestros padres, y todos tenemos esta rotura porque todos tenemos un padre y una madre, no podremos relacionarnos bien con los demás, especialmente con la pareja que es la que está a nuestro lado y que, a su vez, tiene sus propios problemas conscientes o inconscientes.

Creo que ayer fue el día más importante de mi vida. Solo puedo agradecer a esa persona que se fue dejándome tirada con todos los sueños que seguíamos construyendo escasas horas antes del óbito.

El universo habló, ya tengo la respuesta a la pregunta «¿Por qué ahora y por qué él?».

Ahora porque es ahora cuando te has ido quitando capas y has iniciado un viaje en profundidad. Él porque responde al patrón que siempre te ha atraído, era perfecto que ni hecho a medida, en todo. Todo en él me provocaba algo.

Confié porque emanaba seguridad, templanza y congruencia (ahí estaba papá). Me hizo explotar de la risa en millones de ocasiones, algo exagerado (allí estaba la agudeza y el ingenio de mi hermano). Me hizo sentir vulnerable, expuesta y creí que sintió una ternura que no había nunca provocado en nadie (ahí estaba la ternura de mamá que nunca tuve). Era sencillamente perfecto en todas sus vertientes.

Y se fue porque… no lo sé, supongo que dejé de interesarle en cuanto empecé a necesitar un poco de claridad, hablar desde lo emocional. Necesité concretar, dejar la fantasía en las nubes y bajar al suelo. Yo quería algo de verdad aunque fuera poco tiempo. A otros les había regalado años sin tener nada en común, ¿Cómo no iba a preferir pasar tiempo con un semejante, por poco que fuera?

A él la fantasía ya le estaba bien. Para él era suficiente. Llegué a pensar que estaba casado, que todo era una mentira desde el principio. Que no sufría ni padecía. Es posible. Después de ayer, todo es posible pero ya no me toca preguntarme ¿Por qué?

Mi labor empieza donde la suya termina. Siempre aquí y ahora.

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