«No nos impacta tanto el amor desmedido, como el desamor. Sobrestimamos las ventajas del amor y minimizamos sus desventajas. Vivimos con el apego afectivo a nuestro alrededor, lo aceptamos, lo permitimos y lo patrocinamos.» Walter Riso
Ojalá hubiera caído entre mis manos este manual hace años, como tantas otras cosas. De haber sido así, hubiera sabido poner nombre y conciencia a todo lo que me acontecía. Los estira y afloja de la débil voluntad, el sí pero no, los múltiples descuadres relacionales, el sentir que aquella persona no es para ti y, sin embargo, seguir dándose cabezazos contra la pared. No poder salir del sufrimiento, no saber el qué ni el porqué de la pesadumbre. Una de las razones es la dependencia afectiva, fruto natural de nuestro ego que nos susurra al oído sus miedos, sus deseos, su voluntad.
Habría que tener una consideración importante antes de comenzar la lectura de este manual. Quien solo busque un alivio ante los síntomas del malestar seguro que entre estas páginas lo encontrará, pero no dejarán de ser un «alivio» temporal hasta la siguiente vez en que se vuelva a tropezar con la misma piedra. Quien en cambio busque una cura definitiva debe estar preparado para la reestructuración emocional, dolorosa cuando real, pero extremadamente satisfactoria a largo plazo. Una inversión en bienestar siempre y cuando haya un verdadero compromiso de metamorfosis.
A medida que van pasando las hojas, uno siente el bochornoso peso del pasado caerle encima porque, en algún momento, se estuvo en aquella página, en aquella misma situación con aquella misma persona. No pasa nada, el aquí y el ahora son lo importante así como poder hablar de lo sucedido en pretérito indefinido, definitivamente.
El libro está organizado en tres partes y no peca de la condescendencia habitual, la mal apodada «tolerancia»:
En la primera de ellas («Entendiendo el apego afectivo»), se da una visión general sobre el tema del apego, se definen conceptos y se pone rumbo hacia una comprensión útil del tema sin circunloquio alguno.
El segundo punto («Previniendo el apego afectivo») busca ofrecer algunas herramientas para promover la independencia afectiva y aun así seguir amando. Está dirigida a cualquier persona que quiera mejorar su relación o crear un estilo afectivo más inmune al apego.
La tercera parte («Venciendo el apego afectivo») es la más extensa. Su contenido apunta a propiciar estrategias para desligarse de aquellas relaciones inadecuadas y no recaer en el intento.
OPINIÓN PERSONAL Y EL PORQUÉ DE LA NECESIDAD DE LECTURA
En una cultura como la nuestra donde se ha logrado embutir la idea del «amor romántico» a fuerza de ensoñación estupidificante, se hace necesaria la lucha a contracorriente pues por «amor» se han hecho, se hacen y seguirán comentiéndose las mayores imbecilidades humanas. El problema de lo anterior no es la estupidez de los hechos, sino la factura que se paga al final de la existencia, cuando uno se da cuenta de que lo dio todo «por amor» y que de amor no queda ni rastro.
No elegimos a las parejas «nos enamoramos de lo que se puede, no de lo que se quiere». Nos «enamoramos» de aquello que pensamos que nos merecemos. Si no tenemos amor propio vamos a buscar, inevitablemente, alguien que nos trate como pensamos que merecemos y nos quedaremos ahí por miedo a no encontrar a nadie que nos vuelva a querer porque no somos merecedores. Pero ¿es eso realmente amor?
La libertad, la dignidad, la personalidad son solo unos ejemplos de «-dades» que se pierden por los intrincados senderos del «amor» socializado y adulter(io)ado. O quizás deberíamos decir que porque no existen estas «-dades» desde un principio se puede llegar al «amor» que en realidad es todo lo contrario, el «roma» donde el uso incluso el abuso del prójimo están asegurados.
