Sobre las creencias limitantes: ¿Cómo erosionan la autoestima y cómo superarlas? El etiquetaje conlleva una fragmentación del ser y, por ende, nos conduce al sufrimiento. Integrar es la solución.

«Más allá de la mente está la respuesta a lo que somos.»
– Ramiro Calle –

Me he levantado hoy con esto de las creencias limitantes. Ayer anduve viendo una entrevista a Ramiro Calle y que dejaré al final del post por si alguien tuviera interés en conocer no solo al entrevistado, maravillosa fuente de sabiduría y paz, sino también al entrevistador, Alex Fidalgo, al que conocí por casualidad y a través de mi búsqueda desaforada sobre la psicopatía.

Me dio el siroco, como de costumbre, de compartirla en «petit comité» con los que me vinieron a la mente mientras se desarrollaban ciertos temas. Finalmente, la quise compartir con todos porque me transmitió tal serenidad que es de aquellas cosas que deseas que se extiendan como un virus.

LAS CREENCIAS… comprobaciones sobre mis propias creencias:

Cualquier tipo de creencia está implantada en el cerebro y, en base a esta, se vive. A veces de un modo inconsciente, a veces es conscientemente inconsciente. Sientes que hay una base que zozobra haciendo que se columpie la edificación interna. A mí es lo que me pasa, no sé si para todos será lo mismo. Las hay más firmes, que suelen ser las más antiguas. Las recién adquiridas son menos contundentes y se les ve el pelo con mayor facilidad.

Hago especial hincapié en la foto elegida hoy porque toca una creencia mía que sé que no es real, pero que yo misma he alimentado y aquellos a mi alrededor también: «No tengo gusto por la decoración, no sé combinar colores, no tengo ese toque femenino». Mentira. Lo puedo tener, pero siempre me la ha sudado lo más grande (o dicho en bien: me ha traido sin cuidado) porque mis prioridades fueron otras (ver la entrevista de Ramiro).

Así, se fue forjando la idea de que soy un desastre en temas de combinado de estilos y, a conveniencia, lo fui integrando y sintiéndome orgullosa de formar parte del grupo de «las tomadoras de té», mujeres cuyas mentes se dejaron de alimentar para pasar a engrosar la emoción. Bichos vulnerables y débiles, debilidad mental por ser demasiado emocionales… Profundizando: el lenguaje y las formas como por ejemplo el «me la ha sudado lo más grande» son un derivado de lo anterior. El marimachismo, el ser competitiva y fálica (unos cojones grandes como limones), está todavía en una capa inferior y si me voy más abajo veré que es una negación de la feminidad cuyo origen es aprendido por emulación. Y más abajo todavía está la creencia limitante cultural de que las mujeres son débiles y que para triunfar hay que ser fuerte y como ellos. Más abajo todavía… el miedo a ser rechazada. Más abajo… el miedo a ser yo. No sé si hay más abajo o si eso es el infierno primigenio.

¿Sigo o no hace falta? Creo que es suficientemente esclarecedor para que cada uno tire de sus propios hilos y siga el camino hacia dentro.

Hago referencia con un guiño a un post de Tania, mi alma o llama gemela (estoy poniendo seriamente en duda mi heterosexualidad, ja ja ja), que recomiendo encarecidamente: El paradigma de la vulnerabilidad

Las creencias condicionan nuestros actos. Está muy de moda hablar de ellas, de las creencias limitantes, pero es un tema al que llego mediante años de autoindagación. Seré honesta y diré que no sé muy bien cómo se forman y por eso he expuesto el ejemplo de la decoración que siendo absurdo y simple es fácilmente extrapolable y reemplazable por cualquier otro, el que se que le ataña al lector.

¿Cómo se implantan?

Si una creencia es una idea preconcebida de nosotros mismos donde interviene sobre todo la mente y, por lo tanto el ego, estas son parte consciente que afecta al inconsciente y lo modifica, deformando así nuestras emociones.

