«No se me va la pinza, la tengo cogida»
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Cuando oí al Dr. Piñuel decir que la alta sensibilidad no existía y tan solo era un producto de la suma de micro traumas, sentí cierta indignación. Indignación e inseguridad porque si aquella rotunda afirmación era cierta ¿Qué quedaría de mi identidad? ¿Qué sería aquello que yo, mi, mí, me habría pasado? ¿Quién era yo? ¿Bla bla bla? Qué cansino, es esto, joder. ¿Dónde está el botón de «off»?
Soy de las que la psicología catalogó como «Persona Altamente Sensible» porque tengo un patrón emocional que cuadra con los síntomas. Alta reactividad mental, hiperreactividad incluso. Rumiación. Hiperreactividad física con muchas reacciones alérgicas, algunas de ellas terminaron en el hospital con edemas de cuerpo entero por ingerir alimentos que el día anterior no me habían producido nada. ¿Qué cojones…?
Gracias al diseño humano he comprendido que nada estuvo nunca tan cerca de explicar eso que llamamos PAS o la Personalidad Altamente Sensible. Persona altamente reactiva, más que sensible. Hablo de mi caso, que cada uno se lo aplique a su salsa y si es que no, pues será que no. Para mí es un SÍ como un piano de cola.
Al empezar a vivir sola, hará cerca de cuatro años, sentí un aquietamiento emocional que me preocupó, pues tal es mi cruz, la preocupación constante. Cuando las cosas van mal, porque van mal y cuando las cosas van bien, porque van bien. Soy algo así como un chiste con patas, un Woody Allen neurótico que buscando respuestas a lo que le ocurre (que muchas veces es NADA) termina expresando aquello que está buscando. Me miro y me descojono, no hay para menos. Las cosas van y punto, las apellidamos bien o mal porque así nos lo enseñaron.
Toda la vida subiendo y bajando del tiovivo emocional y, de repente, de buenas a primeras mi mundo ya no me era conocido. Una tranquilidad y quietud jamás experimentadas y, de haberlas experimentado, mi mente no fue capaz de observarlas por estar sumida en otros menesteres cotidianos tales como deslomarme para llevar a cabo algún proyecto que me realizara personalmente. Miro atrás y me llevo las manos a la cabeza pensando «¡Joder, cuánta ceguera!». Con esto no quiero decir que ahora esté iluminada, solo que entonces de haber mirado directamente al sol, no lo habría ni percibido.
El caso es que, encerrada en mi torre de cristal, me preocupé por este «adormecimiento» emocional. ¿Qué me estaría pasando para no sentir ya nada? Así que busqué sentir, reavivar el fuego de la pasión, sentir que siento, ole, ole y ole. Me metí en una espiral de relaciones que me reafirmaran en mi capacidad emocional, a cual de ellas más… retorcidas. Ni buenas, ni malas, retorcidas y peligrosas. Ahí lo dejo.
En estos últimos cuatro años he entrado y salido de situaciones rocambolescas como pocas para llegar a pensar que estaba completamente muerta en el interior, que había perdido la capacidad de sentir, que me había convertido en algo así como una psicópata, que mis sentidos se habían saturado o vaciado, que era una piedra, de marmol, fría como un polo… bla bla bla. La mente busca y encuentra razones para absolutamente todo y la mía se esmeró en indagar y etiquetar con escalpelo preciso. Grandes idas y grandes venidas de vueltas a empezar. Y soy como un diésel, una vez, otra más, y más, y sigue, y venga, y vamos, y «san tornem-hi que no ha estat res». En todos lo idiomas posibles. A veces mis pesquisas cuadraban, luego ya no. Preguntas, respuestas y más preguntas.
Hasta que Magallanes me trajo una herramienta clave por la que no di un duro al principio, precisamente por estar absorta en mi agujero del… vientre. ¡Ommmm… bligoooooo!
