«Más vale malo conocido que bueno por conocer»
No hará ni una semana que una gran y muy querida amiga acudió a mí para explicarme el caso de una mujer, compañera de trabajo, que se encuentra claramente en una relación abusiva con un engendro de la peor calaña. Quiso saber mi opinión al respecto y cómo podía ayudarla. De este episodio nació la entrada El camino personal: ¿Por qué no debemos ayudar a nadie? Razón por la que cada cual debe salir del pozo solo.
Lo primero que le pregunté fue: «¿Pero ella te ha pedido ayuda?»
A lo que mi amiga respondió: «No, pero no cesa de llamarme y llorar.»
Primero de todo, deberíamos ser capaces de evaluar las razones que llevan a la persona en cuestión a acudir a nosotros y valorar si es en busca de ayuda o en busca de un saco de basura donde poder seguir regurgitando y vertiendo la presión interna. Me explico para que no suene a «zorra despiadada y fría».
Con los años, nos instalamos en una suerte de confortable incomodidad y de este enquistamiento nace la confusión entre lo que somos y lo que pensamos ser. La mujer abusada en cuestión jamás ha buscado ayuda psicológica a pesar de los años que lleva en la misma situación. ¿Por qué? ¿Por qué en el siglo XXI con toda la información que tenemos a nuestro abasto esta mujer no ha acudido a nadie? ¿Por qué no ha iniciado los trámites de separación? ¿Por qué no se ha puesto en manos de cualquier psicólogo? ¿Por qué no ha buscado información o una vía de escape?
Miedo, sí, mucho miedo y bloqueo, por supuesto, pero ni el miedo ni la ignorancia nos eximen de la responsabilidad propia. La respuesta es sencilla: no le interesa ser ayudada y sí quiere, sin embargo, seguir parapetada en su rol porque es el único que conoce. Sin juicio alguno y con el distanciamiento que me confiere el no conocer a la persona, veo el panorama desde una fría objetividad. No importa cuánto haya sufrido a lo largo de su historia, me consta que lo inconfesable (sigo abogando por instaurar un sistema de evaluación de paternidad porque hay que joderse con la gente que tiene hijos y son incapaces de cuidar de ellos mismos). No importa que fallaran todas sus figuras de apego y estemos ante un caso de pérdida absoluta de la personalidad y la construcción de un ego sumiso, sufridor y quejumbroso.
El sufrimiento es la única motivación que nos mueve hacia la búsqueda de soluciones. Cuando uno no soporta más llega a la bifurcación: «cambio o muerte (real o metafórica)».
Si la mujer llama llorando, la única y real manera de ayudarla no es aguantando el tipo y echándose a la espalda su dolor pues de esta manera nos convertimos en el paño de los llantos, somos utilizados como vía de escape y desechados posteriormente hasta el siguiente maremoto. Así, afianzamos su papel de víctima y contribuimos a perpetuar su lamento sin que haya un «pasar a la acción».
En vez de escuchar los lloros sería conveniente decirle, muy amablemente y con mucho tacto: «querida, sé lo mucho que te duele pero después de tantos años ¿Qué piensas hacer para terminar con la situación? ¿Quieres terminar con esto o seguir así? Si quieres seguir, está bien, es tu derecho, pero ya conozco la historia y poco puedo hacer por ti, esta conversación no tiene sentido y teniendo en cuenta que me duele tu dolor, me gustaría que no siguieses contándome tu desgracia porque se me rompe el corazón.»
La verdadera manera de ayudar es no haciendo nada, cortando con los patrones que se instalan entre las personas, esos roles tan nocivos que permiten que las cosas nunca cambien. Ahora bien, le tendría que preguntar a mi amiga, por qué después de tantos años ella sigue aguantando las desventuras de esta pobre mujer. ¿No es acaso un reflejo de su propio miedo a romper con la identidad de «buena amiga»? ¿A qué le tiene miedo ella para no decir «basta, no me cuentes más»?
Y de nuevo, llego a mi propia historia porque, como dije, es la única manera de compartir, desde la igualdad. Las veces que he aguantado la chapa, y lo sigo haciendo aunque con menor asiduidad, es porque me da miedo decir: «oye, que no me interesa tu vida, lo siento mucho por ti, me puedes contar pero llega un punto en el que esto es remover lo mismo de siempre. Estás bloqueada y no quieres salir de tu bloqueo pero tal como tú estás bloqueada, esta relación se estanca porque no fluye la información. No hay desarrollo, no entra agua nueva, no permites una renovación y, por lo tanto esta relación está tan estancada como la tuya.»
