Terapia #2: Más lágrimas al darme cuenta de la constante negación… la historia impepinable.

«La paz que tanto buscas está justo detrás de la emoción que tanto evitas»
– Genio el que la escribió –

Los sopores que, sin estupor, sinsabores o sin sabores dejan. Insípido, como la sapiencia que no deja poso que fragüe, que no sirve más que de relleno para evitar este sagrado silencio. Tirar (d)el útlimo verso sin esperanza de resurección. Me he quedado inerte, vacía, ¿Acaso tranquila?.

Terapeuta: Quizás escojas a personas lejanas, frías y evitativas para seguir esquivando tú misma las relaciones y poder engordar la creencia de que no estás hecha para las relaciones o bien para perpetuar el abandono.

Me callé, todas las palabras se estrellaron contra las paredes inhabitadas del salón. La sequedad, la aridez impedía que naciera nada real. La distancia se me apareció como un océano de hielo. Y al que estuvo tan lejos, una vez lo sentí tan cerca que fue como si me quemara. Creo que me derramé por necesidad amatoria. El vaso estaba demasiado lleno y tenía que darle salida al amor. Sin miramientos, como una olla a presión. Hija del desmedido «todo o nada» vomité cuando no cupo más.

Le tocó a quien le tocó, que Dios te coja confesado, y en aquel momento creí que un ángel había picado a la puerta. Un ángel que, entre susurro y susurro, logró estremecerme. Continente y contenido parecieron tierra firme y buen lugar donde dejar ondear la bandera pirata. El juego sin reglas o con normas que nos saltamos a la torera porque hacer trampas mola más. Las únicas reglas que no me salté fueron mis promesas de cuidado y respeto de una tierra común.

Con el tiempo, el misterio que se quedó velado desvelándome a cada madrugada. Me quemó, ardí, dolió, curé, volví pensando que era mi culpa que si aceptaba más, toleraba más, comprendía más… pero no, no basta con querer y desear mucho algo para que se cumpla, especialmente si no depende de uno mismo. Dios da mocos a quien no tiene pañuelo y el pañuelo lo recibe el que no tiene mocos.

Me pidió que cerrara los ojos y que sintiera. ¿Qué sentí? Angustia y ahogo.

Terapeuta: dile a esta angustia que estás ahí para ella. Dile: estoy aquí para ti [silencio] no estás sola [silencio], dame la mano [silencio] estoy contigo [silencio], yo no te abandono [silencio]

La angustia dejó paso a una calidez, un bienestar que pronto se convirtió en tristeza. Afloraron las primeras lágrimas y de repente el sollozo. No podía parar. Alguien abrió la caja de Pandora nuevamente.

Observé la tristeza tras el cristal. También le di la mano. Nació la compasión por mí. Estaba débil y vulnerable pero no tenía que fingir ser nada que no era. En aquel momento, en aquel lugar me podía dejar ser apocada. Había encontrado mi lugar seguro en el mundo dentro de mí. Lo más extraño era que aquel ser humano no me transmitía nada. Me daba igual que me viera llorar, o débil, o pequeña o patética o hecha un cristo. Ahí estabámos los dos compartiendo un momento real, humano. Estar y ofrecer apoyo, quizás sea esto. Estar para el otro quizás sea tocar el alma con la yema de los dedos sin siquiera rozarle un pelo.

Toda la compasión del mundo por mí, por negarme las debilidades humanas como la necesidad, la tristeza, la compasión, la empatía, la mentira y en cambio soy capaz de comprenderla en los demás, incluso tolerar y aceptarlas porque las comprendo.

Esta negación, cercena, reprime, coarta, persigue una parte de mí. La ahogo y la hago desaparecer bajo el felpudo. Pero ahí sigue, encubierta, criando polvo y pesadillas. Monstruos, insectos salen con el tiempo.

Lloré mucho pero salí en calma, con una tranquilidad que derivó en extenuación a lo largo del día. La sesión de música resultó en la creación de una melodía profundamente melancólica. No pude cantar, la voz no me daba, no tenía vida. El cuerpo deshabitado deambuló como un autómata.

Me comí un helado sin gusto, era solo azúcar, no logré encontrar la chispa. Me fui a dormir con sueño quedándome rápidamente dormida. Pensé un poco en esa persona maravillosa que se perdió en la mañana, ¿Era yo? ¿Era él?

Realidad y ficción hicieron el amor.

5 comentarios en “Terapia #2: Más lágrimas al darme cuenta de la constante negación… la historia impepinable.

  1. Avatar de अनत्ता 光 心
    अनत्ता 光 心 dice:

    Tot i que en teoria no et conec gaire, per tot el que t’he llegit i per totes les teves explicacions, crec que la primera observació del terapeuta és absolutament encertada.
    S’agraeix moltíssim tota la teva valentia i honestedat per explicar coses tan íntimes, tan sensibles, que connecten totalment amb totes aquestes emocions aflictives, que causen dolor.
    Estàs despullant la teva ànima a la vista de tothom.
    Ara escriuré una coseta recollint unes frases que has fet servir. T’hauria de sortir un «pingback».

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