Si cada vez que un niño hace algo y su entorno lo reprende reforzándolo negativa o positivamente, el niño integrará que es «malo» o «bueno» en aquellos actos que trata de llevar a cabo. Si el niño emprende cualquier acción, pero la figura de apego principal es sobreprotectora y le impide llevar a cabo su empresa, el niño crecerá creyendo que nada es seguro y que se halla en peligro constante. Así, creo, que se implantan en nuestra psique esas creencias, por repetición y, ejercen su mandato a lo largo de nuestra vida por puro efecto Pigmalión que es el de la profecía autocumplida.

De mayores, cualquier reto estará destinado al éxito o al fracaso desde la óptica de esa creencia. Incluso diría que si el resultado obtenido es neutro (que suele serlo, pues es tan solo el resultado de una acción) lo leeremos en base a esa creencia y también desde las expectativas que tengamos. Y en esas expectativas interviene también la creencia.

¿Qué tipos de creencias limitantes existen?
En mis pesquisas he llegado a las más básicas y bastante burdas como pueden ser:

  • No soy lo suficientemente bueno
  • No soy normal
  • No lo hago bien/ no se me da bien
  • Soy [etiqueta que se quiera]

Con un microtomo sintáctico, se observa que el verbo ser es el que rige el caracter de la mayoría de ellas y que cuando confrontamos la realidad, en plena acción, vemos que tal cosa no es del todo cierta creándose así una confusión a nivel íntimo. Para evitar la disonancia y el malestar que ello nos provoca, nos asimos a la creencia que para eso está. Las creencías nos sirven para evitar pensar, para dirigirnos pragmáticamente hacia el objetivo con el consiguiente ahorro energético pero con la limitación obvia sobre nuestros límites, identidad, posibilidad. Con el tiempo nos encerramos en vez de expandirnos.

Algunas creencias…

¿Sóy tímida? En ocasiones lo soy, en tantas otras me desenvuelvo con un desparpajo envidiable.

¿Soy tóxica? Puedo serlo. Lo he sido especialmente cuando he tratado, por cabezonería, de mantener a flote el titánic. Si se hunde, déjalo sumirse en las profundidades marinas. He sido un huracán de orgullo cuando traté de que otros siguieran mi camino. Si no se da naturalmente, si las personas no llegan a ti por esencias parecidas, luchar a contra pelo es un error que toxifica las relaciones. Aquí se despliega el apego, el ego, la posesión, el miedo… desbrozar el camino es un trabajo a tiempo completo, costoso, vertiginoso y necesario para aquellos que busquen la paz interior.

¿No he obrado «bien»? A veces, creyendo hacer el bien por convencimiento de que las cosas irían mejor desde mi punto de vista, he forzado situaciones que no debieran de haberse dado. Es una consecuencia del anterior punto.

¿Soy «mala»? Lo he sido cuando, imbuida de mí misma, he creído que los demás tenían que seguir mis pasos. Más de lo mismo.

¿Soy rara, anormal, especial? Teniendo en cuenta que la normalidad es una calidad estadísticamente grosera, ¿Quién puede definirla? En superficie, todos somos normales, menos aquellos que fuerzan ser percibidos como especiales. La máscara de normalidad como de anormalidad es máscara al fin y al cabo. A medida que nos acercamos de nosotros mismos y de los demás, vamos llegando a la conclusión que cada uno es un mundo particular lleno de matices y que, por necesidad de clasificación mental y simplificación, el ser humano reagrupa grandes rasgos omitiendo la riqueza de los degradados. La normalidad existe en la teoría que, una vez puesta en práctica, pierde aceite por doquier.

¿Soy corta o, por el contrario, demasiado inteligente? Depende de qué se trate. Normalmente es por falta o superávit de interés. No prestamos atención a aquello que nos resbala, por lo tanto, no desarrollamos las herramientas necesarias para adquirir experiencia. Aquello que nos atrae, la vocación, la pasión, nos motiva desde el fuero interno y buscamos el desarrollo de esas habilidades. No hay más cera que la que arde. ¿En qué cambiaría saber si uno es tonto o demasiado listo si lo que hay que aprender es a lidiar con aquello que somos? La etiqueta solo sirve para fragmentar y, por ende, para inflar al personaje o mermar la autoestima.