El libro resalta la importancia de los «AUTO» FUNDAMENTALES: autorespeto, autocontrol y exhortación a la exploración del sentido de la vida propio así como de la autonomía e independecia. Añado que por independencia se consideran varios ámbitos de la misma desde la económica, como el ser capaces de vivir por los propios medios sin estar ligados a nadie (eso pasaría por la revisión de los vínculos empresariales que uno tiene con el empleador) hasta la capacidad de cubrir las propias necesidades afectivas con el amor que uno puede desarrollar para consigo mismo, asignatura pendiente de la mayoría de nosotros.
El autorespeto es fundamental para respetar al prójimo. Si uno es incapaz de respetarse, ¿Cómo se entiende que comprenda el significado de respetar a su semejante? Imposible. Del mismo modo, si uno no se quiere, ¿Cómo se puede esperar que sea capaz de sentir amor por nadie? Lo que seguramente sentirá es necesidad, atropello afectivo, convulsión, miedo, deseo, etc, pero en ningún caso se tratará de amor. Las premisas para sentir amor y no roma empiezan por uno mismo, como todo en esta vida.
El que necesita del otro, por pura matemática psicológica, termina manipulando para colmar sus propias necesidades. Si un hambriento (el necesitado) se junta con las ganas de comer (véase narcisista) se obtendrá el tandem perfecto en términos simbióticos. Dudo que a largo plazo dé buenos resultados porque dos agujeros negros terminan engulléndose el uno al otro. La observación del mundo da a entender que estas uniones terminan mal, especialmente para el necesitado que con artimañas de pacotilla pretende retener al que no necesita ser retenido.
Sin embargo, si un dependiente se cuelga del cuello de alguien cuya necesidad básica es la independencia lo único que podrá pasar es que el independiente se canse y se vaya, normalmente de malas maneras y el dependiente quede devastado.
Pero, ¿Qué es exactamente la dependencia afectiva y cómo se origina?
REAGRUPACIÓN DE LA MIERDA:
PRIMERA PARTE: ENTENDIENDO EL APEGO.
El apego es adicción
El apego es una adicción. Es la incapacidad de poner fin a un vínculo aun cuando el trato deparado por los miembros integrantes de la relación incurre en la mutilación del «yo».
Bajo el disfraz de «amor romántico», roma, se esconde la distorsión del amor. El amor socializado que promueve la obediencia, la subordinación y la adherencia. La incapacidad de decidir por sí solo porque es más importante «el otro» que yo mismo. Eso es el amor social, el que nos han inculcado, el que impulsa la industria cinematográfica, el que vende sueños y escapismo virtual.
El paradigma inculcado: «El auténtico amor debe estar, forzosamente, infestado de adicción», nada más lejos de la realidad. Una buena relación necesita de mucho más que de afecto en estado puro.
El deseo NO es apego
El deseo por sí solo no es apego pero sí lo es la incapacidad a renunciar a él. Detrás de todo apego hay miedo y más atrás algún tipo de incapacidad, como por ejemplo hacerse cargo de sí mismo que conlleva el temor a quedarse solo.
El desapego NO es indiferencia
Krishnamurti decía «El apego corrompe» y lejos del modelo con el que nos han adoctrinado, el desapego no significa frialdad, insensibilidad o dureza de corazón, sino independencia, no posesividad y no adicción. La libertad no significa libertinaje y el estar emancipado no significa salir a buscar fuera aquello que no se encuentre dentro. Precisamente porque una persona es libre emocionalmente, es capaz de elegir libremente y no desde el miedo y el instinto de supervivencia. Una persona que ha probado las mieles de la soledad y aún así elige estar con alguien, ese alguien puede darse por enterado de que está siendo escogido como la mejor opción.
El desapego es una elección que dice que «el amor es ausencia de miedo» y si la unión afectiva es saludable, la conciencia personal se expande y se multiplica en el acto de amar. Se trasciende sin desaparecer.
El apego desgasta y enferma
Los adictos despilfarran la energía de mala manera intentando retener su fuente de gratificación. Este modo de actuación es normalmente desarrollado por los activo-dependientes celosos e hipervigilantes, pueden tener ataques de ira o desarrollar patrones obsesivos de comportamiento, agredir físicamente o llamar la atención de forma inadecuada.
