Cuando te acuso, me acuso: la ley del espejo. El acusador es el acusado un sencillo pero efectivo ejercicio de toma de conciencia

Nos pasamos la vida proyectando. Los ojos humanos son unos proyectores de imágenes e intenciones por eso interpretamos la realidad como somos nosotros y no por lo que es. De la misma manera, cuando le achacamos algo a alguien, esa acusación dice más del acusador que del acusado.

Por ello, no solo es importante sino vital, morderse la lengua antes de lanzar improperios contra los demás y hacer un simple ejercicio que ojalá me hubiesen enseñado en la escuela.

  1. hacer una lista de todo aquello que le recriminamos a alguien/ «álguienes»
  2. Reemplazar el «eres» por «soy»
  3. Reescribir las frases con «yo soy»
  4. Analizar cada una de las acusaciones y mirar en qué campo de mi vida yo estoy comportándome del mismo modo en el que acuso
  5. Transformar la lista de acusaciones en afirmaciones positivas
  6. Integrar poco a poco la información, es decir, digerir.
  7. Dejar ir aquello que fuimos o que pensábamos que éramos, aceptando lo que somos.

Parece una ridiculez, pero después de un tiempo, uno se da cuenta de que los patrones de personalidad que mete en su vida también sigue un patrón repetitivo. Si no son siempre los mismos, guardan un parecido en su estructura de fondo. Cuando uno no soluciona sus propias carencias y acusa proyectándolas en los demás (porque es más fácil de asumir que los otros están equivocados) siempre irá encontrándose con el mismo tipo de personas en su vida.

¿Por qué? Porque no está solucionado, porque la elección se opera de modo insconsciente. Si siempre tropiezo con el mismo tipo de personajes es porque los elijo de modo inconsciente pues me reafirman la imagen que yo tengo de mí mismo. El ego elije aquello que le permita mantenerse activo, nunca aquello que lo anule.

De manera inconsciente, elegimos aquello que nos hace sentir en «casa». Si mis padres no me han valorado y yo no me valoro, elegiré a parejas que no me valoren porque es lo que he aprendido a hacer toda mi vida.
Esto que parece tan sencillo en realidad es harto complejo pues la mente y el subconsciente juegan muy malas pasadas tergiversando toda la información, doblando y volviendo a doblar la realidad hasta convertirla en una ficción multidimensional.

Lo cierto es que no seremos libres de elegir hasta que no haya una toma de conciencia y la puesta en marcha de un mecanismo egocentrado que tienda a dejar de mirar fuera desde uno mismo pero mirar dentro desde uno mismo.

Lo más alentador: Para que crezca un árbol primero hay que plantar la semilla. Paciencia, ni Roma se hizo en dos días ni la toma de conciencia se produce lo suficientemente pronto, sino cuando ya entrado en edad uno se pregunta ¿Por qué siempre me pasa lo mismo?. Para esta reflexión se demandan años de prueba y error y para entonces, el ego ya está bien apoltronado y desbancarlo es el trabajo de la segunda mitad de la vida.

Post#4 ’23:

Si después o durante el post has dicho «Yo no lo hago» entonces con más ahínco este ejercicio es para ti. Sal-U-2

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