Cuando duela, siéntate a observar ese dolor: Permítelo, no lo niegues. Reconócelo, no le temas, no te puede pasar nada.

«Cuando duela, siéntate a observar ese dolor: Permítelo, no lo niegues. Reconócelo, no le temas, no te puede pasar nada. Deja que se diluya y reemplázalo por la inmensidad del dar amor.»
– elrefugiodelasceta – peazo de frase me ha quedado.

Cuando todo confluye, estoy tranquila y segura. No es un anuncio de compresas y no me llamo Eva ni Silke, soy mucho más monda y lironda. Juego con el equipo del vulgo, también vulvar, siempre ganado que no vencido.

Siento que el camino es el adecuado. Lo siento en las tripas y me lo confirman los hechos. Hay magia en el ambiente cuando convergen las almas. Estamos en fase y nos deslizamos sencillamente el uno en el otro, en un baile acompasado abrigado de múltiples capas. Cada una de ella añade una especia nueva y aparece una especie mejorada de lo que era. Abigarrados de sin sabores hacia la infinitud de la imaginación. Tenemos ya una edad para andar haciendo el gilipollas, pero es esta la parte que no debe perderse, la que quiere jugar con la rutina y el aburrimiento.

Otras veces, cuando la mente se entretiene con malas pasadas por evidencias irrefutables, se oscurece el panorama, se desdibuja la certeza, pero nunca el sentimiento. Este se mantiene intacto, puro y en suspensión porque es ligero y agradable, como el yogur si uno no se harta hasta caer rendido. No hay injurias ni presuposiciones. Hablo y expongo razonablemente desde mis emociones porque así me/te/nos lo prometí. Inspiro y aunque el pavor al rechazo y al abandono esté ahí, no quiero guardarme nada en el tintero. No tiene sentido alimentar la fantasía del ego que, tarde o temprano, se marchitará y descubrirás la verdad de mi reflejo. Así que, si tiene que arder Roma, que sea más pronto que tarde. Solo puedo, con el corazón en la mano, ofrecerte este manojo de inseguridades que me convierten en humana muy humana, quizás demasiado.

Cuando el temor asoma, lo único que debo hacer es cerrar los ojos y entrar en contacto con esta melodía que suena a pérdida, a rechazo y a abandono. Dejar que me invada, observar cómo se enraíza más allá del estómago y se pierde en mí. Duele mientras lo transito, pero al permitirlo, al no negarlo, al no volverle la espalda, al ver que es miedo a quedarme sola, a que te vayas de nuevo y me dejes, a que elijas a otra mejor que yo, pues pierde su fuerza y cesa el dolor. Y cuando me doy cuenta de que ese miedo se ha diluido, entonces lo reemplazo por la inmensa plenitud y agradecimiento de tener la capacidad de dar y de que estés para recibir. Y si no estás, lo recibirá el universo porque no quiero perder esta bonita sensación de plenitud que emana del centro de un manantial inexorable.

Cuando ya estoy tranquila y dispuesta a dejarte ir, vuelves. Se iluminan solas las respuestas, no hay lucha ni inseguridad porque este es el sendero del destino. Es aquí y ahora con sentido porque funciona solo.

Gracias por recibir(me) con los brazos abiertos y el corazón en eclosión.

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