La otra forma de dilapidación energética se basa en concentrar en una sola persona toda la capacidad placentera llegando al fanatismo y la devoción del «mi pareja lo es todo». Esta es asumida por los pasivo-dependientes que tienden a ser sumisos, dóciles y extremadamente obedientes con el fin de agradar pensando evitar ser abandonados.
En ambos casos el apego enferma, castra, incapacita, elimina criterios, degrada y somete, deprime, genera estrés, asusta, cansa, desgasta y, finalmente, acaba con todo residuo de humanidad disponible (tanto en el amante que se ahoga con sus propias emociones, como en el amado que es ahogado por el primero.)
LA INMADUREZ EMOCIONAL: EL ESQUEMA CENTRAL DE TODO APEGO
Esta implica ingenuidad e intolerancia ante situaciones vitales incómodas o aversivas y el no respeto del derecho a la propiedad de la intimidad de la pareja. Las dificultades para gestionar el sufrimiento, la incertidumbre y la frustración son el producto del egocentrismo de la inmadurez emocional. El capricho de un niño que carece de autocontrol y autodisciplina. Estas son las tres manifestaciones de la inmadurez emocional:
A- Bajos umbrales de sufrimiento o la ley del mínimo esfuerzo:
Este punto condensa la comodidad, la buena vida y la aversión por las molestias. La pereza humana del que rechaza salir de la seguridad del molde, ya sea por haber recibido una educación contemplativa, una sobreprotección o un ahorro de las vicisitudes de la vida. Estos sujetos sólo persiguen el placer sin letra pequeña. No han asumido que «quien algo quiere, algo le cuesta» y por lo tanto la cultura del esfuerzo o del «sacrificio» personal para asumir ciertos logros, no está implementada en su disco duro. Un error de programación conduce a estos sujetos a una falta de autocontrol sobre aquello que, pese a ser dañino, les resulta placentero. «Pan para hoy y hambre para mañana» porque lo desconocido les resulta aterrador y el pasado reconfortante. Incapaces de lidiar con lo desagradable, buscan desaforadamente lo placentero así sea a costa de su salud.
Las grandes decisiones siempre conllevan dolor, desorganización y perturbación. La vida no viene en bandeja de plata.
El pensamiento central de la persona apegada afectivamente y con baja tolerancia al sufrimiento se expresa así:
«No soy capaz de renunciar al placer/bienestar/ seguridad que me brinda la persona que amo y soportar su ausencia.No tengo tolerancia al dolor. No importa lo dañina o poco recomendable sea la relación, no quiero sufrir su pérdida. Definitivamente, soy débil. No estoy preparado para el dolor».
B- Baja tolerancia a la frustración o el mundo gira a mi alrededor:
El egocentrismo es el punto clave de este comportamiento. La vida no es como nos gustaría que fuera y quien crea lo contrario no es narcisista, término muy de moda en la actualidad, sólo está siendo inmaduro. A veces lo que uno quiere, no siempre implica que uno puede. Este grupo es incapaz de decodificar lo que su pareja quiere o necesita, no están entrenados para ponerse en los zapatos del otro y no comprenden que «amarlos es un derecho que sus parejas tienen, pero en ningún caso una obligación». No se trata de subordinar e imponer el amor, si no se puede, no se puede.
Este perfil puede llegar a ser retorcido y orgulloso, lo que importa es quién dejó a quién y no la tristeza de la pérdida del otro, sino la desesperación de haber sido rechazados.
El pensamiento central de la persona apegada afectivamente y con baja tolerancia a la frustración se expresa así:
«No soy capaz de aceptar que el amor escape de mi control. La persona que amo debe girar a mi alrededor y darme gusto. Necesito ser el centro y que las cosas sean como a mí me gustaría que fueran. No soporto la frustración, el fracaso o la desilusión. El amor debe ser a mi imagen y semejanza»
C- Ilusión de permanencia o de aquí a la eternidad.
