Amaba con fervor y devoción la tinta de sus versos, sus promesas floridas, su locuacidad, su interés aparentemente desinteresado.
Amaba su visita de medianoche, su acompañamiento, su ¿Cómo te sientes princesa?, sus buenos días y sus medias noches.
Amé sin reserva, sin freno de mano porque me descubrí renaciendo y cambiando mi linaje.
Amé desde la idea de amor, pero sin miedo ni reparo, para reparar después de usar porque fracturada me quedé y mucho más
Amé sin piedad y por eso me fui porque amo que me amen del mismo modo
Amaba la posibilidad, la fascinación de aquello que parecía improbable.
Amaba las limonadas, pero no las limosnas que daba
Amaba sus textos sin sentido y consentidos
Amaba cómo parecía amar, desde la comprensión y desde la admiración más devota
Adoraba su corazón aparentemente gigante, sus desquiciantes aportaciones, su pensamiento del recto, del anverso, del verso y del revés.
Puso mi mundo del revés y se marchó en un abrir y cerrar de ojos.
Aquello no era lo que me prometió que iba ser.
No sé lo que fue, ni lo que era o es.
La llama de mi morgue sigue encendida.
Abrazo mi propia mentira.