Por la mañana:
«Toc, toc»
-¿Quién es?
– Somos nosotros, ¿Podemos entrar?
– mmmm… ¿Nosotros?
-Sí, él y yo
-Mmmmmm…tú puedes, pero él no.
-Pero es que somos un equipo. Tenemos que entrar los dos.
-Me da igual, no quiero que él entre, ya sabes lo que pasa.
-Lo sé, pero ya sabes que esta vez es diferente. Yo le he dado permiso para que venga y tú se lo darás. Si no hoy, otro día. ¿Te parece bien dejar la puerta entreabierta para que podamos verte la punta de la nariz?
-mmmmmm…
-Venga peonza, déjala entreabierta y hablamos desde fuera.
-mmmmmmmmvvvvvale, pero que él no se acerque mucho, no me apetece tener que desvincularme de nuevo, es un rollo.
– Vale pequeña, él se queda detrás de mí. ¿Cómo te sientese?
Ambos nos mantuvimos a la escucha de aquella voz que salía de detrás de la puerta. Era temerosa y en ella había un gran miedo, un pavor casi inconfesable. La niña no quería sufrir más y para ello se había mantenido encerrada en la habitación pensando que si no salía, nadie la vería ni conocería su existencia. Así se mantendría a salvo y en soledad por siempre jamás. Los múltiples cerrojos echados a la puerta de entrada estaban ahora abiertos pero las numerosas cadenas que impedían la apertura todavía salvaguardaban el templo.
Por la tarde:
«Toc toc»
-¿Quién es?
-Soy de nuevo yo solo que ahora vengo con un grupo de niños, todos como tú. Mira, mira cuántas niñas hay. ¿No te apetece salir a jugar?
A la pequeña se le abrieron los ojos como platos. ¡Claro que le apetecía jugar! Una eternidad encerrada y allí, ante sus ojos Sofía, Victoria, Marta, Anna, Nuria, etc parecían estar felices compartiendo el castillo de arena. Traté de enseñarle que todos habíamos ido a aprender y que todos estábamos esperando a nuestros respectivos padres y mientras aguardábamos, se trataba de jugar.
-No estás obligada pero si quieres… que sepas que aquí nos quedamos.
La niña observó con anhelo el magnífico arsenal de palas, cubos y rastrillos… el espíritu juguetón salió a nuestro encuentro cuando ya me había dado la vuelta y un paso de alejamiento.
-¡Espera! ¿Me das la mano?
Se la ofrecí y, por fin, después de años de reclusión, puso su primer pie fuera de aquella habitación.
Toc toc toc… 🤗
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Muy lindo
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