Nada dura para siempre, ni la vida, ni el amor, aceptar esto no es pesimismo, sino realismo afectivo. La única certeza es que hay incertidumbre y que todo es transitorio, también. Nosotros lo somos así como todo cuanto nos rodea. No hay mucho más que resaltar de este capítulo, es de una lógica aplastante. Alimentar la idea de que alguien pueda permanecer a nuestro lado toda la vida es ciencia ficción, ensoñación absurda y un supuesto que damos por sentado en demasiadas ocasiones. (Y ¿A qué precio?)
El pensamiento central de la persona apegada afectivamente y con ilusión de permanencia se expresa así:
«Es imposible que nos dejemos de querer. El amor es inalterable, eterno, inmutable e indestructible. Mi relación afectiva tiene una inercia propia y continuará para siempre, para toda la vida».
¿A QUÉ COSAS NOS APEGAMOS DE UNA RELACIÓN?
El apego siempre se da por una de estas dos razones:
1- Evitar el dolor
2- Mantener la satisfacción
Puede aparecer inocentemente como bienestar, tranquilidad, diversión, engrandecimiento del ego, confianza, compañía, soporte o simple presencia física.
La persecución del bienestar y de la protección a cualquier precio incluso a cambio de una vida insufrible. Una total descompensación en el balance emocional.
Estos son los tipos de apego más comunes:
A- LA VULNERABILIDAD AL DAÑO Y EL APEGO A LA SEGURIDAD/PROTECCIÓN:
La baja autoeficacia: «No soy capaz de hacerme cargo de mí mismo». Estas personas necesitan de alguien más fuerte, psicológicamente hablando, que se haga responsable de ellas.
La idea que las mueve es obtener la cantidad necesaria de seguridad/protección para enfrentar una realidad percibida como demasiado amenazante. Lo que se persigue no es una activación placentera y eufórica, sino la calma y el sosiego.
El origen de este apego parece estar en la sobreprotección parental durante la niñez y en la creencia aprendida de que el mundo es peligroso y hostil. La autoimagen de la persona es de indefensión, desamparo y soledad.
Déficit: Baja autoeficacia («No soy capaz de bastarme a mí mismo»).
Miedo: Al desamparo y la desprotección.
Apego: A la fuente de seguridad interpersonal.
B- EL MIEDO AL ABANDONO Y EL APEGO A LA ESTABILIDAD/ CONFIABILIDAD:
La búsqueda de estabilidad está asociada a un profundo temor al abandono y a una hipersensibilidad al rechazo afectivo. La confiabilidad se convierte, para ellos, en una necesidad compulsiva para soliviar el miedo anticipatorio a la carencia.
La pareja puede ser fría, adúltera, agresiva y mal progenitor, pero si es una persona «estable», constante, predecible y perseverante en la relación, queda eximida de toda culpa: «No importa lo que haga, me da la garantía de que siempre estará conmigo». Lo determinante es que se haga presencia (obviamente si hay algo de amor mejor, pero no es una condición imprescindible).
La historia afectiva de estas personas está marcada por despechos, infidelidades, rechazos, pérdidas o renuncias amorosas que no han podido ser procesadas adecuadamente.
Déficit: Vulnerabilidad a la ruptura afectiva («No soportaría que mi relación fracasara»).
Miedo: Al abandono.
Apego: A las señales de confiabilidad/permanencia.
C- LA BAJA AUTOESTIMA Y EL APEGO A LAS MANIFESTACIONES DE AFECTO
Aquí, como en el anterior, la búsqueda de estabilidad conforma el esqueleto de este tipo de apego. No obstante, el objetivo no es el de evitar el abandono, sino el sentirse amado.
Las manifestaciones de afecto son para estos sujetos cruciales y la constante revisión de las mismas puede resultar agotadora tanto para ellos como para los que los rodean. Si una persona no se quiere a sí misma, proyectará ese sentimiento y pensará que nadie podrá quererla. «Piensa el ladrón que todos son de su condición».
El miedo al desamor (carencia afectiva) rápidamente se transforma en necesidad de ser amado. Cuando alguien se aproxima afectivamente, los sujetos con baja autoestima se sorprenden y dudan seriamente de las intenciones del candidato. Como si dijeran: «Si se fijó en mí, algo malo debe de tener» y a pesar de necesitar amor, temen ser heridos. «Necesito amor, pero le temo». Estos sujetos son desconfiados, pero la perseverancia del conquistador puede dar sus frutos si se muestra convincente.
