El reflejo de la proyección: Somos lo que vemos, pero es más fácil reconocerlo en otros.

Me miré en Julia y vi temor, una escurridiza y grácil beldad de ojos de luna que de mí huyó y la dejé marchar con un aullido de dolor.

Posé mis manos sobre Alicia y ella se apartó. Sentí la gélida daga del rechazo fraternal. No lo comprendí así que traté de asirla con mayor ahínco, redoblando los esfuerzos y más cruenta fue su retirada. La pesadumbre del estómago colonizó el pecho y corrompió mis cuatro extremidades. Las inferiores comenzaron a temblar y, sin poder sostenerme, flaqueé derrumbándome sobre mis propias ruinas.

Me arrastré hasta Candela, luz esperanzadora que me devolvió una mirada admirativa. Me recompuse paulatinamente y me quedé a su vera el tiempo necesario para recuperar los ánimos. No demasiado, no fuera caso que el respeto se transmutara en oscuro deseo de posesión, mía naturalmente.

Vi la furia y el fuego de Leticia. Un huracán de animosidad dispuesto a arramblar con el todo y con la nada al unísono. Gritó, se echó al suelo y pegó puñetazos contra la tierra yerma. Recorrí con la vista la magnificencia de aquel poderío y deseé recuperar la vitalidad de antaño, la lucha, la pelea del inconformismo, mas yo ya no era aquello que fui. ¿Qué fui?

Me apoyé sobre el hombro de Magdalena y vertí mi desolación como un niño desollado. Su bondad, fragilidad y candidez me resultaban insostenibles. Su belleza me arrancó el alma de miura y la reemplazó por algodón de azúcar.

Y llegué a la gran sacerdotisa a la cual solo pude reverenciar. Muda y genuflexa caí rendida ante tanta presencia. «Levántate y camina, hermana, aquí compartimos rango y responsabilidad.»

Me alcé y con toda la dignidad que me cupo, me vestí con los fragmentos de mí que vi en Julia, Alicia, Candela, Leticia y Magdalena. Ellas dejaron de ser lo que mis ojos proyectaron, pues sus historias eran bien diferentes y grandes desconocidas para mí.

Cuando me hube recompuesto, comprendí que todo lo que vi en ellas fue porque anidaba en mí, aletargado o negado, más vestido que desnudo, mas dentro de mí.

Entonces y solo entonces aprendí que la grandiosidad de la sacerdotisa también reside en este cuerpo y esta mente, que el universo está en cada uno de los que lo ven y que tan solo hay que alumbrar la oscuridad para que el cincel desprenda el embrutecimiento del diamante.

12 comentarios en “El reflejo de la proyección: Somos lo que vemos, pero es más fácil reconocerlo en otros.

  1. Avatar de Esther
    Esther dice:

    Amen!!! Podemos ser todas e integrar de todas ellas lo mejor de nosotras mismas, ¿arbórea? ¿contradictoria? Estoy viva que no es poco, jejeje. Maravillosa como siempre, Sacerdotisa, Diosa, Candela, … Algodoncito, Asceta, Amorosa y la más maravillosa de todas: Montserrat. Mil y un besos!!!

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    1. Avatar de elrefugiodelasceta
      elrefugiodelasceta dice:

      Oh! Todos somos todo y a la vez, paradójicamente, no somos nada. Una materialización de la divinidad. A veces somos de una manera, otras veces somos de otra. Lo importante es acoger todas ellas y aceptarlas como partes de nosotros, sin identificación alguna. Me veo en ti, te ves en mí… claro, si es que todas somos una! Billonbesos!

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  2. Avatar de beauseant
    beauseant dice:

    Unas imágenes poderosas las que has traído sin necesidad de usar una cámara. Somos muchas almas metidas con calzador en cuerpos muy pequeños… y esas almas no siempre se llevan bien entre ellas, necesitas un arbitro. La mayoría de las personas designan al cerebro para esas tareas, pero ya te digo que tampoco es que sea la mejor opción 😉

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  3. Avatar de VdeVersus
    VdeVersus dice:

    «Entonces y solo entonces aprendí que la grandiosidad de la sacerdotisa también reside en este cuerpo y esta mente, que el universo está en cada uno de los que lo ven y que tan solo hay que alumbrar la oscuridad para que el cincel desprenda el embrutecimiento del diamante.» Delante de esto, sobra todo lo demas. El Universo esta entre las teclas y las yemas de tus dedos. Sin palabras.

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