Vengo a exponer las observaciones que llevo haciendo desde que me embarqué en este viaje de autoconocimiento tres años atrás. De alguna manera, toda mi vida he perseguido de forma neurótica el Santo Grial, sin saber exactamente lo que buscaba. Desde que tengo uso de razón he pensado que «tenía que haber algo más de lo que a simple vista se nos mostraba». Me parecía inconcebible que fuéramos un accidente de la naturaleza, una mutación, una casualidad. Habiendo estudiado la perfección del engranaje de nuestra maravillosa maquinaria, el cuerpo humano, el ceder ante la idea de «accidente» se me presentaba como absurdo.
Más ridículo si cabe que la existencia sin trasfondo. Aún así y a pesar de la certeza que latía en mis entrañas, me di al nihilismo, a la absurdidad y, de ahí, me fui sumiendo en la no importancia de nada. Rozando el fatalismo, me hundí en la miseria del sinsentido. Nada importaba y me dejé manipular, maltratar y demás perlas vividas para hoy poder plantarme aquí con la certeza recuperada de que todo lo que permitimos es necesario para trascender las creencias. Fruto de los años de excavación personal, del devaneo cerebral y sexual, de la pérdida de dignidad, de recoger migas de amor por la creencia de que no soy merecedora de ser amada, de permitir ser tratada como una perra… tengo el profundo conocimiento de que todo tiene un sentido, de que todo importa y de que la verdad se halla en los detalles.
«Hola me llamo Montse y soy una adicta…» Adicta a todo lo que anule la incomodidad de la CARENCIA. Esto puede ser comida, amor, sexo, deporte, etc. La carencia transita por el inconsciente, es una energía de baja vibración registrada en nuestros cuerpos energéticos. Sí, lo sé, el vocabulario bebe de la espiritualidad y a mí también se me ponen los pelos de punta al leer según qué cosas. Me provoca rechazo, a mí estudiante frustrada de medicina, el uso new age que se le da a estos términos. Sin embargo, la prostitución del término viene de la nueva era y de las tendencias de moda. No puedo modificar el vocabulario pues nació milenios antes de que nosotros lo mancilláramos. Pongamos a parte nuestros aprioris, porque lo importante es el contenido, no el continente.
Esta carencia desencadena el patrón neurótico del que hablaré en otro post pues es muy extenso para ser incluído en este.
Ahí va:
Tenemos alrededor de nuestro cuerpo físico, otros cuerpos etéreos como el cuerpo emocional recubierto por el cuerpo mental y finalmente el cuerpo espiritual. Esto lo sé porque en meditaciones profundas los ruidos se sienten con el cuerpo. De ahí que las ondas sonoras sean realmente ondas que se perciben con la totalidad del ser. Quien no se ha puesto en estos estados de consciencia pensará que soy otra zumbada más. Que lo compruebe. No hay nada que no diga que no provenga de la experimentación personal.

Fuente : https://sananature.com/verdadero-origen-las-enfermedades/
De esta obsesiva arqueología humana nació el descubrimiento de que somos un templo, mi cuerpo es un templo, y en el centro, la maravilla del universo de la vida se desvela. Guardamos en nosotros una divinidad de la que pocos nos hablan y, en cambio, nos hacen sentir desempoderados, defectuosos, insuficientes, carentes, estropeados. Con los numerosos introyectos sociales, especialmente los familiares, nos convertimos en marionetas de un sistema de creencias que se nos implanta a fuerza de repetición. La gota de agua no hace un surco en el suelo por la fuerza, sino por el número de veces que cae en el mismo lugar.
Así, los mensajes de desempoderamiento que recibimos terminan haciendo mella en nuestro sistema de creencias. Muchas de ellas perfectamente inconscientes, permiten que se nos cuelen parásitos y egregores.
Me dije que si las ondas sonoras se propagaban por el espacio también lo harían las imágenes. De ahí que se diga que la realidad no existe, que todo es vibración. Entonces las imágenes pueden también percibirse con el cuerpo y no solo con los órganos provistos para este objetivo. La visión extraocular no la he experimentado por lo que no puedo dar fe de que exista, pero estoy experimentando.
