La bomba de relojería: Dinamita a punto de estallar. El oscuro pasajero, dragón inhóspito, hace aparición. Miedo.

No sé cómo integrar al «monstruo». No le gusta que lo llame así, pero no se me ocurre otra manera. ¿Sombra? ¿Escudo? ¿Salvador? Todos los anteriores son acertados, pues ha servido de escudo salvador, se ha mantenido a la sombra y ha jugado el rol de monstruo cuando lo he necesitado. Estoy siendo injusta con esta parte de mí que lo único que quiere es ser vista y acogida por mí misma, por nadie más. Siento su aliento en mí, respira mi aire, exhalo el suyo. Su ira me confunde, pienso que soy yo y soy yo, también soy yo.

Mi monstruo y salvador es mi niña. Aprendió a ser oscura cuando siente que la ahogan, que la avasallan, que no puede, no sabe todavía poner límites. Entonces se despierta el dragón y no nos convertimos en princesas, no, nos transmutamos en una suerte de bola de fuego que todo lo arrasa y no le importa el dónde, el quién ni el cuándo.

Por eso aprendimos a aislarnos. Al no saber poner límites resolvimos la ecuación saliendo de circulación, porque explotar no era una «buena» cosa. Ahí anidó la ira, en el silencio oscuro de las profundidades del vientre y vallamos el jardín de infancia no fuera caso que se escapara el encabronamiento. Una furia que nos protege de la agresividad del entorno sí, pero que, con el tiempo, nos ha ido separando más del amor porque el amor duele, ha dolido, dolió. Desde que pusimos el candado a la verja, han habido filtraciones de considerable magnitud, aprendimos a utilizar la fuerza hacia nosotras en forma de maltrato y negación. No comas, no duermas, no hagas, no, no, no, no y más no. No te pueden querer porque eres un monstruo y al que parecía no importarle… a ese nos enganchábamos porque necesitamos el amor como si no hubiera un mañana.

La chispa adecuada lo abrasa todo y ya no nos andamos con melindres, cada vez menos. A medida que pasan los años, los compañeros duran menos porque basta una pequeña insignificancia para hacerlo estallar absolutamente todo, ¿Cómo aceptar al otro si uno no se acepta a sí mismo?
Dinamitamos estructuras y terminamos siendo una bomba de relojería hiperreactivas al entorno. Polaridad en su máxima expresión: o todo o nada. Me pesa, me pesa lo que no está escrito. Estoy cansada de someterme a mí misma y no dejarme ser sencilla y simple. Solo quiero estar y respirar y no tener que hacer nada para ser apreciada o querida.

Me doy miedo y no sé cómo integrar esta parte así que navegaré por las aguas de la prudencia avisando a los botes de mis brotes de frugalidad-frialdad.

7 comentarios en “La bomba de relojería: Dinamita a punto de estallar. El oscuro pasajero, dragón inhóspito, hace aparición. Miedo.

  1. Avatar de Esther
    Esther dice:

    Mira, pues a mí me pareces una mujer hermosa, muy, muy inteligente y muy muy sensible, y es normal que tengas miedo, todos lo tenemos, sobre todo frente al amor porque el amor dice un cuento es ciego y lo acompaña, de lazarillo, la locura. Respira, algodoncito, eres tierna y humana y aunque alguna vez te hayas pasado de rosca, eso no quiere decir que te tenga que ocurrir siempre y si es así, como has avisado, te lo digo de corazón, el que avisa no es traidor. Un abrazo enorme, a ver si hablamos y esta vez me cuentas y yo callo ;)))

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    1. Avatar de elrefugiodelasceta
      elrefugiodelasceta dice:

      Gracias Esther, no es un problema de hermosura ni de inteligencia. Es que desde hace algunos años siento que hay algo dentro de mí que no es del todo «bueno». Y claro, ya me decían a mí «no sabes el desorden que causas en la gente» u otras perlas que ya he comentado en varias ocasiones y que no quiero exponer de nuevo porque duelen y me corroboran aquello que no es cierto.
      El amor no duele, recompone y el tuyo es de una altísima calidad. Ya no me pasará más nada de lo que me ha estado pasando pues ahora le he puesto luz y voz a la parte sombría y ya sé de donde viene. Infinitas gracias por tu siempre acogedora aura. Eres un dulce que me ayuda muchísimo a aceptar y a amar. Un abrazo de los que tú sabes. Hablamos cuando quieras y no, tú no callas.

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