A partir del momento en que se formaliza la relación, el apego se dispara hasta el infinito y más allá. La adicción al nuevo amor queda configurada y establecida con fuerza de ley: «¡Al fin alguien se ha dignado amarme!» Lo que sigue es una vida de pareja donde el cariño, la ternura y otras manifestaciones de afecto serán vistas por el apegado como señales de que el amor aún está presente.
Si la expresión de afecto disminuye por cualquier razón intrascendente, el individuo adicto puede volcarse desesperadamente a recuperar «el amor perdido», como si la relación estuviera a punto de desbaratarse. Un verdadero calvario para el «amado».
Otro indicador usado por los apegados para saber el estado de la relación es la deseabilidad sexual. La necesidad de amor puede confundirse con lo sexual pero no es lo mismo. Se puede desear sin sentir afecto y se puede sentir afecto sin desear.
Déficit: Baja autoestima («No soy querible»).
Miedo: Al desamor (carencia afectiva).
Apego: A las manifestaciones de afecto/deseabilidad.
D- LOS PROBLEMAS DE AUTOCONCEPTO Y EL APEGO A LA ADMIRACIÓN
El autoconcepto es en qué medida nos aceptamos a nosotros mismos y hay dos tendencias extremas entre las cuales la escala de grises se expande infinitamente.
Por un lado están los narcisistas crónicos con complejo de Dios y en el polo opuesto están los que viven defraudados con ellos mismos con complejo de cucaracha (explosión de risa).
La baja autoestima tanto de los unos como de los otros se materializa por una necesidad de reconocimiento y adulación. Tanto Dios como la cucaracha precisan de aplausos. La realidad es mucho más dolorosa, ninguno de los dos se siente admirable y por lo tanto valioso y si alguien les demuestra admiración, el apego se hace efectivo en breve. El bajo autoconcepto crea una marcada sensibilidad al halago. Tanto es así que puede convertirse en la principal causa de una relación afectiva. No hay mucho más que añadir.
Déficit: Bajo autoconcepto («No soy valioso»).
Miedo: A la desaprobación/desprecio.
Apego: A la admiración/reconocimiento.
EL «APEGO» NORMAL AL BIENESTAR Y EL PLACER DE TODA RELACIÓN
La palabra apego designa el attachment, lo que se considera «normal» y sano en las relaciones desde un punto de vista cultural (y sabemos que mal de muchos, consuelo de tontos) e incluso desde un punto de vista psicológico.
Desde un punto de vista cultural, se estima que la presencia de ciertos comportamientos, véase adicciones, ayuda a la convivencia.
Desde un punto de vista psicológico, estos pequeños «guilty pleasures» se relacionan con el placer de consumirlos. El abuso, no obstante, determinaría su nocividad.
Los reforzadores que se obtienen de una buena relación varían de acuerdo con las predilecciones del consumidor; sin embargo, la experiencia ha demostrado que algunas formas de bienestar interpersonal son especialmente susceptibles de generar apego.
Las cuatro principales son:
1- Sexo
2- Mimos/contemplación
3- compañerismo/afinidad
4- tranquilidad
HASTA AQUÍ ESTE ARTÍCULO, EN EL SIGUIENTE SE ABORDARÁ LA SEGUNDA Y TERCERA PARTE DEL LIBRO CON LOS TEMAS QUE FALTAN.
Vale, ahora que sé que soy un dependiente… ¡¿Qué hago?!
(to be continued…)
SEGUNDA PARTE: PREVENCIÓN DEL APEGO AFECTIVO
El principio de la exploración y el riesgo responsable
El principio de la autonomía o hacerse cargo de uno mismo
El principio del sentido de vida
TERCERA PARTE: VENCIENDO EL APEGO AFECTIVO
El principio del realismo afectivo
El principio del autorespeto y la dignidad personal
El principio del autocontrol consistente
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