¿Qué puede pasar si tomas la determinación de no seguir enquistada en relaciones purulentas? Rechazo del prójimo, pero ¿realmente importa? ¿Qué me está aportando? ¿Soy mala persona por no querer acompañarlo en su dolor? No, en realidad lo que a mí me pasa es que tengo un choque de identidad entre la idea que tengo de mí (ego) y lo que realmente necesito. No hago las cosas por el otro, sino por mí. Si me quedo a aguantar la chapa no es por el otro sino por mí, porque se rompería mi imagen, pero en el fondo sé que estoy cansada de oír siempre lo mismo. Tengo miedo al rechazo, el propio rechazo de hecho, tengo miedo de no ser aquello que creo ser y que solo es una etiqueta, como muy avispadamente sacó a colación una lectora (bienvenida de nuevo, habla y no te calles.) Tengo miedo a la soledad, a pesar de que esta es la única que me ha acompañado realmente y la base real de una construcción sana. Tengo miedo de quedarme sola, pero ¿Realmente vale la pena seguir dándole vueltas a lo mismo un millón de veces sin que haya la voluntad de hacer nada?
Yo tengo mi respuesta, que cada uno elija la suya.
Qué razón tienes. Yo también he sido (y soy, aunque cada vez menos) ese paño de lágrimas ajenas que buscaba ayudar y consolar, pero que enseguida fue desechado una vez remitía el berrinche. Y luego, vuelta a empezar. El eterno retorno o el bucle infinito en la autocompasión y el autovictimismo. Yo misma he estado ahí y no se lo recomiendo a nadie, porque es un terreno lleno de arenas movedizas que te engullen lenta pero inexorablemente.
Por mi parte, seguiré prestando el hombro a quienes de verdad lo necesitan, a quienes piden ayuda y a los que sé que puedo ayudar, pero no si lo que hacen es colocar sobre mis propios hombros un dolor y un sufrimiento que no me pertenecen. Quizá lo más complicado es no hacer nuestro el dolor externo, al menos a mí me ocurre eso y suele hacer mella, porque acabo coleccionando sufrimientos ajenos y propios y es difícil salir de esa vorágine.
La soledad da miedo porque nos enseñan a temerla. Nuestro mayor reto y aprendizaje es entender que no estamos solos: estamos con nosotros mismos, siempre. Aprender a valorarnos y amarnos es el desafío y la mayor aventura de la vida.
Un abrazo enorme, guerrera. 🥰 😊😘
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La soledad da miedo porque nadie nos enseña a aceptarla y sí, la rehuimos porque estamos constantemente bombardeados por falsos mensajes entusiastas. No sé si el hecho de ser, ante todo, animales sociales influye en el miedo a la soledad. Como si ancestralmente hubiera quedado inscrito en el inconsciente que solos, no podemos sobrevivir.
Gracias por compartir, como siempre, desde la transparencia más pura y desde tu maravillosa humildad. Te abrazo hasta el casi ahogo.
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He de ser sincera que esto me ha hecho reflexionar mucho (como casi todas tus entradas, amiga! menudo verano de autoconocimiento que llevo!!). Siempre he sido, como dice Tania, un pañuelo de lágrimas, un muro de lamentaciones y yo…encantada de la vida, porque también he buscado eso para mi (es el camino fácil, es la cruda realidad). Pero al leerte, al hablar contigo, me paré y me pregunté que conseguía haciendo esto, como me sentía yo cuando lo hacían conmigo (si hay algo bueno en mi es lo reflexiva que soy incluso con el movimiento de una mosca).
Y mi conclusión es que consigues una paz inmediata, fácil, pero falsa porque luego, la vida sigue igual hasta que vuelve a suceder y volvemos a hacer lo mismo, a repetir el mismo patrón. Y así la vida gira y gira sin resolver nada, y consiguiendo una paz transitoria.
Así que, todo pasa por ser un pañuelo de lágrimas, me siento mal si no lo soy (al menos en un presente cercano), sobre todo con la gente a la que quiero, pero tomando acciones al respecto. La cosa no puede ni debe limitarse solo a aportar esa paz transitoria. Sigo reflexionando sobre ello, porque me has removido (para bien).