Ahí se destapó el tarro de la comprensión. A mí no me estaba pasando absolutamente nada, es más, toda mi vida estuve sometida a las emociones ajenas. NUNCA FUERON MIAS porque tengo el plexo solar SIN definir. Soy en efecto fría, mineral, marmorea y también una esponja emocional. Todo lo que esté a menos de cuatro metros de distancia, me lo hago mío y me confunde.
El influjo de mi madre se hizo patente. Era su plexo solar el que nos dirigía a todos en casa. La solíamos llamar «El sargento de la semana» y tiene todo el sentido del mundo. Ni mi padre, ni mi hermano ni yo tenemos ese centro definido por lo tanto lo que ella sentía, nosotros lo absorbíamos y magnificábamos confundiéndolo con nuestras propias emociones.
Todo lo que está en blanco en el diseño es MENTE y MEMORIA. Así, las zonas en blanco de nuestro diseño son las que ocupan nuestra mente y se crean nuestros recuerdos distorsionados sobre lo que aquel, aquella y el de más allá nos hizo sentir. Pensamos que sentimos… pero pensamos. ¡No sentimos! El sentimiento es algo que almacenamos en la memoria. ¡Joooooder! Por eso me sentí hipócrita tras cada «te quiero». Los te quieros eran pensados, difícilmente sentidos, solo alguno y ahora no digo te quiero si no sale de dentro. Me sentí hipócrita «echando de menos» porque nunca eché realmente en falta a nadie sino que se me removían las entrañas cuando estaba descentrada sin reconocer mi propio miedo a la soledad. Madre mía, cuanta confusión, toxicidad, alienación y basura.
Ya, esto no gusta porque el que se sintió emocional y un poeta toda la vida, de repente descubre que habla de sentimientos y emociones porque no las tiene. Es como el pobre que ansía tener dinero y se pasa el día persiguiéndolo, hablando de él y cuando lo tiene se comporta como un nuevo rico que se huele a la legua. El «dime de qué presumes y te diré de qué careces» llevado al terreno corporal me sentó como un jarrón de agua fría, helada pero que alivió mi mente.
¡Nunca me pasó nada! ¡Tócate las narices! Es solo que no tengo muchas emociones y que atraigo a las personas que sí las tienen y no siempre son dueñas de sí mismas. Así, absorbo su mierda, la magnifico y paso por ser la loca del coño número uno cuando en realidad nada que ver. Luego se alejan, yo sigo con mi vida de «melasudismo» estructural y paso a ser la tóxica cuando es todo lo contrario. Si no me jodes, no te jodo así que no jodamos.
Madre mía, ser consciente de esto es como tener un super poder y saber que soy fácilmente excitable y po lo tanto manipulable es también una gran debilidad. Habrá que ir con mucho cuidado con quién, cómo y cuándo nos acoplamos. A partir de ahora, máxima prudencia, solo gente contrastada y de buena calidad emocional.
Y no, la alta sensibilidad no existe. Existe la alta reactividad. Esta es mi conclusión, a día de hoy. Veremos mañana pues mi mente está sin definir y mis opiniones son mutables, aunque… estando sola, sin influencia externa y cuadrando todo de manera tan clara, dudo mucho que dude. Aunque ahora que lo pienso..¿Y siiiiiiiii…? Me parto.
🤗 🤜🤛
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Llámalo alta sensibilidad, alta reactividad o como quieras. Lo cierto es que somos esponjas con una enorme capacidad de empaparnos de lo que sea. Como los contrarios se tocan, también somos melasudas, o en mi caso, aspirante a autista. Así vamos navegando entre extremos para encontrar nuestra esencia, nuestra intención, que es la que realmente libera. ¡Gracias por tu sinceridad! Impresiona.
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Gracias a ti Joan también por compartir y aportar.
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En algún punto hay que dejar de buscar etiquetas que nos definan y limiten y dedicarnos a vivir y ya.
Saludos,
J.
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Sí, en algún punto… Saludos J!
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