Cuando comprendí que lo estaba volviendo a hacer, dejé de sentir opresión en el pecho. ¿Quiero ser mala gente? No, pero lo termino siendo porque la intención no es lo que cuenta a pesar de las lenguas populares. O bien precisamente la intención real es lo que cuenta y la real es sibilina y se cimenta en el propio interés que no es otro que el que nos lleva a cometer lo mayores delitos.
Porque buscamos el amor que no sentimos de pequeños y no nos enseñaron a darnos a nosotros mismos. Otros perseguimos la aceptación a ultranza para paliar el dolor del rechazo o del abandono. Intentamos endulzar la traición con prejuicios para la protección contra la humillación del juicio. Tapamos, parcheamos, no solucionamos y por lo tanto reproducimos. Hacemos copiar pegar.
Somos peligrosos en tanto en cuanto somos inconscientes de los mecanismos que despliegan nuestros egos en la sombra que aparecen como iluminación pero en realidad son una sombra disfrazada de luz y comprensión.
Da miedo ver hasta dónde llega el papel del subconsciente y hasta dónde se arrastra la oscuridad. No importa cuán alerta uno se mantenga, a la sombra no le importa, es más, le pone. Siempre habrá una manera de camuflaje inexplorada o bien ya vivida como algo genuino que no es más que otro disfraz usado en un millón de ocasiones pero con la luz apagada. Al ego le pone cachondo tener que buscar triquiñuelas para enmascararse.
Mi sombra es camaleónica y hace lo que quiere cuando quiere. A veces, me da tanto miedo, mi gran pasión que también forma parte del ego, que no quiero salir de casa, que no me atrevo a interactuar con nadie ni siquiera soy capaz de abrir la boca por temor a decir algo que no es y crear falsas expectativas.
Vaya mecagoenputismo de defensa, habrá que superarlo en algún momento. De momento, enciende el interruptor que no es poco y mira bien lo que hay aunque no sea amable, ama.