Aquí y ahora: ¿De qué te das cuenta?

¿De qué te das cuenta? Pregunta que me ha acompañado todo el fin de semana y que ha arrancado de mí los peores temores, quizás aquellos enterrados por miedo a, precisamente, darme cuenta. 

Me he dado cuenta de que habito en la mente de que todo cuanto acaece se procesa desde la misma. 

Me he dado cuenta de que estoy en poco o nulo contacto con el mundo sensorial y emocional. Me he dado cuenta de que me cuesta, evito incluso, conectar con la realidad del aquí y del ahora. Que por mucho que medite, me cuesta estar presente y que si lo estoy, necesito de un anclaje al presente. Intento que sea mi cuerpo, pruebo de centrar mi atención en el cuerpo, pero de manera inmediata la mente inicia un cansino parloteo incesante. 

De repente, siento la mano ajena entrar en contacto con la mía y mi mundo de fantasía mental se viene abajo. Ese es el anclaje al momento presente. La alteridad por tanto tiempo evitada es lo que me ata al momento presente. El prójimo es lo que me hace bajar al mundo de las sensaciones corporales y emocionales. Y entonces, en ese momento, se abren las puertas de la propiocepción. Soy y estoy presente porque existe el otro, existe la mano amiga que me baja a tierra.

Entonces, en ese instante, entro en contacto con el aislamiento que me he provocado yo misma pensando que era soledad elegida. No, no lo es, es aislamiento, es dolor, es miedo al dolor, es pavor a sentir. Un temor que he suplido a base de imaginación y distancia. Lo que es real en realidad no lo es, es pensamiento. Se me desmorona el castillo de naipes que he erigido a modo de vida. Frágil y distante. Me doy cuenta de que mi cuerpo ansía ser tocado, que necesita ese contacto para vivir, para nutrirse de la experiencia. Me doy cuenta del miedo que me circunda y que a modo de pátina ha creado una coraza protectora que me ha alejado de sentir.

Se abrió la veda y de repente las emociones de los demás son mías. El dolor sobre todo, el dolor lo veo, lo siento, lo lloro. Y no puedo parar de llorar incluso si ese dolor no es mío, lo veo y se me hace insoportable. Las tripas se me retuercen y me mortifican. Siento la ira de los otros y quiero pegar y gritar, el estómago manda señales para echar a correr tan rápido como me sea posible, alejarme de ese agujero de profundidad insondable, el vello se me eriza, el pelo se me cae fruto de esa cólera que acelera el corazón y me envenena el alma. 

Siento la tristeza anclada en mi pecho. Las historias de los compañeros provocan la mía. Lloro y no puedo dejar de hacerlo. Y cada testimonio, cada una de las historias me penetra y se materializa en mí. Siento una ingente cantidad de sufrimiento, quizás no veo el mío porque el de los demás es demasiado fuerte. 

Me veo reflejada en muchas compañeras. Padres ausentes, niñas abandonadas, madres evitativas o demasiado pedigüeñas. También son parte de mí. 

Me doy cuenta de que me he alejado del mundo para evitar ser consciente de mi propio dolor, porque los demás me recuerdan que no debo olvidar. Evito sentir porque tengo miedo de no poder sostener tanto dolor, porque cuando empiezo a llorar no sé cómo parar. Y a lo mejor no hace falta hacer nada y sencillamente dejar que fluya todo lo que debe ser llorado, esquivado por tanto tiempo, pero duele y quiero que no duela. A lo mejor para que cese el dolor, la ausencia, el abandono, el exceso… hay que sentirlo como adulta apelando a la niña desprotegida que fui y sostenerme a mí misma.

Transitar el dolor mirándolo a la cara, desvelando poco a poco el entuerto con la compasión que merece la niña que se sintió abandonada y tomarla de la mano para que regrese al presente, hacerle un lugar en el aquí y ahora y permitirle existir en mi pecho en vez de negarla como tantas veces he hecho porque eso es lo que aprendí a hacer. Negarme por miedo a no saber sostenerme. Ahora toca enfadarme, llorar y darme cuenta de la equivocación en el camino.

Tomé el sendero contrario al necesario para la sanación, pero nunca es tarde de volver atrás. Por eso soy un peregrino en marcha atrás para hallar el gran agujero negro de mi propia galaxia. Ese agujero negro que engulle todo en derredor y que, al mismo tiempo, permite que la vida se desarrolle de manera natural haciéndome ser quien soy. 

Me doy cuenta de las contradicciones constantes que hilvanan mi realidad. La polaridades se muestran de manera flagrante, innegables. La mente piensa mientras el cuerpo expresa todo lo contrario. Muestra fehaciente, una vez más, de que el cuerpo posee una sabiduría esculpida a base de inconsciente, de memoria ancestral, de instinto. Me doy cuenta de que traté de ahogar esa sabiduría instintiva con la mente porque no la validaron. Siento odio por ello, odio hacia ellos, mi consejo de sabios particular y odio hacia mí misma. ¿Dónde está esa conmiseración ahora? Ya no está y ahora que la nombro vuelve. 

Me doy cuenta de que soy un barco a la deriva emocional, no sé gestionar todas estas emociones y el vaivén que me provocan me marea. Por eso, las he evitado. 

En definitiva, me doy cuenta de que no quiero estar más sola, de que necesito de los demás para vivir y salir del modo supervivencia. No me satisface la compañía de cualquiera tampoco, lo que hice no lo repito, por ahí ya pasé y aprendí. Cerré mi Gestalt.

A través de la mirada ajena puedo existir en otro formato, que no me quiero esconder más y que, a pesar del miedo a confrontar las incoherencias que me son propias, a pesar del miedo a ser tachada de exagerada (como siempre lo he sido en cuanto a emocionalidad se refiere), quiero transitar por la vida dándome la posibilidad de eclosionar y verme por lo que realmente soy y no solo por lo que pienso que soy. 

8 comentarios en “Aquí y ahora: ¿De qué te das cuenta?

  1. Avatar de JascNet
    JascNet dice:

    Así es la vida, Montse.
    Un mar de emociones que, a veces, es una piscina azul y templada y, demasiadas veces, un salvaje baile de olas negras y aterradoras, empeñadas en ahogar nuestras esperanzas.
    Lo interesante y sano es tener siempre cerca algún barco «amigo» que nos salve del naufragio.
    Parece que hoy me levanté poético. 😉
    Precioso relato descriptivo del sentir.
    Un Abrazo.

    Le gusta a 1 persona

  2. Avatar de Daniel Hernández García
    Daniel Hernández García dice:

    Querido lector/a

    Primero, quiero agradecerte de corazón que en algún momento hayas entrado y leído mis entradas. Cada visita que me encuentro día tras día, es un impulso enorme para mi escritura. Siéntete participe también de cada pequeño éxito que recojo diariamente y espero, que mis reflexiones puedan ayudarte a ver la vida con otra perspectiva.

    Seguidamente, te invito a comentar la cita del día de hoy. He escogido a una de las personas más admiradas que ha pasado por este planeta, Nelson Mandela. Querido por casi todo el mundo, Mandela es un ejemplo sobre el que mirarnos.

    Cita del día

    Que tengas un día feliz……..y consciente 🙂

    Le gusta a 1 persona

Replica a Antonio Rodríguez Miravete. Juntaletras. Cancelar la respuesta