Gracias por…hacerme plantearme otros puntos de vista, complementarios, adicionales, nuevos. Solo puede conducir a un enriquecimiento personal. Un abrazo con achuchón gigante de a tres!
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Moly! Gracias a ti por compartir, como siempre, desde la honestidad brutal. Lo bueno de ti no diría que es solo la reflexión sino las inmensad ganas de aprender y de evolucionar. Para mí eres un ejemplo a seguir y, claro, todos tenemos nuestro pequeño ego que aparece bajo su misma forma de siempre. No hay que negarlo ni evitarlo, hay que observarlos y compadecerlo, pobrecito, siempre haciendo de las suyas. Pero ¿Sabes qué es lo mejor de todo? Que lo puedes observar y lo puedes dominar. No pasa nada por querer ser un apoyo para los sufrientes, de hecho es bonito quere aligerar el dolor de otros, siempre y cuando no te repercuta a ti o bien no seas utilizada y olvidada (que es lo que suele pasar la mayor parte del tiempo, pues cada uno barre para su casa). Aprendemos y crecemos y cuantas veces sea necesario tropezaremos con nosotros mismos hasta que nos demos cuenta de que esa conducta es contraproducente. Para eso están también los amigos, para señalar con el dedo las costumbres propias que nos son desfavorables a largo plazo.
Millones de abrazos y buen fin de semana. Disfruta de la levedad, a veces nos merecemos un oasis de calma.
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Gracias amiga, me emociona..y tienes razón, la vida evoluciona y nosotros debemos hacerlo también. 😉
Y efectivamente, esta bien ayudar, apoyar, siempre y cuando no repercuta en ti,y no te olvides de ti misma. Ese ha sido siempre mi problema.
Un beso gigante y a disfrutar un poco el finde 😘
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Gracias por compartir 🫂.
Una bella cita:
«El mundo no lo vemos como es, sino como nosotros somos» Immanuel Kant.
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Podría ponerle objeción a algunos pequeños detalles de todo lo que has dicho. Pero acepto que tenés razón en casi todo. Saludos.
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Puedes poner objeción a lo que quieras. Matiza, igual se me pasa algo por alto. Gracias por participar!
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Yo entiendo que algunas relaciones de dependencia sean como droga dura y por eso, sin ayuda, muy difíciles de dejar. Lo que no entiendo es por qué hemos de sentirnos mal por poner límites a una especie de adicción o terrorismo psicoafectivo, que aunque sea de una manera no muy consciente, pretende mancomunar el sufrimiento. Deseo lo mejor para los demás y me incluyo. Tu propuesta de hablar con la amiga con tacto pero claramente me parece una manera excelente de ayudar(se). Estoy además totalmente de acuerdo contigo, en un caso así, la mejor manera de ayudar es cortando patrones. Luego está la cuestión del miedo al rechazo, ahí mi respuesta es que a mí también me encanta la compañía y estar con los demás pero también disfruto mucho estando sola, es más, amo la soledad. En parvulillos no quise hacerle la silla de la reina a una niña que tenía dominadas a las demás y me quedé sola en el recreo, jejee, ahora me río por la niñería, hasta mi amiga Carmencita dejó de hablarme pero mantuve mi posición: antes sola, que mal acompañada. Ese es mi lema y lo sigo siempre que puedo. Que tengas un lindo viernes, un placer leerte y reflexionar lo que nos expones, gracias ;)))
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Buenas Esther! Gracias por comentar sin cortes ni censuras! Así tiene que ser.
Lo de las relaciones de dependencia sí, depende del caso es absolutamente necesaria la ayuda externa, especialemente cuando éstas están momificadas. Es realmente impresionante cómo las personas saben que «ahí no es» y sin embargo llevan años enclaustradas sin poder moverse. En otro momento hubiera emitido una sentencia durísima sobre la «víctima», ahora, habiendo pasado por lo que he pasado, sigo diciendo que buscamos nuestro propio beneficio (de otra manera no estaríamos allí) pero que, a veces, no sabemos distinguir entre la necesidad real de nuestra esencia y la voluntad del ego. Es complicado y los límites entre una cosa y otra son tan finos que muchas veces queremos creer en algo que ya sabemos en fondo de nosotros que no va a funcionar, sencillamente porque el instinto o la intuición te advierte de que ESO no es normal.
Mejor sola que mal acompañada… sí totalmente de acuerdo aunque siempre preferiré, como tú, mejor bien acompañada que sola.
Un fuerte abrazo para ti!
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