A mi hija Lucía, lucero del alba y del alma mía: Para que nadie pueda hacerte daño debes aprender a amarte.

Lucía, 19 de abril 2023.

Cariño mío, después de un parto horrible aquí estás, pequeño ser de luz que me iluminará en esta noche oscura del alma. Empezaste a gestarte hace más de nueve meses. Recuerdo que en el viaje a Formentera comprendí el deseo de formar una familia. Allí comenzó el periplo y también la terapia. No podía traer a nadie al mundo sin pasar por la dolorosa reparación de mi ser, roto por tantos años de autodestrucción, de ninguneo, de invisibilidad, de olvido de mí y de ignorancia. Había primero que desintegrarse para volver a nacer.

Viniste a mi mente y, de alguna forma, todo cambió. De repente, tenía sentido seguir viviendo y hacerlo dignamente. Quería contribuir a cambiar el mundo. Sé que es imposible, pero pongo mi granito de arena desde el único lugar que puedo: mi propia conciencia. Tú eres una pieza de esperanza más en la construcción del templo de la nueva humanidad. La pieza del puzzle que faltaba.

Eres tan pequeña, tan inocente, tan pura… no creo que se pueda querer tanto a nadie. Te miro y exploto de conmoción al observar que la vida todavía no ha empezado a causar estragos de dolor en ti. Temo, sí el miedo es algo de lo que no se puede huir, que la existencia te lastime, de que en tu camino encuentres seres oscuros que quieran violar la pureza de tu alma por ser demasiado hermosa. Ellos también son necesarios para equilibrar el bien y hacen aquello para lo que han sido concebidos.

Necesito decirte que no te podré proteger de las sombras, pero sí podré enseñarte a que tú te protejas solita, a que te respetes, a que aprendas a escucharte, a comunicar contigo misma, a amarte y a amar sin miedo a ser herida porque tal cosa no puede ocurrir sin que tú no lo permitas.

Me responsabilizo y comprometo a poner todos los medios aprendidos para enseñarte a alcanzar tu felicidad contigo misma sin la ayuda de nadie.

Me prometo solemnemente enseñarte a no aguantar humillaciones ni cargas emocionales que se deriven de mantener relaciones de tipo alguno con quien sea, a poner límites y a comunicarte de manera asertiva, sin agresividad ni violencia.

Me prometo solemnemente a mostrarte que no tienes que mantener relaciones con nadie con quien tengas que invertir tanto a cambio de tan poco en retorno pues tú aprenderás lo que es el amor y el cuidado a ti misma. Sabrás lo que significa escuchar tú cuerpo y tu intuición.

Te enseñaré a tratarte con respeto y a entablar relaciones solo con aquellas personas que te traten igual de bien de lo que tú te tratas. Te mostraré los infinitos caminos que podrás elegir siempre guiada por tu brújula interna, tantos como alcances a imaginar y sin necesidad de encomendarte a mi criterio más que para compartir tu camino.

Espero que pueda transmitirte la ilusión de estar viva, que aprecies las bocanadas de aire que te son dadas por el simple hecho de existir y que, al abrir los ojos cada mañana, sientas la dicha de un nuevo día, aunque en el momento estés triste y el peso del mundo te oprima. De todo se sale solo con respirar y sin hacer nada porque eso será la vida.

Espero que aprendas que las emociones no son buenas o malas, igual que no lo es nada en este mundo sino que son y que hay que aprender a pasarlas y a sentirlas. Esto último es lo más trabajoso para mí, espero poder enseñártelo desde hoy mismo.

Toda mi esperanza está puesta en este inmenso amor que por ti siento y que espero sabré transmitirte cada día de tu vida, hasta que la muerte nos separe.

Te adoro sin conocerte, espero que mis brazos sean tu cobijo cuando lo necesites, mi pecho un refugio y mi presencia un bálsamo para cuando todo vaya mal.

A partir de ahora, te contaré historias hermosas…

CONTENIDO RELACIONADO


Mi pesadilla convertida en chiste malo: El despertar exclamando ¡Joder! ¿En serio?


A mí realmente no me importaba si…: muchas cosas


20 señales de los psicópatas para una identificación temprana: Libro AMOR ZERO, Iñaki Piñuel.


¿Qué es exactamente lo que nos lleva a no valorarnos? : El caso de Lucía O. una llama de esperanza devastada