Ahora que es tan trendy fashion esto de los selfies y inglesismos en gramos instantaneos de satisfacción dopamínica, esta vieja carca se decidió a probar algo «nuevo». Carcajada. ¿Nuevo? ¡Dios mío! Cuánta gilipollez arrastramos pensando redescubrir la sopa de ajo. Y loamos los beneficios de algo que nuestros antepasados no muy lejanos hacían más por necesidad o costumbre que por salud y vitalidad.
Esto es… andar descalzo por la tierra. Nuestros padres y abuelos anduvieron con los pies desnudos mucho antes que nosotros y, sin necesidad de fotografiarse por tal hazaña, lo tomaban como algo normal que todo el mundo hacía, porque así eran las cosas. ¿En qué momento dejamos de tener tal naturalidad y nació la imperante necesidad de mostrarse ante la cámara?
Supongo que el curso de la historia se dio de bruces con el 2008 cuando el libro gordo de Petete fue aireado a los cuatro vientos y las sonrisas de silicona quedaron inmortalizadas en algo mucho más pernicioso para la salud mental de los que nos alistamos voluntariamente a eso que posteriormente llamaron «las redes» sociales. Quedamos atrapados en ellas, como la mosca en la tela de araña. No lo vimos venir, aunque los expertos vaticinaban un hostiazo a nivel global. Interestelar.
Incluso alguien tan reacio a su uso, pensaba yo con el ego a media asta, como la vieja que estas palabras escribe se ha visto enredada en un encierro egoico tirando de excusas para su utilización. No hay historias rocambolescas que valgan, quería mostrar y demostrar no sé qué mierda al mundo entero y al mundo entero se la suda-ba.
A veces, la mayoría de ellas, uno está tan imbuido de su propio ojo, que no ve el de los demás. Oclusión (o)cular. En fin, que nos perdemos las maravillas del mundo por andar metidos en unas pantallas inmortalizando aquello que no estamos viviendo. Lo registramos para rememorarlo sin haberlo experimentado in situ. Me parece una absoluta sandez, pero ahí estamos, echando millones de fotos para luego colgarlas en un muro de mentira, con una sonrisa falsificada por un clic, un idilio de pacotilla cuyo reverso es la miseria del que vive perdido y solo encuentra unas gotitas de alegría en la falsedad del aspaviento feliz.
Tenía un valle hermosísimo a mis pies. Una maravilla de estas tierras españolas, verde, rebosante de vida, alterado por la primavera. El aire, todavía frío, parecía estremecerse de su misma temperatura. Se levantaba del letargo invernal y me enmarañaba el pelo con timidez y ahínco. Se me colaba por un escotado jersey con excesiva necesidad estival. Me descalcé, sentí las malas hierbas bajo mis pies. El grounding, esto es andar descalzo, tiene numerosos beneficios para la salud o eso dicen los expertos.
Respiré profundamente unas cuatro veces. Me llené de vida, planté el pandero en la tierra fértil, miré nuevamente al horizonte y entonces, inmortalicé el momento en una foto para recordar algo que no debería olvidarse… ¡Mierda, volví a caer! Me llevé la mano a la boquita de piñón, me encogí de hombros y con mirada de pilla me dije a mí misma «Oooops, I did it again».
Desaparezco. No me hagais caso, voy a intentar meditar metida en mi apartamento de 2×2, que me siento un poco descentrada. Me han dicho que es muy bueno para la salud mental. Mañana, me levantaré a las 5 de la mañana porque hay un libro que loa los beneficios de madrugar y ya se sabe, «A quien madruga, Dios le ayuda». Luego pasaré por pilates para los lipates, un poco de fitness, yoga facial, un chai y ciao Pao a comer tofu súper vegano porque se sabe que la soja, naturalmente, se convierte en queso, sin químicos. ¡Pobres animales! los tenemos esclavizados en granjas dándonos miel, carne, queso… me voy a mi cubículo de rata a seguir produciendo mierda aérea para el sistema.
Pues sí, Montse. Mucha razón llevas.
Si ya la pantalla grande del salón nos estaba idiotizando, mira tú que bien lo están haciendo las portátiles. Las redes sociales, como los cuchillos, no son malos si se usan con cabeza, pero es que las cabezas no están para darles mucho uso; solo hay que echarle un vistazo a las noticias (¡Ojo! Hay que hacerlo rápido y con muchísima precaución).
Tomar contacto con la naturaleza con todos los sentidos, hasta los que no se contabilizan, debería ser mandado con receta por nuestros sanitarios; cura mucho más que todas las pastillas que nos están imponiendo.
Hay que andar mucho más descalzo por la vida, no solo por la hierba.
Maravillosa reflexión, filósofa asceta.
Abrazo grande (iba a decir sin ropa, por lo del contacto, pero lo mismo se me malinterpreta XD).
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Gracias Jose! El malinterprete, querido, solo está dando fe de su propia suciedad mental. Un abrazo es lo más hermoso que hay. Gracias por tus comentarios, como siempre. Otro abrazo para ti!
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Al hilo de lo que cuentas, y con lo que estoy de acuerdo al cien por cien, creo que el ser humano siempre ha sido gilipollas. Es decir, el humano de hoy en día no es más gilipollas que el de hace cien años, pero tiene ocasión de demostrarlo y dejar prueba flagrante e innegable de ello.
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Puta risa que me ha dado tu comentario. ¡Joder, que risa! Gracias!
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Joder pues sí que es difícil hacer lo que a una le salga del chichi, la próxima vez, da igual sin campo o asfalto, con falda y sin bragas jejeje a ver si el chichi … un abrazo enorme, Scheherezade!!!
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Difícil no, imposible! Siempre hay algo o alguien al acecho metiendo las narices. Así bien seas tú misma poniéndote palos en las ruedas o en el chichi pa que no salga nada! Un abrazo e-norme! MMMMMMUUUUUUACKS
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Volver a los orígenes, la clave para ser cada día un poco más feliz.
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Más feliz, no sé… más esencia seguro que sí. Destapa tu esencia… esencial!
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Está todo inventado
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