Vivir en el EGO: El origen y formación de la persona. ¿Qué somos? ¿De dónde venimos? Cuestionando las bases desde una posición consciente.

Lo que se aquí se intentará será cuestionar las bases sobre las que nos movemos. Nuestra educación adquirida limita nuestra capacidad ilimitada de comprensión y aceptación.

El punto de partida es una base real: el niño al nacer está vacío de contenido. Otra base que se acepta por lógica como real: el niño al nacer tiene unas tendencias naturales inherentes a su código genético como son el número de terminaciones nerviosas así como el color de los ojos, de la piel, etc. Ambos supuestos determinan lo que en psicología se denomina TEMPERAMENTO.

El temperamento es la disposición innata que nos impulsa a reaccionar de forma particular a los estímulos ambientales. Esto forma parte de una dimensión INSTINTIVA y BIOLÓGICA de la personalidad humana determinada por la herencia genética. Esta genética influye en el sistema nervioso y endocrino por lo tanto regula las pulsiones a través de las neuronas así como de las hormonas. La hiperactividad, el estrés, la ansiedad, la depresión, la felicidad entre otros, tienen una razón de ser genética sobre la cual no tenemos elección.

El punto de inicio es pues que el ser humano viene al mundo con ciertas predisposiciones genéticas pero que, a nivel de contenido consciente, es una «tabula rasa». No sabemos si tiene consciencia espiritual pero suponemos que no.

Por haber nacido en un momento determinado y en un lugar en particular, ya somos presos de un tipo de cultura, de un idioma que lleva asociado un tipo de «corte cerebral», una manera de concebir la realidad. Además, nos embuten una serie de mensajes, de ideas, de creencias que se repiten hasta que uno se los cree y los asume como UNA REALIDAD, UN HECHO, UN PUNTO DE PARTIDA. Este algo que se da por sentado sin habernos detenido en tratar de averiguar el origen de esa base, formará parte de las limitaciones inconscientes.

La educación de la que se encargan 2 instituciones incuestionables, la familia y las escuelas (no siempre laicas), está embebida de tradiciones y creencias judeo-cristianas que van pasando de generación en generación y van asumiéndose como punto de partida para edificar no sólo la civilización de la cual formamos parte, sino nuestra persona.

Así, la mente se va trufando de ideas preconcebidas implantadas sin nuestro permiso a través de la educación normalizadora. Así, con esta serie de CREENCIAS LIMITANTES/ BASES FALSAS construimos nuestro EGO, nuestro personaje. Aún siendo conscientes del gran teatro en el que hemos convertido los intercambios, no somos plena y profundamente conscientes de que somos una creación hecha a base de retales. No acabamos de ser aquello que podemos llegar a ser: nuestra esencia más pura y si nos dejamos llevar, terminamos identificados con ese ego que nos ha acompañado toda la vida y se ha ido forjando a base de asperezas. Vemos las capas de los demás con abrumadora facilidad y discernir y desprenderse de las propias es una de las tareas más complicadas que hay en la vida.

Trascender el rol social, el personaje o la máscara es una de las pocas cosas que, a día de hoy, son motivación suficiente para hacerme saltar de la cama. La inmensa empresa de reconectar con nuestra esencia es uno de los proyectos que dota de sentido la existencia, por lo menos la de esta servidora.