No sé cómo ha ido tejiéndose la certeza de que nuestras ideas flotan en el espacio y nuestro cerebro es tan solo una antena que decodifica la información que nos rodea, supongo que es de esas cosas que se saben sin saber cómo se saben. Sobre esto habla el Dr. David Hawking del cual recomiendo «El mapa de la consciencia» y «Dejar ir» encarecidamente:


Mis ideas nunca han sido mías, tampoco lo son mis opiniones y por lo tanto la imagen que de mí tengo es una constructo y todo junto es una hostia mayúscula que dinamita el ego. Solo soy un receptor, una antena de radio que capta según qué frecuencias en función de cómo esté sintonizada. Capta altas, medias o bajas frecuencias. Esa sintonización no es más que la vibración de nuestros campos etéreos, emocionales, mentales y espirituales. El filtro de lo que nos llega son esos mismos campos que actúan como firewall. Las altas vibraciones de amor y paz no pueden percibirse si estamos vibrando en tristeza, vergüenza y apatía. En cambio, la vibración más alta puede captar bajas vibraciones y sencillamente, desecharlas. Cuanto más alto vibramos, más conscientes somos de que tenemos el poder de decisión sobre lo que nos afecta y lo que no.
Y aquí viene la certidumbre de que nuestro sistema de creencias flota en el campo mental. Cuando el ruido alrededor se acalla, bajan los estímulos y nuestros sensores están más abiertos a la información más sutil. Por ello, en la noche, cuando todo se aquieta empiezo a sentirme abrumada. Mi sistema nervioso lleva todo el día con excitación constante y ahora que el ruido ambiente ha cesado, ahora que no tengo nada en lo que pensar, ni nada que «hacer», entonces me doy cuenta de que algo me molesta. Es una comezón en el alma que se percibe ligeramente y que, a medida que avanza la noche, aumenta en intensidad.
Ese algo es la creencia que flota en mi campo mental. Ese campo mental es percibido por el campo subyacente que es el emocional. Por lo tanto, la vibración de la creencia del campo más alejado fragua en el campo siguiente que es el emocional y este empieza a vibrar en esa misma frecuencia. Esas ondas se propagan finalmente hasta alcanzar mi cuerpo físico y mis receptores mentales y corporales la captan. Entonces es cuando empiezo a sentirme físicamente intranquila. Mi cerebro se pone a segregar cosas llamadas hormonas, pues recibe la orden frecuencial. Me siento triste, molesta, enfadada, feliz, alegre… ¿Cómo puede ser si estoy en mi casa sin estímulos?
Para distraerme, subo el volumen del televisor, me pongo una serie para no escuchar mi ruido interno. A veces, la serie no funciona, me tomo una cerveza para adormecer los sentidos. Cuando ni la serie ni la cerveza funcionan, llamo a alguien, quedo con alguien, tengo sexo con alguien. Una presencia que me saque de mí. ¿Drogas, comida, sexo, entretenimiento? ¿Cuál es tu vicio? ¿Cómo te escapas tú de ti mismo?
Cuanto más trato de tapar, más me alejo de mí y más refuerzo la tendencia aprendida. Refuerzo positivo. Cuanto más siento la incomodidad, más cerca estoy de trascenderla. Da miedo, ¡Joder si lo da!. Nadie me enseñó nunca a «no hacer nada» ni solo a mirar dentro y sostener el malestar. No hay mal que dure cien años. Sostener, estar presente, respirar. Solo respirando y sintiendo lo que en ese momento aparece sin meterle mente, solo sentir. Milagros a parte, la emoción dura segundos y se va. Si la acompañamos de pensamientos, la emoción se instala como un sentimiento. Por ello es importante no meterle mente ni tratar de explicarse el porqué del cómo. Solo sentarse a sentirse.
Revertir la tendencia es posible, pero ni mucho menos es un camino de rosas, sino de destrucción y reconstrucción. No se trata de leer frases hechas y lanzadas al multiverso instagramero que vendrán a salvarnos el pescuezo. La verdadera sanación escuece y nos desnuda. Nos volvemos vulnerables. ¿A quién le gusta admitir que es orgulloso? ¿A quién le gusta admitir que es caprichoso y que cuando las cosas no salen como quiere, se enfada? ¿Quién es capaz de aceptar que, a veces, explota de ira porque necesita que lo vean y que lo perciban como peligroso porque eso es lo que se ha contado a sí mismo? Historias de familia, de generaciones, de tribus. Cuentos que nos llegan y que por lealtad nos hacemos nuestros.