Así, sucesivamente, cualquier idea preconcebida de nosotros mismos, extrapolable a toda la humanidad, nos obliga a pensar en vez de tomar consciencia del sentir.
El tratar de clasificarse con una etiqueta determinada ya indica que elegiremos en base a nuestra selección de adjetivos.

¿Cómo deshacer esas creencias fijadas con los años?
¡Muy sencillo! Desfijándolas con los años, con autoobservación, consciencia y, desde mi experiencia, con ayuda. Incluso después de años seguimos teniendo punto ciegos de los que solo podemos tomar consciencia cuando alguien externo nos pone el dedo en la llaga.

No hace mucho sentí un profundo bochorno al ver que no sé respetar un «no» y que tengo una baja tolerancia a la frustración, fuente ello de incomensurables equivocaciones. No lo podría haber visto si el terapeuta no me lo hubiera indicado, pues está tan firmemente arraigado en mí el esfuerzo, el trabajo, la lucha por aquello que «QUIERO», que jamás vi tan claramente que no tengo límites porque, como reza el anuncio: «imposible is nothig». Cuidado con las vallas publicitarias y cómo refuerzan estas creencias. De no existir nuestras limitaciones, la publicidad no tendría cabida.

Darse un lugar para respirar y estar muy atentos a las reacciones emocionales del cuerpo está siendo, en mi caso, el mejor remedio. El camino para llegar a la esencia misma del ser es largo, por no decir interminable porque, en tanto en cuanto vivimos, nos desarrollamos en y como sociedad, separarse de uno mismo es complicado, diría que casi imposible (¿Creencia limitante?)

Habiendo hecho la obra del día, dejo esta entrevista que, seguramente está en el origen de esta pequeña reflexión. Espero que quien la vea la disfrute tanto como yo.

2 comentarios en “Sobre las creencias limitantes: ¿Cómo erosionan la autoestima y cómo superarlas? El etiquetaje conlleva una fragmentación del ser y, por ende, nos conduce al sufrimiento. Integrar es la solución.

  1. Avatar de Tania Suárez Rodríguez
    Tania Suárez Rodríguez dice:

    Qué buenísima reflexión y qué cantidad de creencias limitantes tengo (o tenemos). A veces dudo de si esas creencias las creé yo sola de pequeña, interiorizando lo que había en mi entorno y normalizando ciertos comportamientos y actitudes, o si me las inculcaron. Tomo parte de mi responsabilidad en el tema, porque no creo ser una «víctima de las circunstancias», pero también considero que el entorno familiar condiciona mucho el modo en que percibimos el mundo. Eso sí, es nuestra labor desenterrar las semillas de esas creencias limitantes para detectarlos y frenarlas a tiempo. Que si no, MariPaz toma las riendas. Un abrazo inmenso. 🤗

    Le gusta a 1 persona

    1. Avatar de elrefugiodelasceta
      elrefugiodelasceta dice:

      Oh! Tania, gracias, el texto es un poco coñazo pero de lunes me levanto intensa y luego hacia el finde se va aligerando. Pero sí, todos tenemos de eso, MariPaces que, lejos de apaciguar, la lían siempre.
      Supongo que tanto aprendiste los comportamientos y la normalización de los mismos como que tu temperamento de base (pues no nacemos como tabulas rasas) hizo que leyeras la realidad con un filtro determinado. No eres responsable de lo que te pasó pero a partir de la toma de conciencia ya sí somos responsables de nuestras reacciones. Así que a seguir trabajándose hasta que la muerte nos separe, en la salud y en la enfermedad. Hay que hurgar y hurgar y nunca desesperar! Besitos besitos!!!!!

      Le gusta a 1 persona

Deja un comentario