«Las víctimas son muy peligrosas. Alguien que se queja de lo mal que lo trata el mundo, no está buscando arreglar su situación, está tratando de arrastrar a todos a su estado. Todos los que no estén de acuerdo con su queja, serán malos. Cuídate de las víctimas, porque tratan de volver a todos culpables»
– Bert Hellinger –

Con la cita de hoy quiero hacer especial hincapié en el victimismo no de los que hemos salido escaldados sino de aquellos que toman la postura de víctimas cuando en realidad son los lobos con piel de cordero. Los que salimos escaldados solemos ser personas resilientes, luchadoras que se echan a la espalda cualquier contrariedad sin protestar sencillamente porque tenemos integrado el esfuerzo como parte de la vida.

Comparto la transcripción de un vídeo de Iñaki Piñuel, pues me ha sido imposible colgarlo por no tener los permisos activados para compartir.

Aprovecho para aportar mis propias vivencias, como de costumbre, porque seguro serán las de muchos. Me he pasado tiempo calibrando si la persona que me escribió tantas y tan bellas palabras fue realmente capaz de copiar y pegar los textos y enviarlos a otras y al mismo tiempo. Me pregunté durante meses si aquel que yo creía conocer, el mismo que me llamaba nena, que me decía te quiero, que se preocupaba por mí, que me prohibía mirar el móvil mientras estaba al volante, que me preguntaba cómo me sentía, podía ser tan frío, calculador, manipulador.

¿Era narcisista? ¿Psicópata? ¿Psicópata narcisista? ¿Un zumbado? Al final no importa la etiqueta, ni si entra en tal o cual categoría porque tratar de clasificarlo exacerba esta disonancia cognitiva porque ninguna definición cuadra a la perfección. Me centré en los hechos y la respuesta se dibujó sola.

Una de las características centrales de todo psicópata (vamos a llamarlo «bicho» apartir de ahora para evitar programar la mente) es la facilidad con la que se aburren muy rápidamente de todo y sobre todo de las relaciones.

Esto les lleva a que muy pronto en la relación con la víctima (tampoco me gusta la identificación con la víctima porque debemos tener en cuenta la propia responsabilidad y de ello hablaré cuando comparta mi historia) van a terminar hastiándose y con el aburrimiento llega el momento en el que no quieren hacer ningún esfuerzo para continuar llevando la máscara que les ha mantenido en la relación ideal. Se vuelven descuidados, les importa poco si los descubres, incluso eso puede resultarles entretenido para manipularte.

Al llevar varias conversaciones en paralelo te envían mensajes que sabes que no son para ti y eso te angustia. Esto es parte de su manipulación y de que ya no importas demasiado. Te vuelves loca/o sobrepensando, tienes ataques de celos, estás inestable, lo ves conectado pero no te habla. Te vuelves Sherlock Holmes y en situaciones que ni siquiera se te hubiesen ocurrido con quince años. Montas pollos, cada semana uno diferente, terminas pidiendo perdón por ser una «histeriquita», por tus inseguridades, por la falta de confianza… Y cuando estás vacía y hecha una verdadera mierda humana, entonces llega la fase de desprecio, de denostación, donde van a empezar a no mantener ninguna apariencia y es en ese momento donde la víctima va a empezar a tener «Disonancia cognitiva».

La disonancia cognitiva es un mecanismo psicológico que hace que tendamos a mantener coherentes nuestros sistemas mentales, que no tengamos ideas disonantes porque eso genera un malestar psicológico y por lo tanto la víctima se encuentra confrontada a dos cogniciones disonantes:

1. La apariencia de relación buena, de persona buena, que se preocupa, que me quiere, de persona amante, de persona sexy con la que puedo tener o tengo una intimidad
   
2. Por otro lado, se presentan una serie de hechos, de comportamientos completamente diferentes que llevan a pensar «mi pareja me engaña, no me quiere, me manipula, me traiciona, flirtea con otros, triangula, etc»

Estas dos cogniciones que son incompatibles generan un fortísimo malestar llevando a la víctima a un estado de permanente dubitación y no saber muy bien a qué atenerse: «Mi pareja, el bicho, ¿Es ángel o es demonio? ¿Es una buena persona o realmente estoy ante un sociópata, un narcisista o una personalidad maquiavélica?»

Esta disyuntiva mantiene a la víctima en un estado de paralización. Poco a poco el no saber a qué atenerse conlleva la retracción personal hasta que llega a un estado de indefensión psicológica también llamada «la indefensión aprendida» que les deja paralizados y bloqueados.

La disonancia cognitiva dura hasta después de la relación con el bicho porque después de haber roto o cortado frecuentemente, las famosas idas y venidas, bloqueos y desbloqueos, después de la fase de abandono que los bichos utilizan, la víctima sigue sometida a ese doble vínculo llamado doble vínculo psicopático.

1. Por un lado las declaraciones de amor y los recuerdos positivos de la fase de idealización y

2. por otro lado todo lo que la víctima ha sufrido en la fase de denostación en la que ha sido sistemáticamente denostada, despreciada, humillada, abusada y por tanto no sabe a qué atenerse, ni siquiera con el recuerdo.

No sabe si pensar que todo lo que vivió con su bicho personal en esa relación fue verdad y por lo tanto lo que debe hacer es un duelo por la pérdida de la maravillosa persona que ya no está en su vida o si lo que tiene es que finalmente alegrarse por haber salido de una relación tóxica y nociva que no había visto hasta tarde.

Esa disyuntiva, esa escisión después de la relación la lleva a dos sentimientos encontrados: a un sentimiento de tristeza que alterna con un sentimiento de rabia altenando con otra sensación de impotencia que, a su vez, se alterna con sensaciones de vacío de desesperanza y abandono. Un cacao de emociones que van llevando poco a poco a un daño posterior a la relación del que va a ser difícil salir.

El duelo tiene que hacerse y se tarda muchísimo en salir de ese duelo. Es una pérdida real porque a pesar de que no había nadie detrás de esta relación psicopática, no había un ser real, sino tan solo una máscara, una mentira constante o varias mentiras que se han ido solapando capa sobre capa, una sobre otra, sí que fue real el amor que la víctima proyectó sobre su bicho.

Llegados a este punto, el amor en la fase inicial que proviene de la manipulación afectiva, de la ilusión creada por el bicharraco y que altera el funcionamiento normal del cerebro. El despreciable insecto ve las heridas de la víctima y no le tiembla el pulso al meter en dedo donde más le duele supliendo las necesidades que la víctima se encarga de airear sin pudor alguno. Todas lo hemos hecho, un llamamiendo descarado, un llorar lágrimas de sangre a pesar de decorarlas con hermosas palabras. 

Alimentar una mentira…