Es un camino de autocontemplación, de humildad y de rendición. Es doloroso aunque solo por algún tiempo. Luego el dolor no se asocia al sufrimiento. La vulnerabilidad expuesta se revela como un camino de empoderamiento hasta llegar al punto de ver las cosas por lo que realmente son. Puro encantamiento, pura vibración. La realidad se desviste y se muestra con la magia de lo que es. Creo que salir de la matrix es eso, ver con los ojos del alma. Sentir la realidad, la verdad sin pensamiento. Es lo que hay, no lo que nos contamos que hay.
El camino de la sanación empieza por comprender que la carencia es esa vibración que llevo en mi campo mental. Es una ilusión porque, si razono desde la adulta, no me falta absolutamente de nada. Soy abundancia en estado puro. Lo que se filtra a mi campo emocional es la ilusión de carencia, de insuficiencia y de falta. Esa molestia desencadena los pensamientos en el cerebro porque durante toda la vida he reforzado positivamente esos pensamientos con satisfacciones inmediatas. Una vez comprendo que son esos pensamientos los que trato de cortar , los que trato de tapar, de los que trato de huir a base de entretenimiento, puedo finalmente plantarme y decretar que: «nada ni nadie tiene poder sobre mí».
Yo decido vibrar en alta, yo decido estar presente para mí y también decido qué hacer ante los pensamientos intrusivos. Decido ver y sentir el momento exacto en el que se presenta la carencia de forma subrepticia. Decido no aceptar más esta sensación de insuficiencia. Decido cortar con la genealogía de la carencia heredada de Dios sabe cuántos antepasados. Aquí y ahora se termina. Y esto lo decido gracias al camino de sanación. No estoy reforzando el ego con frases prefabricadas que no son más que axiomas de las conclusiones de otros. Para llegar a la frase resumen, hay que haber caminado sobre ascuas.
La línea es muy, pero que muy fina entre el haber comprendido corporalmente y energéticamente que realmente soy merecedora o el haberlo comprendido egoicamente porque lo diga una frase. La primera comprensión modifica la vibración del ser, la segunda solo modifica el eslógan con el que me vendo. Hay un abismo entre lo primero y lo segundo. Un abismo de años de trabajo, de autoobservación. Quien realmente quiere cambiar algo empieza ya, ahora, en este mismo momento. No hay excusas para el que decide sanar porque sabe que no merece el trato que se está dando a sí mismo.
Yo tapo con comida o con el extremo opuesto la rigidez de la privación de ella. ¿Es eso amor? El capricho o la carencia «por mis santos cojones». No, no es una mirada amorosa. Es odio, siempre ha sido odio hacia mí. No merezco ser amada si estoy pasada de kilos. No merezco amarme a mí misma y por lo tanto no merezco el amor de otros. En cambio sí soy merecedora de atención (mal entendida como amor) cuando estoy fina y esbelta. Creencia de mierda que se coló en algún momento y en algún lugar del pasado. Es tan solo un ejemplo que me surge porque estos días ando observando el porqué de los atracones nocturnos. No me sirve de nada que me digan «la compulsión en la comida es cuando no te sientes querida». Eso es comprenderlo con el cerebro, no con el cuerpo. No me sirve que me expliquen las cosas, tengo que vivirlas. Cuando me siento en el sofá después de un día de trabajo tengo tiempo para escuchar las voces que me dicen que no soy suficiente, que soy imperfecta que NO TENGO… esto lo otro o lo de más allá. Y entonces aparece el impulso que interpreto como «hambre de dulce» o «aburrimiento» o «drogas», «alcohol», «serie», «sexo»… esto es.
Para terminar con cualquier adicción hay que elegir el camino de la sanación, del merecimiento para con nosotros mismos. Me merezco ser compasiva y amorosa, tengo derecho al amor solo por haber nacido porque el amor no es «algo» que está fuera, sino el cemento del universo.
Aunque parezca mentira, me curé de la alergia a los gatos. Tras 20 minutos en presencia de un felino me ahogaba en una tos metálica y seca y al día siguiente episodios de diarrea me mantenían atada al váter. Nada de nada. Desde hace una semana los beso, los toco y no me pasa absolutamente nada. Terminé con la creencia de que los gatos me producen alergia. Se borró del cuerpo mental.
Próximamente… cómo se desencadena la neurosis. Llegando al centro del templo.
Hola, me llamo Antonio y también soy adicto…
🤜🤛
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