Previously on La terapia psicológica (1)…
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Todo cuanto vivimos fue virtual, pero el cerebro no diferencia lo real de la fantasía: hicimos planes, paseos, visitas guiadas a puentes y patos. Amontonamos libros, caricias y sueños. Risas que de sonrisas venían protagonizando los primeros suspiros del invierno. Todo andaba a pedir de boca, quizás demasiado bien y seguro demasiado rápido.
Él sabía que se terminaría, me lo dijo sin decirlo, así, cómo sabe él, en algún texto en un quinto grado de lectura, algún mensaje entre líneas. En alguna ocasión mi sentido arácnido trató de avisarme:
–«¡Hola! soy tu intuición, es posible que te pegues un guarrazo porque esto no es normal» «Hola de nuevo, solo te aviso, no hay mucho retorno emocional quizás no está disponible del todo»,
Pero yo decidí no hacer caso porque eran tantas las casualidades que si me estampaba sería a lo grande. Al rescate vino la lógica pura sobre la cual el bueno de Kant ya trató de avisarnos «Achtung! Nicht gut! Nicht zuhören». Pero me interesó más lo que der Logik tenía que decirme:
–«Después de todo, estás ante una persona diferente, nueva y con la que tienes un sinfín de afinidades, esto es cósmico».
Fue cómico, sí. Ni siquiera comenzó como algo especial, se trataba más bien de una semejanza insondable, o eso quise creer porque, claro, de haberlo sido estas líneas no existirían. Además, me encontraba en un momento de cambio profundo, exhumando cadáveres a los que no les salían flores de la boca, sino un pútrido aliento de omisión por abandono. Parecía que empezaba a levantar cabeza y había decidido dejar de protegerme del mundo, pues quería confiar en mi capacidad de discernimiento. Acallar la intuición fue una gloriosa manera de estrenarme en esta nueva época. Más de lo mismo de siempre, no había cambiado un carajo tan solo estaba despegando.
Me sorprendió no haber reconocido una clara característica familiar que no hube dilucidado hasta algunos días después del accidente. Mi hermano pululaba por casa y al preguntarle sobre su situación amorosa, lo vi claramente. Ambos estaban aquejados de lo mismo: un apego evitativo. De ahí parte de ese sentido de familiaridad inexplicable. Al ser mi apego ambivalente, lo que pasó es natural y al mismo tiempo imposible de llevarlo a la práctica. Un evitativo y un ambivalente se necesitan y se atraen pero no funciona a menos que se ponga remedio. Por muy extraño que parezca y a pesar de haberme informado hasta la náusea de los tipos de apego, no tenía completado todavía el nivel de comprensión vivencial. Tres puntos colega.
Toda la mierda de hoy comenzó un martes de carnaval, pero a finales del mes de junio de hace casi cuatro décadas en la casa de dos humildes médicos que decidieron traer a este maravilloso planeta una criatura a la que, de haberle preguntado si quería vivir hubiese votado en negro. Se necesita un año de terapia para reparar una década de vivencias. Yo estoy volviendo a los 28, momento clave donde se encostró la herida que formaría el escudo del alma y mantendría latente un dolor visceral que nadaría en un mar purulento sin poder hallar salida al exterior. J.M perforó el saco y liberó aquella secreción amarillenta de un hedor insoportable. El quiste reventó poniéndolo todo perdido. Era como el boquete que deja el quiste sacro y que hay que mantener abierto y supurando para que, poco a poco, vaya curándose solo. Le eché alguna cucharada de azúcar por encima porque aquello en carne viva era como una eventración.
La intuición seguía perforando de lo lindo y empezaba a sentirme nerviosa así que opté por preguntarle a J.M por qué evitaba verme en persona. ¿Miedo, inseguridad, rechazo? Enterada de su situación a medias, pues jamás me explicó exactamente con los pelos y las señales que yo necesitaba, de qué se trataba, no seguí indagando por miedo a ser pesada y que me dejara tirada. Me dijo que sentía miedo y que no quería hablar de ello, punto. Las cuatro líneas de su comunicado sonaron huecas e insólitas. En lo que a mí concierne, su estado no afectaba mi afecto ni el deseo de compartir. Pensaba que el Amor curaba, si no el cuerpo, el alma. Solo podía ir bien. ¡Ingenua saltamontes! A veces tengo unas reflexiones que me provocan estupor hasta a mí misma. Como si todavía tuviese 6 años y mi desarrollo mental se hubiera parado ahí.
Finalmente planeé un viaje porque me dio la santa gana a mí. Le comuniqué que estaría una semana en su ciudad y que si me quería ver bien y si no, también. Por lo menos podría poner una realidad a tanta fantasía. Es así como empieza este cuento pues ambos estuvimos, o eso creo, fantaseando sobre aquella semana.
Dos horas al teléfono más tarde y 5 minutos antes de colgar, le pregunté qué haría si su estado de salud empeoraba. Se tomó un tiempo para responder algo que ya tenía decidido desde hacía lo menos dos años.
4 minutos antes de colgar abrió la boca para informarme de su determinación:
-Cortaría todos los vínculos.
– Y a mí, eso ¿dónde me deja?
– Cortaría con TODOS, reiteró desde la oscuridad.
3 minutos antes de colgar pasó un ejército de ángeles. No supe qué decir. ¿Dónde quedaría toda aquella historia?
2 minutos antes de colgar, descompuesta y abatida le respondí que no sentía que estuviera siendo justo conmigo. En primer lugar porque no entendía cómo había dejado calentarse de este modo toda nuestra historia si ya sabía cómo terminaría. En segundo lugar la falta de información me mantenía en la oscuridad y no era lo que yo quería. Aunque aquello no fuera una relación propiamente dicha, había compartido muchísimo más que con otras personas. No quiso abrirse, y yo nunca supe si había querido realmente estar conmigo o sencillamente pasar el tiempo. Repasé sus mails y la intensidad de las palabras… O era un inconsciente o era mala persona porque aquello no se podía escribir si realmente no se sentía.
Me había jurado y perjurado que quería compartir momentos bonitos. Habían sido tanto sus suspiros, anhelos, abrazos y besos al aire que imaginé que podríamos vernos al menos una vez. No me dijo explícitamente sí, tampoco me dijo que no. No sabía mucho de nada y en aquel momento estaba confundida pensando que todo era una fantasía sobre el papel pero que jamás había tenido la intención de materializarla.
1 minuto antes de colgar…
-Tienes razón, no estoy siendo justo contigo. Es mejor que dejemos de hablar si te parece bien.
A mí la boca se me había quedado estropajosa y la lengua no sse despegaba del paladar. No, obviamente no me parecía bien. Estábamos a tres semanas de la fecha, yo lo tenía todo listo billetes, apartamento, horario de vacaciones previsto. No, aquello no estaba bien pero no pude articular palabra más allá del «sí» cuando quería gritar que «no». ¿Acaso lo podía forzar?
Él reiteró:
-Sí, es mejor si dejamos de hablar, buenas noches.
Colgó el teléfono y yo me quedé procesando lo que había ocurrido, atónita. El sofá me engulló y no quería escupirme.
Y ya no quiero hablar más de esta historia. Gracias universo por joderme de nuevo, a ver si finalmente aprendo, guiño guiño. Ya estaba avisada desde siempre pero tenía que vivirlo yo.
Me compré unos churros para mi sola y seguí comiendo pipas como los monos mientras otros… también como los monos que no comen pipas, hacen de sus horas lo que más les viene en gana, un Luppi o varios.