Ironías de la vida: de energía inconsciente a energía consciente pasando por un vía crucis de dolor y sufrimiento para volver al estado inicial. Sigo sin verle mucho sentido a la vida a pesar de que ahora ya no duela. ¿La experiencia en sí? ¿La casualidad nos trae aquí? ¿Hay un designio y voluntad más allá de lo comprensible que se nutre de estas experiencias terrenales? ¿La energía tiene capacidad de memoria y se va transformando con el tiempo y con nuestras vivencias? La pregunta sigue siendo la misma ¿Para qué?, y por ahí asoma el EGO inquisidor que pretende atormentarme con la no aceptación de mi aceptación del accidente natural que somos. Hoy, las escuetas horas de sueño rebajan el nivel de conciencia, el 1 se descentra, se perturba y quiere convencerme de que «no está bien aceptar que somos una casualidad, es de mediocres aceptar que es lo que hay, que la vida es así, que podrías haber sido cualquier otra persona y que nada cambiaría si lo fueses y al mismo tiempo lo cambiaría todo» «El contentarse con la contemplación y aceptación sin más de este hecho es inadmisible por tu parte, te estás convirtiendo en una humana del montón.» «¿Dónde está tu cabreo y las ganas de cambiar la realidad?» «Ya no eres especial, te has sumado a la estúpida corriente esta que está de moda llamada la aceptología y así has perdido tu verdadera esencia, ese cabreo que te caracteriza que es tu marca personal.»

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Antes del nacimiento somos esencia, energía dispersa en el universo que forma parte de un todo. Durante los 9 meses, esa energía va conformando al bebé que vamos a ser y se materializa en nosotros. A partir del día en que venimos al mundo, somos separados de ese todo universal y por primera vez experimentamos el hambre, el frío, la sensación de soledad. El instinto de supervivencia se pone en marcha para «pedir» y nos enseña la manera de ser alimentados, arropados, protegidos para poder sobrellevar la vida. Genéticamente la cantidad de receptores neuronales así como su distribución dará lugar a uno de los 9 eneatipos que sea que venga de serie.

A medida que transitamos por la jungla del día a día, vamos forjando nuestra persona, nuestro carácter, nuestro pensamiento pero sin haber hecho la reflexión previa consciente de nuestra identidad verdadera, lo que en realidad estamos haciendo es sedimentar el ego y alimentar uno de esos 9 modelos con sus alteraciones naturales y sus subtipos: conservación, social o sexual(transmisor).

Al llegar a un punto máximo de sufrimiento, al encontrarse una vez tras otra en los mismos laberintos emocionales, los mismos problemas con actores diferentes, las mismas sensaciones de carencia y necesidad, el mismo suplicio disfrazado de padre, madre, pareja, jefe, finalmente uno se cuestiona a sí mismo. «No puede ser que siempre me pase todo a mí». No, no puede ser, el universo no está confabulando contra ti, ese pensamiento, tremendamente egocéntrico, es tan sólo una señal más de que el «yo, mi, me conmigo» ha acaparado todas nuestra atención y pensamos que todo lo que pasa a nuestro alrededor tiene que ver con nuestro ombligo.

El universo se expande pero esa expansión no incluye las piedras de tu camino. Las piedras en tu camino no son las personas o los problemas con los que te vas cruzando, sino son tus creencias limitantes, tus ideas, tus pensamientos fundamentados en esas bases falsas implantadas en tu cerebro y que perciben como obstáculos aquello que otros ven con neutralidad.

Algo que no osaríamos cuestionar (¿Y por qué no?) es el sistema legal, por ejemplo, heredero de la historia que nos precede y también hecho a retales, como nuestro ego. El «Bien» y el «Mal» son conceptos inventados por el ser humano porque ¿Quién ha determinado lo que está bien y lo que está mal? ¿Acaso no hay casuísticas en las que el Mal puede estar bien y viceversa?». Esa moralidad que nos acompaña rige todo un sistema propio y nos indica una manera de actuar y por lo tanto influye en la toma de nuestras decisiones.

Otro punto a tener en cuenta es que forjamos nuestra persona en un determinado ambiente y recordemos que nos hacemos y formamos en base a las ideas que los demás tienen de nosotros, al menos en un primer momento. Si el ser humano percibe la realidad y a los otros seres humanos a través de su filtro, el cómo nos ven es una proyección de cómo ellos ven el mundo y por lo tanto poco o nada tiene que ver con nuestra verdadera esencia.

Estamos hechos a base de retales y frustraciones ajenas.

Estos fueron los apuntes de hoy.

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